La campaña viene aburrida. Estamos a nueve semanas de ir a las urnas y los postulantes presidenciales parecen decididos a privarnos de una de las pocas compensaciones que el frustrante proceso de elegir a un nuevo gobernante fallido nos brinda: la diversión. No quieren debatir entre ellos, la habitual ejecución de danzas y canciones del Perú (que tan mal se le da a la mayoría de los aspirantes a Palacio) está proscrita por los protocolos contra el virus, y los ‘spots’ de propaganda –terreno fértil para los desbarres narcisistas que luego se vuelven contra el inmodesto– han sido desterrados de la televisión y condenados a una existencia marginal en las redes.
Así las cosas, y a manera de servicio a la comunidad, en esta pequeña columna se nos ocurrió proponer algún juego de ingenio relacionado con los candidatos que procurase a los desalentados electores algo del entretenimiento que les había sido sustraído. Nada demasiado vanguardista, por cierto. En cuestión de retos a la agudeza para combatir el tedio, bien lo sabemos, ya todo ha sido inventado.
El desafío, entonces, tenía que ser sencillo. ¿Se atreve a adivinar cuál es el verdadero color de pelo de Urresti? ¿Usted sí recuerda el nombre del partido por el que postula De Soto? ¿Cuál de las siguientes frases de Acuña no es una tautología? Y así…
Pero fue una entrevista televisiva en la que el candidato presidencial de Acción Popular, Yohny Lescano, encontraba difícil señalar qué lo distinguía de la aspirante por Juntos por el Perú, Verónika Mendoza, lo que nos dio la clave.
–No contactados–
“No tenemos ninguna afinidad de carácter político; ella representa otra corriente”, sentenció tajante Lescano durante el referido intercambio periodístico. Y más adelante añadió: “ella está a la izquierda; en cambio nuestra posición es revolucionaria, nacionalista y democrática”… Follaje discursivo, en nuestra opinión, que no servía para delimitar nada, pues aquello de “revolucionaria, nacionalista y democrática”, estamos seguros, la señora Mendoza habría estado también dispuesta a suscribirlo.
Sea como fuere, llegamos a la conclusión de que, si al directamente interesado se le hacía tan arduo detectar sus diferencias con una de sus competidoras, la tarea podía proveer de algún recreo a los ciudadanos que aguardan el 11 de abril entre bostezos.
A la manera de las antiguas secciones de “Amenidades” de los diarios de circulación nacional, los invitamos ahora, entonces, a encontrar los puntos de contraste entre los dos personajes que se muestran en la ilustración de arriba. No se trata, desde luego, de identificar simples detalles visuales (Lescano lleva mascarilla, Mendoza no), sino de ubicar diferencias programáticas o siquiera de postura política allí donde solo parecen existir coincidencias.
Como Jaime de Althaus observó en una columna publicada ayer en estas páginas, ambos candidatos promueven el remplazo de la actual Constitución por otra más intervencionista, ambos alientan también el control de las tasas de interés, y ambos miran, asimismo, a la banca de fomento con ojos de nostalgia y a las “grandes fortunas” con ojos de decomiso, vía impuestos. Es decir, comparten una vocación inextinguible por el desastre económico.
En su condición de “no contactados” por los rudimentos del saber de Adam Smith tienen por supuesto algunas particularidades: mientras Lescano sueña, por ejemplo, con algunos controles de precios, Mendoza quiere evaluar “en su momento” la posibilidad de empujar al BCR a emitir dinero en pos de una supuesta reactivación económica. Pero se trata de recetas que, a pesar del toque personal que ostentan, no llegan a calificar realmente de diferencias, pues al final conducen a la misma pira inflacionaria que ya conocemos.
¿En dónde se encuentran, entonces, las divergencias entre los planteamientos de estos dos participantes en la carrera por ceñirse la banda embrujada? Pues lo que proponemos es darnos todos un tiempecito para buscarlas y retomar esta columna después del siguiente subtítulo, porque la verdad es que nosotros tampoco las vemos por ningún lado…
–Factura que vuelve–
Muy bien. Cumplido el plazo que nos concedimos para hallar la solución al reto que lanzamos líneas arriba, podemos decir que creemos haber coronado la operación con éxito. Las diferencias parecen existir y tendrían que ver, en esencia, con dos asuntos: el régimen chavista de Venezuela y el aborto.
Sobre lo primero, el candidato de Acción Popular no duda –ni ha dudado antes– en hablar de dictadura (no en vano, Rafael Belaunde, hijo del expresidente Fernando Belaunde, ha definido la posición de Lescano con el oxímoron “velasquismo democrático”), mientras que la señora Mendoza se ha prodigado en contorsiones retóricas para evitar llamar a las cosas por su nombre. Sus indulgencias con esa tiranía, en realidad, son una factura que la persigue desde hace tiempo y que pronto emergerá también en esta campaña.
Sobre lo segundo, por otro lado, en tanto la postulante de Juntos por el Perú aboga por una despenalización, el representante del partido de la lampa no quiere ni escuchar hablar del tema. Importantes distinciones, sin duda. Pero que no alcanzan para impedir que los electores los confundan. De acuerdo con lo que sugieren las encuestas, en el sur por lo menos, hay un constante trasiego de preferencias entre las dos postulaciones, que bien podría terminar dividiendo el voto estatista de esa región en dos.
Una gran noticia para el país, desde luego.