“¿Dónde está la aguja?”, es una pregunta que volvió a surgir luego de que el presidente Francisco Sagasti recibiera su segunda dosis de la vacuna contra el coronavirus de Sinopharm. En las imágenes, transmitidas en vivo a nivel nacional el último martes, se observa cómo la varilla ingresa en el hombro del jefe del Estado, pero —advierten en las redes sociales— “no sale”.
MIRA AQUÍ: presidente Sagasti recibió la segunda dosis de la vacuna contra la COVID-19
Al igual que en otras partes del mundo, el Perú no ha sido ajeno a la desinformación y las ‘fake news’ en contra de las campañas de vacunación, en una pandemia que ya ha cobrado la vida de más de 2,5 millones de personas (de hecho, el Perú está en el top 15 de los países con más fallecidos, según el ranking de la Universidad Johns Hopkins).
El inyectable utilizado en la inoculación del mandatario no sería otro que uno con aguja auto retráctil, y su uso es recomendado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) y entidades sanitarias de varios países —como Estados Unidos—, que también lo vienen utilizando en la batalla contra el COVID-19.
Su ingreso en el sistema de salud peruano data de, por lo menos, hace una década, según explica a El Comercio María Ana Mendoza Araujo, experta en vacunaciones del Colegio de Enfermeros del Perú (CEP) y exdirectora del programa nacional de inmunización del Ministerio de Salud (2005-2012).
Mendoza cuenta que esto tuvo que ver, en parte, con la introducción de más vacunas en el Esquema de Vacunación del Perú y las respectivas campañas masivas para su aplicación -como la que se hizo en el 2008 contra la Hepatitis B-; así como con la necesidad de salvaguardar la integridad del personal de salud y la del propio inoculado.
Progresivamente el personal de salud, además de vacunar a niños, empezó a hacerlo con adolescentes, embarazas, adultos mayores (muchos de ellos en asilos) e incluso ingresar a los penales. Ya no se tenía en el esquema de vacunación solo las cinco fórmulas que estuvieron literalmente hasta el 2004. “Si ya existían accidentes punzocortantes con solo una baja producción de uso de inyectables, ¿se imagina tener que manejar todas esas vacunas en toda la población?”, pregunta.
Para esto, entre los años 2007 y 2008, la OPS y Unicef impulsaron el tema de la vacunación segura y remarcaron la necesidad de usar mejores jeringas en los sistemas de los diferentes países. Se utilizaban los inyectables desechables convencionales que se usaban desde la década el 90.
Mendoza subraya que se advirtieron tres aspectos fundamentales. El primero, la seguridad del vacunado, pues debía existir el mínimo error de contaminación y una mala administración. Segundo, la seguridad del personal, porque a menudo se producían accidentes debido a que el enfermero podía pincharse al momento de tapar la aguja para poder desecharla correctamente (llegando a poder contagiarse de VIH y Hepatitis) o, en su defecto, el personal de limpieza.
Y tercero, precisamente, el factor ambiental y cómo es que se trataba el insumo médico una vez utilizado, pues muchos de estos productos llegan a los rellenos sanitarios, pudiendo haber alguna exposición con personal externo. Por ejemplo, no todas las regiones cuentan con incineradores.
“El riesgo de poder pincharse y tener un accidente punzocortante era altísimo, así como el tema de la disposición final de estas jeringas. Por ello se vio la necesidad de contar con una [mejor] jeringa y también era una de las recomendaciones de la OPS y la Unicef. Todo dependía de la disponibilidad de los países y del compromiso político en mejorar sus sistemas de vacunación”, recalca.
Perú lo asumió así y ya para fines del 2009 y principios del 2010, según recuerda Mendoza, se comenzó a utilizar con más frecuencia el inyectable con sistema auto retráctil dentro del sector salud. EsSalud ha confirmado que los usa desde, por lo menos, hace más de 11 años.
La norma técnica del Esquema Nacional de Vacunación, aprobada vía resolución ministerial en el 2011, establece 15 tipos de vacunas y se dispone precisamente el uso de la “jeringa retractable” para las dosis contra el Neumococo, Influenza, Hepatitis B, DPT (Diphteria, Pertusis y Tétanos), Antiamarílica, entre otras.
