El gobierno del presidente Pedro Pablo Kuczynski aún no cumple un año en el poder y ya alcanzó los picos más altos de tensión con el Congreso. El enfrentamiento entre el Ejecutivo y el Parlamento a raíz del pronunciamiento de Fernando Zavala, quien acusó a la mayoría parlamentaria de ser obstruccionista, fue la consecuencia de una guerra fría de meses, que mantiene a los peruanos como espectadores en una confrontación que no tiene visos de solución.
“Una cosa es el control político, otra el abuso de poder. Una cosa es fiscalizar, otra obstruir” fue una de las frases más llamativas de Zavala la semana pasada. La respuesta de la presidenta del Congreso, Luz Salgado, no se hizo esperar y, dirigiéndose al titular de la PCM, le dijo: “Se equivoca si piensa que el Ejecutivo no está obligado a rendir cuentas de sus actos al Congreso”. Desde el Apra, Mulder muy a su estilo, comentó que los congresistas no están llamados a ser “sobones” de Zavala.
Más allá de acusaciones y réplicas, esta colisión no puede ser permanente, no solo porque el perjuicio para el país es tremendo, sino por el desgaste de los dos poderes del Estado que merecen no solo respeto, sino que si no trabajan coordinadamente el futuro se muestra incierto.
“Creen que están haciendo todo excelentemente y no es verdad. La prueba es que les va mal. Tienen que hacer política y no quieren rectificar”. Esa fue la sentencia de Fernando Rospigliosi en entrevista publicada ayer en “Perú 21”. Nunca tan de acuerdo con Rospigliosi. El Ejecutivo viene actuando como si todo lo hecho hasta el momento fuera una maravilla y que las críticas vienen de quienes perdieron la elección y que no soportan la derrota. Y por si fuera poco, se detienen a escuchar los cantos de quienes desde su autoproclamada “superioridad moral” les dicen al oído a Zavala y a Kuczynski que el fujimorismo hará todo lo posible para que no culminen los cinco años de gobierno.
Es lógico que ante estos apocalípticos consejos, que se hacen públicos desde una falsa independencia política, la reacción sea salir a “pechar” al fujimorismo, como si el oficialismo tuviera las armas y los operadores para enfrentar la reacción naranja tras la declaración de guerra.
Si vas a pasar a la ofensiva, debes tener las armas para resistir el embate. ¿Las tiene el Ejecutivo? No bastan los operadores mediáticos y los aplausos. Se requiere de política. Ya lo dijimos en este espacio la semana pasada: Zavala tiene que ponerse el traje de político, que no es sinónimo de disparar sin estar cubierto.
Por el lado del fujimorismo, también hace falta no solo una buena dosis de humildad, sino que es momento de quitarse el uniforme de Rambo y guardar las armas. No es una buena señal exhibir la fuerza a cada momento, porque cuando esta se usa exageradamente, no solo se desgasta, sino que pierde legitimidad. Pareciera que la actitud de la oposición es “vengan a rogarme, porque sin mí no pueden hacer nada. Yo decido”. Y la población empieza a percibir actitudes de este tipo.
No estamos en una competencia de quién dice la declaración más altisonante, quién se rectifica primero o quién sube más en las encuestas; en esa contienda todos pierden. La única guerra que hay que ganar es la que tenemos que librar contra la parálisis económica.
MIRA TAMBIÉN EN POLÍTICA...
-