Se estima que en toda Sudamérica quedan alrededor de 2.500 osos de anteojos, también conocido como oso andino. La tala ilegal, el temor de los ganaderos que los perciben como una amenaza a sus animales o creencias místicas de los pueblos originarios son las principales amenazas para esta hermosa especie.
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Como parte de la campaña Peruanos que Suman de El Comercio y el BCP, hemos llegado al Santuario Nacional Pampa Hermosa para conocer a Nino Arteaga, un destacado guardaparques que se dedica a monitorear a los pocos ejemplares de osos que ahí habitan y, además, a concientizar a las poblaciones locales sobre la importancia de su preservación.
Las más de 11 mil 500 hectáreas de Pampa Hermosa se extienden entre las provincias de Tarma y Chanchamayo, en el departamento de Junín. Designada como zona reservada en el año 2005 y como Santuario Nacional cuatro años más tarde, forma parte de la Reserva de Biósfera Bosques de Neblina de la Selva Central del Perú.
Se estima que en sus miles de metros cuadrados protegidos viven más de mil especies de plantas y por encima de las 2 mil especies de animales, incluidos el ya mencionado oso de anteojos, el gallito de las rocas, además de una inmensa variedad de monos, serpientes y aves.
Hacia ahí nos dirigimos con Nino Arteaga. “Él es considerado un intérprete de la selva, eso quiere decir que no solo identifica cada ruido u olor que percibe, sino que además lo puede explicar con mucha facilidad”, explica Anamelva Zambrano, jefa del Santuario Nacional.
Nino nació en Oxapampa hace 39 años. Asegura que desde pequeño absorbió la influencia de las diversas comunidades que ahí conviven: los descendientes de colonos europeos, la población andina y las comunidades amazónicas como los yanesha.
“Yo crecí en el monte, eso me permitió desarrollar cualidades auditiva u olfativas. Inicialmente me dediqué a capturar animales para empresas que trabajaban en la Amazonía tropical, pero luego decidí ingresar al Inrena (ahora Sernanp) para devolver lo que la naturaleza me había dado y preservar a todas las especies posibles”, explica.
Su conversión a naturalista-conservacionista, asegura, se dio a los 25 años, luego de enfrentarse a una serpiente venenosa de tres metros durante una hora. “Ese ejemplar me provocó una sensación inexplicable que me llevó a convertirme”, recuerda sentado sobre una piedra musgosa.
Dos formas de notar que Nino es parte de la naturaleza es que los abundantes mosquitos que por aquí rondan no se detienen a picarlo, además, lleva más de 20 minutos con una zarza de espinas clavada en la pierna y ni siquiera se ha dado cuenta.
Tras su conversión, Nino comenzó a viajar por el Perú. Convivió un total de tres años con comunidades originarias, como los yanesha, los asháninka, los yine y los shipibos.
“Ahí aprendí sobre la cosmovisión amazónica, entendí cómo la selva cambia durante la noche y por qué se teje tanto misticismo para cosas inexplicables”, comenta.
Este aprendizaje le sirvió para convertirse en el principal puente de comunicación con las comunidades cercanas a Pampa Hermosa, con quienes ya lleva varios años trabajando en busca de la preservación de las especies de la zona.
“Sobre todo con los osos de anteojos, que son vistos como animales sagrados y por ello los cazan, para luego realizar ceremonias”, advierte.
La puesta del sol es nuestro aviso para regresar a la ciudad. Nino debe terminar de ultimar detalles con su equipo pues en la madrugada se internarán durante 15 días en la selva para una nueva misión de monitoreo de osos.
“Mi único consejo es que cada vez que puedan escapen de la ciudad, visiten una reserva natural y respiren, vivan, sientan, emociónense y hállense a ustedes mismos. Ir a la naturaleza es regresar a tu verdadero hogar”, reflexiona.
Es precisamente esa preocupación por la naturaleza y su inacabable deseo de concientizar al resto sobre el cuidado que deben tener con el ambiente las cualidades que convierten a Nino en un peruano que suma.
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