Félix Álvarez estuvo un año en la Juventud Comunista y se apartó. Su hermano Julio militó 30 años en el Partido Comunista Peruano, y también acabó decepcionado. Producto de este desapego ha surgido “El fracaso del socialismo en el mundo”, texto editado por Lampadia, que se presentó el pasado lunes en la Feria Internacional del Libro en Lima. Su autor, nacido en Arequipa en 1944, es ingeniero químico de profesión, pero se define como filósofo y politólogo autodidacta. Ha publicado diversas investigaciones y alista una nueva sobre las bondades del liberalismo.
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— ¿Qué tienen que saber las personas tras leer su libro?
Que existe una ideología, el socialismo, que ha fracasado en todos sus matices y formas. En la propia URSS, pese a que algunos quieran justificarlo con el aburguesamiento del partido. En Polonia, donde quienes lideraron su derrumbe fueron los de la clase obrera, los sindicatos agrupados en Solidaridad. En África, donde se instauró en más de diez países. En Asia….
— Usted habla de un fracaso global, pero subsisten quienes creen que las ideas socialistas pueden ser el camino a seguir por el Perú.
Sí, es cierto. Y lo que es más grave es que en las elecciones del 2021 ganó un partido marxista-leninista, como está claramente expresado en el ideario y programa oficial de Perú Libre. Claro está que muchos de los que votaron por ellos, una gran mayoría, lo hicieron por un factor emocional, a lo que se sumó que no conocían lo que era ese ideario. Por eso es importante hablar de esto.
— Usted afirma en el libro que el sistema socialista va contra la naturaleza misma del ser humano. ¿Por qué?
El ser humano ha ido desarrollándose a partir del intercambio de mercancías. El comercio es inherente al desarrollo de las sociedades. Así como la creatividad y la innovación. Y todo eso el socialismo lo inhibe. Todo está regido por la planificación central a través del Estado. En el sistema socialista no existirían un Bill Gates, un Silicon Valley. No se trata de la gestión, sino del sistema.
— Remarca que el socialismo es una utopía.
Es que las utopías son muy atractivas. El marxismo lo dice: el fin supremo de la sociedad socialista, que culminará cuando llegue a ser una sociedad comunista, va a ser el paraíso sobre la Tierra. No se necesita de Dios. No habrá explotados ni explotadores, la productividad será tan grande que satisfará todas las necesidades, las máquinas harán el trabajo rutinario… Pero toda utopía es irrealizable.
— ¿Y qué puede hacer una sociedad democrática frente a este panorama? Porque no puede negarse que la nuestra es una sociedad con muchas inequidades, y allí hay espacio fértil para una acción política e ideológica.
Todo es un proceso, no hay varitas mágicas. En el Perú habíamos avanzado mucho a través de la Constitución de 1993, con las garantías que ofrece el régimen económico se inició un proceso de crecimiento. Un dato concreto y contundente: la pobreza pasó de 56% en 1993 a 20% en el 2019, pero al término del gobierno de Pedro Castillo ha subido a 27,5%. El asunto está en defender el sistema económico y reforzarlo, porque es cierto que se necesitan algunas reformas importantes.
— ¿Cómo cuáles?
Para empezar, la reforma del Estado en sus tres niveles (nacional, regional y municipal) porque es muy deficiente. Los gobiernos subnacionales han recibido grandes cantidades de dinero, especialmente donde hay minería, pero los resultados tangibles son pobrísimos. Los fondos no se han ejecutado y además se han usado en proyectos que no son prioritarios. Y encima, con corrupción. El proceso de descentralización estuvo mal diseñado y fue muy apresurado, requiere una reingeniería. Y en el Gobierno Central, lo mismo.
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— Cuando grupos de izquierda hablan de cambiar el modelo, usted diría: “Cambiar no, mejorar sí”.
Es igual que la democracia, no debemos destruir la democracia como pretende el sistema socialista, pero esta necesita fortalecerse. Pero aquí enfrentamos el problema de que los partidos son cascarones y además la conciencia cívica es baja, la política está tan desacreditada que a gente de mucho nivel de gestión no les interesa.
