Es comprensible que subleven las imágenes de la selva amazónica de Madre de Dios deforestada por la actividad minera. Es inevitable no ofuscarse cuando el actual gobernador regional de Madre de Dios y antiguo líder minero, Luis Otsuka, luce su tosquedad e intransigencia llamando “imbéciles”, “arrastrados” y “miserables” a periodistas que lo cuestionan, o “degenerado” y “sinvergüenza” al ministro de Ambiente, Manuel Pulgar-Vidal, por cuestionar la carretera que viene construyendo el gobierno regional en las areas de amortiguamiento de las reservas Tambopata y Amarakaeri.
Es imposible no simpatizar con Pulgar-Vidal, cuando, al querer imponer la ley, dice que el gobernador Otsuka “quiere la impunidad” y “tiene una visión cortoplacista que cree que hay que destruir la Amazonía”.
Y sin embargo el problema no es tan sencillo. La actividad minera en Madre de Dios, que hoy es ilegal, informal o criminal –según el ánimo y el momento– fue artesanal antes y hasta promovida por el Estado, vía su Banco Minero, hasta 1993. El banco abrió oficinas en Madre de Dios en 1972.
Un año antes, el gobierno militar emitió el Decreto Legislativo 1882, que establecía que el Estado tendría, vía dicho banco, la comercialización exclusiva de metales preciosos en bruto. El banco, además, tenía una función de gestionar la formalidad y el abastecimiento de insumos.
Con el cierre del Banco Minero se liberalizó la comercialización: es en esta situación que la fiebre del oro del 2007-2009 llega a Madre de Dios. Cuando el gobierno emprende sus primeros esfuerzos por formalizar la actividad, el alto precio del oro había hecho que los antiguos mineros artesanales contaran con maquinaria pesada y que su actividad resultara nociva y promoviera diversas actividades ilícitas.
Además del complejo proceso de formalización, Madre de Dios presenta una falta de peso político que hace difícil representar sus demandas. Por su poca población (137 mil habitantes), es la única región que cuenta con un solo representante en el Congreso. Hasta los liderazgos personales son escasos.
Su único político que alcanzó dimensión nacional fue Eduardo Salhuana, congresista elegido en el 2001, que llegaría a ser ministro de Justicia de Toledo. Hoy Salhuana es gerente general del gobierno regional. Además, a diferencia de otras regiones, Madre de Dios ha carecido históricamente de grupos políticos sólidos. Mientras en otras zonas de la Amazonía, Acción Popular fue un referente permanente, en Madre de Dios casi no figuró; a diferencia del resto del sur con tradición izquierdista, esta no llegó a consolidarse.
Madre de Dios continúa paralizada. Desde el lunes 23 se han unido mineros y madereros informales, con apoyo de sus autoridades elegidas. En Lima, el Ejecutivo ha dicho que no cederá a ningún chantaje. La minería en Madre de Dios enfrenta a Perú a una situación compleja, poco explorada e incomprendida fuera de los círculos especializados.
Representa, además, uno de los tantos episodios problemáticos de la historia contemporánea del Perú, que sin embargo parece ajeno al debate nacional. Grafica lo marginal que ha seguido siendo la selva (y sus problemas), como si el nombre que Fernando Belaunde le diera a la carretera que buscó integrarla, en los años sesenta, hubiera sido tan solo una premonitoria ironía.