Si alguien ha leído las noticias y no sabe lo que es Fortnite, les cuento. Se trata uno de los videojuegos más populares del mundo, en el que un jugador, solo o con sus amigos, combate hasta eliminar a los enemigos. El juego en sí es gratis, pero Epic, la empresa que lo desarrolló, gana dinero vendiendo ítems que pueden ser usados en el juego, como armas, personajes y hasta bailecitos de victoria.
La razón por la que Fortnite ha estado en las noticias últimamente es porque Epic ha iniciado una publicitada batalla legal contra Apple por el derecho de distribuir su juego a los usuarios de los iPhone sin pasar por la App Store (la tienda de aplicaciones de Apple). Hoy, eso es imposible. Apple solo permite instalar en los aparatos que vende software que ha sido distribuido a través de la App Store, cobrando por ello el 30% de todo lo vendido. No importa lo que opine el dueño del aparato o si se trata de ventas sucesivas de una aplicación cuya compatibilidad y seguridad ya ha sido chequeada por la firma californiana. Por ello, el mes pasado, luego de que Epic creara un sistema que permitía a los usuarios de iPhone comprarle ítems directamente, Apple retiró Fortnite de la App Store citando una violación de las condiciones acordadas. Google también lo retiró de su tienda virtual citando razones similares.
En mi opinión, esto va más allá de Epic, Apple y Google. Lo que está en juego en este caso es el modelo de distribución de software para aparatos móviles, que en la actualidad está dominado por las empresas que desarrollan los sistemas operativos. ¿Es razonable que sea así o al ser así se está desincentivando la innovación y, con ello, afectando el bienestar de los consumidores? La discusión no es nueva. En Europa, Spotify y otras empresas han denunciado a Apple por estas prácticas, y otras, como Amazon y Netflix, han inventado procedimientos para evitar pagar la comisión de 30% (intente comprar un libro en Kindle o suscribirse a Netflix desde un iPhone y vea si puede). Es Apple contra todos los demás.
Desde mi perspectiva, esta situación no es razonable. Sí, la revisión que hace Apple del software que se distribuye a través de la App Store es valiosa y asegura que corra en mi aparato sin contratiempos, pero si el aparato es mío, ¿no debería ser yo quien decida quién me da esa seguridad? ¿Por qué no podría asumir yo el riesgo de que el software que instalo en mi aparato sea malo y si es así, pagar las consecuencias? Es como si solo pudiese comprarle a la Volkswagen las llantas para mi auto o que Microsoft me impida instalar, en mi propia computadora, software que no ha sido adquirido en su tienda virtual. Si eso es absurdo, no veo cómo la posición de Apple puede ser sostenible. Al menos con Android tengo la opción de instalar software no descargado de Google Play bajo mi cuenta y riesgo. Pero Apple no me da esa opción, ni tampoco les da a los desarrolladores de software la posibilidad de negociar su tarifa de 30%. Si ese no es el comportamiento de un monopolista, no se me ocurre cuál podría serlo.