La investidura no basta. Se puede obtener hasta por los más mezquinos cálculos: ‘mira, púdrete solo, que yo no gasto pólvora en gallinazos’, razonan opositores extremos que no quieren desperdiciar tan temprano la mitad de su arsenal de votos de confianza. A Pedro Castillo no le basta la cínica ‘investidura’ que resultaría de esa aritmética perversa, necesita gobernabilidad. No le basta la confianza, necesita una tregua.
La mejor estrategia para ello es hacer rodar la cabeza de Guido Bellido y de los ministros más cuestionados. La continuidad de su primer ministro sería de una lastimosa precariedad para el Gobierno. Sería tan insostenible que el ala dura cerronista podría, a última hora, avenirse a un acuerdo con Castillo para prescindir de Bellido y conservar algunos ministerios y prerrogativas en el Ejecutivo. En ese caso, con Vladimir Cerrón, la sociedad política quedaría pegada con babas en espera de una nueva y pronta ocasión para romperse.
En la víspera de la investidura, Castillo tiene tres entornos que le reclaman decapitar a Bellido y romper con Cerrón: los ministros que padecen la precariedad de su PCM, los aliados que ven peligrar las parcelas de poder que tienen en el Gobierno y la docena de maestros arrinconados por el cerronismo en la bancada de Perú Libre. Podemos sumarle a estas razones el beneplácito de las bancadas de centro, como Acción Popular, Alianza para el Progreso, Podemos Perú y Somos Perú-Partido Morado, que apoyarían un giro hacia el centro. A las bancadas más extremas –Renovación Popular, Fuerza Popular y Avanza País–, les da igual. Incluso la permanencia de Bellido les hace ver más cerca la embestida final hacia la vacancia.
La bandera de la asamblea constituyente, como era previsible, pasó a segundo lugar. La sostenibilidad del Gabinete ante el Congreso y la opinión pública desplaza a cualquier otra agenda impopular. Castillo tiene que rearmar su precaria base de poder y esa es la prioridad que no admite demoras. Verónika Mendoza es su principal socia fuera del cerronismo (tiene dos ministerios, el MEF y el de la Mujer, además de una pequeña bancada), y lo visitó el lunes en Palacio. Podemos presumir que es de las aliadas dispuestas a acompañarlo en la aventura y que de eso hablaron.
Si el giro es posible, y si es producido, el Gobierno podría lograr una tregua que lo haga sostenible ante el embate vacador y ante la opinión pública. Pero nadie lo sabe. Es la duda que nos angustiará durante las próximas semanas. Nuevos factores entrarán a tallar pasado el inevitable ajuste del Gabinete hecho por mano propia o por presión congresal: las demandas de los varios gremios y sectores que le han dado a Castillo otra tregua, que no es la del enemigo, sino la de los que se sintieron representados por él, y no se ven siquiera incluidos en la agenda de prioridades.