El incidente en torno de los viajes presidenciales –habilitados por una dudosa ley y por un Congreso cada vez menos entusiasta en la dichosa materia– ha terminado costándoles el puesto a la saliente canciller Ana Cecilia Gervasi y al ahora exembajador del Perú en Washington D.C. Gustavo Meza-Cuadra.
Vaya balance para una presidenta que empezó sin poder viajar. Hoy, la imposibilidad ha sido reemplazada por la aparente voluntad por recuperar el tiempo perdido, como si buscara refugio en un temporal alejamiento de la apremiante realidad nacional, lejos de la paz y la calma que se quieren transmitir.
En su intento por trajinar por los distintos espacios aéreos, Dina Boluarte pareciera recordar “Falsía”, la muliza que entonó públicamente cuando ejercía un cargo ministerial, en el hoy denostado gobierno de Pedro Castillo, sobre todo en aquel pasaje que dice: “Justicia no hay en la tierra / justicia solo en el cielo”.
Vale la pena recordar que los cuestionados viajes de Boluarte se iniciaron tras una controversia previa: aquella que involucraba un cambio legal que, según muchos abogados especializados (como Domingo García Belaunde), debió ser constitucional. El Ejecutivo actual forzó la figura y el Congreso no le hizo ascos y aprobó la propuesta en junio del 2023.
Desde entonces, Boluarte ha viajado en tres ocasiones. Ninguno de los periplos ha estado exento de airadas críticas. Los enredos en torno del viaje más reciente a Estados Unidos eran muy gráficos de la situación que reinaba alrededor de las coordinaciones, antes y durante la visita. No es poca cosa que un diplomático de tanto prestigio dentro y fuera de Torre Tagle como Meza-Cuadra diese un paso al costado.
Hoy, cuando Gervasi ya tiene reemplazo, la pregunta que se cae de madura es si su sucesor, Javier González-Olaechea, sabrá contener y guiar los ímpetus presidenciales por hablar de su gobierno en otras latitudes. Habrá que esperar para conocer la respuesta.
Al final de cuentas, Boluarte parece disfrutar el hecho de contar su propia historia, a riesgo de formular comentarios desatinados. Como bien señala Giulio Valz-Gen refiriéndose a las palabras de la presidenta en Estados Unidos, “decir que el país está en calma y en paz es vivir en una realidad paralela” (El Comercio, 6/11/2023).
Pero la mandataria seguramente hará oídos sordos a las críticas. Después de todo, el sacrificio que significa llevar su propio mensaje por varios caminos primará, a riesgo de perder las perspectivas. Nuevamente, “Falsía” se hace presente: “Por las sendas del martirio / mi alma rueda con delirio”.
Las primeras declaraciones del nuevo canciller han sido un gesto de distensión ante las que fueron las principales fuentes de presión de su predecesora: el Congreso y la prensa. Para mantener el ánimo dialogante, González-Olaechea quizás deba recordar su breve pasado como candidato al Parlamento (1995, con la UPP, junto –entre otros– al actual presidente del Consejo de Ministros) y moderar el perfil que se le vio en las redes sociales y en algunos espacios periodísticos.
En cualquier caso, la breve crisis ministerial ha tenido lugar en un momento en el que las presiones parecen cada vez mayores y la impaciencia genera cada vez más flancos al Ejecutivo. Asuntos como la postración económica en la que parece haber caído el país y la ubicua amenaza de la inseguridad ciudadana podrían generar que el sólido pacto de actual liderazgo político por la permanencia hasta el 2026 empiece a trastabillar.
En este escenario de eventual desplome –aún lejano–, Boluarte podría pensar que, al final del día, la presidencia bien puede resultarle una efímera maldición. Como en “Falsía”: “La vida es una falsía / el mundo es ancho y ajeno”.