El líder de Alianza para el Progreso (APP), César Acuña, se ha dado el gusto de darle un portazo en la cara al PPC, jugar con el futuro pensionario de millones de peruanos (desde el Congreso) y pasar de ser un desestabilizador más a convertirse en un conveniente puntal del presidente Martín Vizcarra (“No a la vacancia”), mientras prepara su nueva candidatura a la presidencia. Es de los pocos que decide, por sí y para sí, si quita o pone algún aliado en el camino porque cuenta con fortalezas que hoy así se lo permiten. ¿Bastarán para llegar a Palacio? Veamos.
Dos atributos poderosos giran alrededor suyo: es cabeza indiscutida de un partido político ya cuajado, que obtuvo buenos resultados en las elecciones municipales y regionales del 2018 (fue el primero en el podio, luego de los independientes, con cuatro gobernadores, 26 alcaldes provinciales y 235 distritales) y para el Congreso de enero último, donde alcanzó 22 curules. Así, cuenta con la maquinaria partidaria mejor afinada de la costa norte, parte de la selva y una importante presencia en el centro del país y la capital.
Súmese a ello los medios económicos personales que le permitirán financiar esta candidatura tras quedar excluido de la contienda en el 2016 (como se recuerda, aquella vez el JNE lo sancionó por entregar dádivas a cambio de votos). En una campaña electoral en la que a decir de dirigentes de varios partidos ya comienzan a escasear los recursos económicos –como consecuencia de las denuncias de corrupción e investigaciones que han castigado a líderes de todos los colores–, la “billetera” personal de Acuña podría marcar una diferencia importante. Es el candidato más acaudalado, ahora que el empresario minero Roque Benavides no competirá por el Apra. Falta saber si el ayacuchano Carlos Añaños acompañará en la plancha a Hernando de Soto, otro magnate que podría inyectar sus propios recursos en la contienda.
En política el dinero y la organización partidaria no garantizan el éxito, ¡pero vaya que ayudan! Sin embargo, serán los atributos personales del candidato los que prevalecerán al definir la afinidad de los electores. Y ahí Acuña no la tiene fácil.
‘Acuña McPato’ arrastra con la imagen de un político profesional y de la vieja escuela, lo que nunca ha sido necesariamente sinónimo de eficiencia (por eso requería al pepecista Carlos Neuhaus en la vicepresidencia, lo que este declinó). Hoy Acuña es un baluarte del populismo en su búsqueda de aplausos (atención a lo que su partido, en especial Carmen Omonte, está haciendo en materia de “reforma” de pensiones en el Congreso), algo que un sector importante puede apoyar ahora pero no necesariamente se sostendrá así hasta abril, cuando tenga lugar la primera vuelta. Ya lo veremos.