Los desastres causados por los deslizamientos en Moquegua, Tacna y Arequipa han puesto al gobierno de Martín Vizcarra ante su más serio aprieto. Ante la inoperancia de la oposición, es la naturaleza la que termina siendo el principal desafío político.
Aunque pueden reseñarse como hechos imprevistos, lo cierto es que los deslizamientos no son desarrollos ajenos a una gestión de gobierno en las regiones peruanas. Una circunstancia particularmente acuciante en las regiones costeras, que acogen (y, muchas veces, sufren) la descarga de los 53 ríos de la cuenca del Pacífico.
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En tiempos recientes, los desastres han impactado en repetidas ocasiones la política peruana. De hecho, en marzo del 2017 el propio Martín Vizcarra, como ministro de Transportes de Pedro Pablo Kuczynski, fue salvado de una interpelación por las aguas de El Niño costero, que afectó principalmente a las regiones del norte. Su nombre incluso se rumoreó como posible encargado de la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios, función que finalmente recayó en Pablo de la Flor.
Los desastres llegan cuando Vizcarra debe afrontar dos importantes retos. Por un lado, la retórica anticorrupción parece haber tocado fondo, ante la imposibilidad de demostrar resultados tangibles y el descuido percibido en otras esferas, como la económica. De hecho, un sondeo de Datum de enero indicaba que el 63% de los encuestados creía que Vizcarra se estaba “concentrando solo en la lucha contra la corrupción y no en resolver los problemas económicos del país” (“Gestión”, 21/1/2019).
Además, la forma poco prolija en que Vizcarra respondió al (breve aunque no despejado del todo) escándalo de Conirsa dejó el manto de la sospecha instalado.
Por si fuera poco, los desastres impactan en el sur, una de las dos regiones donde Vizcarra ha visto reducir su aún sólida aprobación (la otra es el centro). Según la más reciente encuesta de Datum, Vizcarra ha perdido doce puntos porcentuales en el sur entre enero y febrero (“Perú21”-”Gestión”, 8/2/2019). Algunas semanas antes, la encuesta de El Comercio-Ipsos reportaba un declive de catorce puntos porcentuales en el sur, entre diciembre y enero (20/1/2019), un lapso que suele ser menos severo, dado el ánimo navideño y vacacional.
Sin duda, los deslizamientos trascienden la responsabilidad de Vizcarra como presidente peruano. Pero el desafío que plantea hará relucir sus falencias y la grisura de su Gabinete seguramente termine de hacerse evidente.
Vizcarra ha reaccionado de manera similar a su predecesor: asignando regiones a ministros. Pero el buen impacto que tuvo “una sola fuerza” difícilmente podrá reeditarse. Por el contrario, su rápida reacción podría ser leída como una finta. “Un solo disfuerzo” podría ser el eslogan que se le endilgue.
Una frase atribuida al ex gobernador de Nueva York Mario Cuomo diferenciaba el lenguaje político según los retos que debían enfrentar los líderes: “Se hace campaña en verso, se gobierna en prosa”. ¿Estará listo Vizcarra para dejar el verso?