¿Por qué es recomendable?
Además de lo ya mencionado, la especialista del Colegio de Enfermeros del Perú incide en que este tipo de agujas permitió mejorar la calidad del servicio a los usuarios, debido a que su finura y su sistema produce “menos dolor, menos sangrado”. “Porque cuando tú tienes un calibre más ancho, la destrucción de los tejidos que hace la aguja al penetrar es mayor que cuando tienes un calibre mucho más fino”, apunta.
Pero, sin lugar a dudas, toda la seguridad en la manipulación de las agujas es el aspecto primordial. ¿Cómo funciona? Cuando se culmina de inyectar toda la solución en el cuerpo, automáticamente la aguja se retrotrae a gran velocidad -lo que evitaría el dolor- y queda dentro de la jeringa, dejándola inutilizable. Así, se reduce el tiempo de operación, ya no hay pinchaduras ni contagios. Tampoco personas ajenas podrán volver a usarlas.
Ya la OMS en el 2015 emitió un comunicado instando a los países de todo el mundo de que al 2020 puedan implantar el uso de “las nuevas jeringas ‘inteligentes’”, en donde se encuentran este tipo de auto retráctiles que se usan en Perú.
“Según un estudio publicado en el 2014 patrocinado por la OMS, […] se estima que en el 2010 el número de personas infectadas en el mundo por el virus de la hepatitis B mediante una inyección contaminada alcanzaba 1,7 millones de personas; esa cifra podía ascender a 315.000 personas en el caso del virus de la hepatitis C y a 33.800 en el del VIH”, se indicó.
Su uso en la lucha contra el COVID-19
En un pronunciamiento, Essalud confirmó a este Diario que vienen usando los inyectables con agujas retráctiles desde “hace muchos años”, “tanto para la vacunación regular como en campañas de vacunación, como la de vacunación contra el COVID-19”.
Remarcó que sus enfermeras están correctamente capacitadas para su uso, y que lo seguirán haciendo conforme se ingrese a las siguientes fases del Plan Nacional de Vacunación contra el COVID-19. La segunda etapa comprende a, entre otros, personas mayores de 60 años y con comorbilidades.
“No es la primera vez [que se utiliza], Essalud lo usa hace más de 11 años y es importante porque así cumplimos con la vacunación segura, que tiene entre sus pilares la protección del trabajador, al no exponerse a pinchazos; la protección de nuestro usuario, al no exponerse a accidentes; y la protección del medio ambiente, al desechar las jeringas sin riesgo a contaminación ni daño al personal de limpieza”, acotaron desde la entidad que preside Fiorella Molinelli.
El doctor Raúl Urquizo Aréstegui, exdecano del Consejo Regional III-Lima, ratificó la eficiencia del uso de los inyectables retractables y su correcta aplicación en la campaña de vacunación contra el coronavirus.
“Este tipo de tecnología es de primer nivel. Hay seguridad en cuanto a la esterilización, porque si uno lo manipula puede haber infección. Y la cantidad de dosis que va a recibir el paciente es la adecuada. Por otro lado, esas jeringas ya no se van a usar, solo se desechan. Porque al doblarse la punta ya se inactiva”, expresó a este Diario.
Asimismo, Urquizo hizo un llamado a la población a tener confianza en las vacunas, al advertir que es un arma importante en la lucha contra la pandemia, que tanto viene golpeando al país. Según una encuesta de Ipsos, la confianza en las vacunas pasó de 22% de agosto pasado a 59% en febrero último.
“Las vacunas salvan vidas. Si uno no recibe la vacuna, asume el propio riesgo de enfermarse y morirse”, aseveró.
Para este informe El Comercio buscó un pronunciamiento oficial por parte del Minsa a través de su área de prensa, pero, a pesar de las insistencias, hasta el cierre de este informe no se obtuvo una respuesta. Igualmente, desde el Despacho Presidencial tampoco quisieron hacer mayores comentarios sobre la vacuna aplicada a Sagasti.