En el Congreso parecen haber descubierto una manera de relajarse, pero en el Ejecutivo la ira cunde sin control. Al fingido desdén con el que la señora Boluarte responde al 95% de la población que la desaprueba y la contractura que permanentemente amenaza el entrecejo del premier Adrianzén, han venido a sumarse ahora las malas pulgas del ministro José Arista. El titular de Economía, en efecto, ha dado en estos días signos de andar muy enfadado, aunque no se sabe con quién. Por momentos, en realidad, daría la impresión de padecer ese mal que las limeñas de antaño describían diciendo: “está que no se soporta a sí mismo”.
De cualquier forma, basta que una periodista lo interrogue sobre los aspectos más cuestionados de su gestión o lo confronte con las críticas de algún antiguo responsable del MEF, para que el hombre enfile por el callejón de la amargura y empiece a repartir denuestos. A una reportera cusqueña que tuvo la razonable idea de preguntarle por qué se le sigue dando dinero a la quebrada empresa Petro-Perú, Arista le espetó: “¿Por qué es tan odiosa?”. Mientras que, con ocasión de una entrevista concedida a “Semana Económica” y a propósito de las alarmas que el Consejo Fiscal ha hecho sonar sobre incumplimiento de la regla fiscal por parte de este gobierno, tuvo a bien decretar que el presidente de ese organismo –el exministro de Economía Alonso Segura– es “un inepto”. Reacciones, en fin, que nadie esperaría del funcionario encargado de las finanzas del país: un puesto para el que se requiere más bien flema. Pero el ministro que nos ocupa, al parecer, tiende a confundir flema con gargajo.
–Franela y escobillón–
La disposición cascarrabias de Arista, sin embargo, conoce excepciones. Cuando se trata de llevarle el amén a la presidente Boluarte, por ejemplo, se pone sentencioso y hace un despliegue de cifras que en sus otras argumentaciones se deja extrañar. Así, ante los afanes de la gobernante por introducir en el debate político el asunto de la pena de muerte para los violadores de menores, el titular del MEF ha proclamado que “es momento de tomar decisiones firmes”, al tiempo de hacer notar que “la inseguridad ciudadana nos cuesta dos puntos del PBI al año”. “Nuestras niñas y niños son lo más sagrado que tenemos”, ha recitado finalmente con solemnidad augusta. Y en el gabinete de la franela y el escobillón se han detectado rostros de envidia.
Los melindres que obsequia a su jefecita, no obstante, son, como decíamos, una excepción. En general, el otrora gobernador regional de Amazonas se ha convertido en el Don Ramón de la vecindad palaciega y, claro, es lícito preguntarse por la razón última de tanta contrariedad. ¿Estará el origen de su enojo efectivamente asociado a la vocación inquisitiva de cierta prensa? ¿Serán realmente las objeciones de sus colegas a sus indulgencias para con el déficit fiscal lo que desata su crispación? Todo es posible en la dimensión desubicada, pero en esta pequeña columna pensamos que ninguna irritación es tan severa como aquella que uno acumula contra sí mismo. Arista tiene que saber que el nuevo directorio de Petro-Perú acabará por estirar la mano, que las descalificaciones a la regla fiscal que ha ensayado no tienen sustancia y conducirán a un destino ingrato, y que las concesiones que en tantos terrenos ha hecho para poder conservar el vano fajín que ostenta terminarán por liquidar el prestigio profesional que alguna vez lo adornó. No es difícil, por eso, imaginarlo hablando consigo mismo al final de cada jornada y repitiendo: “no te doy otra nomás, porque tengo sueño”.