— ¿Llamaría a los empresarios a que entren en política?
A los que tienen vocación. Imaginemos a personas como ellas, con conocimiento de gestión, en los gobiernos regionales y municipales, al frente del Estado. Pero también en el Congreso, donde vemos cómo se cometen barbaridades con medidas populistas que afectan la economía.
— ¿Siente que el sistema democrático, ya no hablemos solo del modelo económico, está amenazado?
Ah, por supuesto. En principio, en los solo 16 meses que gobernó Castillo la situación empeoró gravemente. Hubo una fuga de capitales de más US$20.000 millones, la inversión privada prácticamente se paralizó, la cartera de US$56.000 millones de proyectos está paralizada… La situación ha mejorado con la actual presidencia, hay algunas seguridades que se ofrecen, pero todavía persiste la desconfianza. Y más con las convulsiones sociales que ha habido. La amenaza no ha culminado, especialmente en el sur del país. Mientras los sectores democráticos están divididos y muy poco activos, esperando con los brazos cruzados que la crisis termine, el sector que actúa contra el sistema sigue trabajando fuertemente. Continúan capacitando a los jóvenes en el marxismo leninismo, hay una prensa que llaman “alternativa” muy fuerte…
— Entonces, ¿qué hacer?
Primero es defender la Constitución de 1993 porque ha sido atacada fuertemente, y uno de los ataques que más ha impactado es decir que el Gobierno no puede solucionar los problemas porque el texto constitucional lo ha impedido, por lo que es necesario cambiarlo y hacerlo a través de una asamblea constituyente, pues el pueblo debe tener la palabra. Son ideas fuerza que se han estado utilizando falazmente. Y ha habido pocas voces que defiendan públicamente y con eficiencia la Constitución.
— Quizá porque al hacerlo se les atribuye una cercanía con el fujimorismo…
Claro, hay también ese prejuicio. Porque la izquierda, hay que recordarlo, participó en esta Constitución. Y con figuras muy inteligentes.
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— Entonces, ¿quiénes son los llamados a defender el modelo económico y la Constitución de 1993?
En principio, los sectores que tienen más conocimiento, entre estos, los empresarios. Ellos son conscientes de que les ha permitido mejores condiciones para invertir con seguridades. Platón ya manifestaba que quienes se desentienden de la política están condenados a ser gobernados por los peores hombres. Si la gente más capaz, con mayor capacidad de gestión, con mayor visión, con mayor preparación se aparta de la política, ¿a quién se deja el gobierno del Perú? Es necesario que reaccionen y se emprenda también una difusión de las ideas y los logros del liberalismo, que también ha sido desprestigiado, cuando el liberalismo ha impulsado los mayores beneficios de la humanidad.
— Si el socialismo, si el marxismo leninismo está en un extremo, ¿cuál es el otro en el espectro de derecha?
Hay que considerar que el liberalismo no es extrema derecha, no es derecha siquiera. En la Revolución Francesa los liberales fueron los ideólogos… En realidad, todas las revoluciones democráticas que ha habido en el mundo han sido dirigidas por liberales. Todas las declaraciones de derechos humanos nacen en la ideología liberal.
— Pero no negará que hoy justamente esa bandera, la de los derechos humanos, y otras como la defensa de la ecología, la igualdad de sexos, etc. son enarboladas más por grupos de izquierda que de derecha.
El liberalismo defiende la igualdad. Que haya sectores de derecha que no acepten eso o hasta lo ataquen… esos no son liberales. Lo fundamental para un liberal es la libertad del ser humano en todos sus aspectos.
— Una última pregunta. ¿No hay nada, pero nada rescatable en el socialismo?
[Larga pausa]. Su aporte es haber puesto en agenda los derechos laborales de los trabajadores. Contribuyó a que estos se organicen en sindicatos, pero también impulsó a ver a los empresarios como enemigos irreconciliables, cuando todos pueden actuar en armonía y elevar la productividad.
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