El tráfico de fauna silvestre y la tala ilegal son los dos grandes problemas ambientales que durante décadas han azotado a la ciudad de Pucallpa. Si bien las autoridades parecen haber encaminado mejor su trabajo durante los últimos años, con miles de decomisos y la consideración del tráfico ilegal de especies como crimen organizado desde junio del 2022, una verdadera solución al problema va más allá.
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Qué sucede, por ejemplo, cuando un mono bebé es capturado. Para comenzar, los cazadores matan a la madre para así poder arrancarle a la atemorizada cría que lleva sujeta en el lomo. Luego, la meten a una pequeña jaula dentro de la cual viaja por miles de kilómetros hasta la ciudad en la que vaya a ser comercializada.
Muchos de estos ejemplares, especialmente los más pequeños, mueren en el camino. Los que logran sobrevivir suelen contagiarse de alguna enfermedad o sufrir heridas en el camino.
Como parte de la campaña Peruanos que Suman de El Comercio y el BCP, nos encontramos navegando por el río Ucayali hacia la laguna Chanajao para conocer a André Vela, un joven pucallpino que junto a un grupo de amigos dirige un santuario natural al que llegan estas especies luego de ser rescatadas y son reintroducidas paulatinamente a su hábitat natural.
Después de viajar durante una hora en peque peque desde el malecón Grau, un grupo de monos que se abalanzan sobre nuestra embarcación son la señal indudable de que hemos llegado a Asoconprebiocha.
En febrero del 2018, luego de engorrosos trámites con las autoridades forestales, André y su socio Francis Chauca consiguieron que el Estado peruano les cediera el control sobre 5.860 hectáreas a orillas de la Laguna Chanajao.
“La iniciativa surgió porque queríamos proteger la flora y fauna propia de la región de Ucayali. Me gustaría que las nuevas generaciones también puedan disfrutar de la diversidad natural y lleguen a ver animales en su hábitat natural. Este lugar nos interesaba especialmente porque posee características de un bosque inundable”, explica André, mientras le da de comer un pedazo de papaya a la Negra, una mona que llegó hace pocos meses al refugio. Uno de sus ojos resultó dañado durante su cautiverio, pero lejos de volverse agresiva hoy se acurruca en los brazos de quienes visitan el lugar.
CONOCE A NUESTRO PERUANO QUE SUMA
Las características que André resalta sobre este bosque lo hacen un lugar mágico, pues dependiendo de la temporada del año se puede presentar uno u otro ecosistema. Es decir, entre diciembre y marzo, la temporada de lluvias, el nivel del agua crece casi 2 metros por encima del que vemos durante la temporada seca, como la que vivimos en este momento.
Eso permite que André y su equipo puedan recibir a distintas especies y luego dejarlas en libertad dependiendo de la temporada del año que les resulte más conveniente.
“Las autoridades hacen las intervenciones, incautan a las especies y las traen. Nosotros aquí las atendemos con veterinarios especializados en fauna salvaje y luego inicia el proceso de reinserción. En poco más de cuatro años hemos recibido primates como los mono choro, maquisapas, pichicos; pero también loros, añujes, tigrillos, lobos de río, tortugas y serpientes”, asegura André.
El estatus de concesión de conservación, además, le permite a Asoconprebiocha estar en constante contacto con las autoridades para prevenir cualquier intento de vulneración al área protegida. “En ese sentido resultan fundamentales los custodios del equipo. Acá han intentado ingresar madereros ilegales porque tenemos árboles de valor comercial, pero ellos han evitado que los talen”, explica.
La dedicación de André y su equipo por preservar este santuario natural para que futuras generaciones puedan conocer, disfrutar y cuidar a las especies de esta región los convierte en auténticos peruanos que suman.
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