El paso del ciclón Yaku, en marzo del 2023, devastó el norte del país. En el caso de Lambayeque, este inusual fenómeno dejó un saldo de 66 mil damnificados a causa de las torrenciales lluvias que provocaron los desbordes de ríos y el colapso de los sistemas de alcantarillado.
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Como parte de la campaña Peruanos que Suman de El Comercio y el BCP nos encontramos en la bondadosa y benemérita ciudad norteña para conocer a Mitchell Gonzales, un joven de 28 años que lidera una iniciativa en la que diseñaron refugios económicos para que esos miles de damnificados puedan ser atendidos.
Al igual que el resto de lambayecanos, la familia de Mitchell se vio afectada por las torrenciales lluvias y el desborde del río Reque, que en un principio provocó pérdidas para unos 15 hogares.
“Durante la emergencia me dediqué a mapear el riesgo de desborde del Reque, para esto el río La Leche ya se había desbordado y dejado graves pérdidas. Pero al ver toda la destrucción que iba dejando el fenómeno sentía que tenía que hacer algo más”, explica el joven graduado hace poco de arquitectura de la Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo y quien, además, es coordinador de proyectos en Manifiesto Lab, un colectivo local que trabaja en la producción cultural y en proyectos de índole comunitario y ambiental.
Casi en paralelo, en Illimo, Morrope y otros pueblos cercanos, Carlos Larios se encontraba repartiendo un cargamento de víveres y agua que había conseguido reunir como parte del programa social que dirige en el estudio donde trabaja como gerente, Tanar Arquitectos.
Al regresar a casa, Carlos recibió una llamada. Al otro lado de la línea estaba Mitchell. “Tenemos que hacer algo, las casas se están cayendo”, dijo uno. “Juntémonos y diseñemos un prototipo”, respondió el otro.
“Si bien un grupo de damnificados ya habían sido albergados en refugios y carpas, otros tantos no tenían a dónde evacuar pese a estar ante un inminente riesgo. Yo ya había trabajado con Carlos en otros proyectos, ambos teníamos experiencia por los fenómenos del 2017 y los dos queríamos ayudar”, narra Mitchell.
En solo una semana, los jóvenes diseñaron un módulo que reunía las condiciones básicas para albergar a una familia y cuyo ensamblaje podía hacerse en una tarde en el mismo lugar. “Diseñamos un ambiente económico, habitable y con ciertas características de confort térmico, de ventilación y protección contra insectos, como los zancudos”, explica la dupla mientras nos recuerda que tras las lluvias surgió una emergencia sanitaria por dengue.
Lo más importante para ellos, aseguran, era conseguir que el proyecto sea viable. Por eso, sustituyeron su idea inicial de hacerlos de madera por drywall, fibrocemento y parantes metálicos. “Así pasó de costas 4 mil o 5 mil soles a los 2.300 soles que cuesta actualmente, fue lo mínimo a lo que pudimos bajar, tomando en cuenta el alza de precios que sufrieron los materiales por esa época”, explica Mitchell.
El primer módulo se financió sol a sol, con la voluntad de los vecinos que iban conociendo sobre su iniciativa. “Algunos nos dejaban en efectivo, otros nos lo transferían por Yape. A partir del segundo módulo, la Iglesia Nazareno donó la totalidad de todos los materiales que necesitábamos para construir los módulos de emergencia. Ahora hemos construido 21 módulos para esta primera etapa, los mismos que han sido llevados a Patapo, Callanca, Morrope y Olmos”, resumen.
Cabe resaltar que más allá del dinero, lo más valioso que Mitchell y Carlos han conseguido es reunir a más de 40 jóvenes que cada fin de semana se reúnen de forma voluntaria para preensamblar los paneles que luego llevarán a las zonas afectadas para ser instalados. “Esto no sería posible sin ellos. Y tampoco sin los donantes, por eso necesitamos que más gente se sume, aún hay compatriotas que necesitan de nuestra ayuda”, aseguran.
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