En su casa ubicada a menos de diez cuadras de la Plaza de Armas de Trujillo, donde en 1820 se dio uno de los primeros gritos de independencia del Perú, Roque Rodríguez Barrutia sigue librando una batalla épica: salvar de la extinción a la quina, el árbol que figura en el escudo nacional junto con la vicuña y la cornucopia.
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Roque es trujillano, tiene 64 años y, como tecnólogo médico especialista en laboratorio y anatomía patológica clínica, fue jefe del Servicio de Laboratorio del Hospital II de Essalud en Jaén (Cajamarca). Dejó el nosocomio en el 2001, luego se dedicó a la investigación y, en el bicentenario de nuestra independencia, su gran sueño es sembrar el árbol de la quina en las 25 regiones del país.
Para cumplir su objetivo, el sexagenario ha construido un vivero de 12 metros cuadrados en el segundo piso de su vivienda de adobe y carrizo. En este pequeño santuario posee más de 100 plantas de quina de diversos tamaños: las más pequeñas miden apenas un centímetro de alto y las más grandes, poco más de medio metro. Las plantas más chicas tienen dos meses de vida y las más largas, año y medio. Son, además, de distintas variedades. Sin embargo, lo que más asombra es que muchas están sembradas sobre tierra mezclada con relaves mineros extraída de El Toro, un cerro ubicado en la ciudad andina de Huamachuco, en La Libertad, donde predomina la minería ilegal.
El objetivo de Roque, cuenta, es investigar el crecimiento de la quina en terrenos altamente contaminados por la minería ilegal para luego resembrarlos con la milenaria planta, que simboliza nuestra flora en el escudo nacional. “Increíblemente están germinando. El desarrollo es bastante lento, pero ni siquiera deberían vivir”, sostiene asombrado mientras observa unas 20 plantas de quina de no más de 15 centímetros sembradas en un pequeño depósito.
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Roque ha sembrado decenas de plantas de quina en distintos lugares de Trujillo, pero los más emblemáticos son la Plaza de Armas de la ciudad y la sede central de la Corte Superior de Justicia de La Libertad, creada por José Faustino Sánchez Carrión, “el padre de la patria”, dice.
“Mañana [hoy], a las 4 p.m., sembraremos otras dos plantas de quina en la Plaza de Armas de Trujillo. El objetivo es que este lugar tenga la mayor cantidad de variedades de quina para luego inscribirlo en el Libro de los Récords Guinness”, asegura Rodríguez Barrutia, quién también es el presidente del Instituto Nacional de Investigación de la Expedición Científica por la Ruta del Árbol de la Quina.
El año pasado, el Gobierno lanzó un ambicioso plan para repoblar el árbol de la quina en 145 hectáreas en diez regiones hasta el año 2022.
-Investigación-
El otro gran objetivo de este trujillano es lograr un nuevo metabolito en la quina. Es sabido que la planta tiene propiedades contra el paludismo y salvó de la malaria a millones de personas siglos atrás, pero él desea hallar la cura de otras enfermedades. “El clima en Trujillo está cambiando, pronto tendremos un clima tropical y el zancudo que transmite la malaria es ahora más resistente y los medicamentos sintéticos ya no le hacen nada”, sostiene.
Roque coge ahora un depósito redondo lleno de tierra mezclada con carbón. Sobre este decenas de arbolitos de quina sobreviven increíblemente. “Considero que son resistentes porque a la hora que eliminan la quinina, que es un alcaloide, evita que lo malo, o sea las sustancias negativas, entre y muera la planta”, ensaya.
El científico confiesa que sembrar la quina en su casa ha permitido que mucha gente conozca la planta y genere en ella “un sentimiento de identidad nacional”. “Muchas personas no sabían cómo era o la confundían con la quinua”, asegura.