Atrás quedaron los tiempos en los que los presidentes peruanos eran recibidos por sus pares estadounidenses en el Salón Oval de la Casa Blanca y dialogaban sobre temas de interés para ambos países. Hoy vivimos en la época de las conversaciones y encuentros casuales en los pasillos que son presentados ante la opinión pública como reuniones formales.
Dina Boluarte viajó a los Estados Unidos con el permiso del Congreso argumentando que tenía programada una reunión bilateral con el presidente de ese país, Joe Biden. Como era de esperarse, la autorización le fue otorgada.
Lo que recibió el Congreso a cambio del permiso concedido fue solo una imagen de la mandataria aferrada de la mano de su homólogo norteamericano mientras recorrían los ambientes de la Casa Blanca y un comunicado de la cancillería que más parecía el equivalente diplomático de “llegué tarde por culpa del tráfico” y que sonaba tan creíble como un premio Nobel de la India.
De acuerdo al Ministerio de Relaciones Exteriores, la tan anunciada reunión bilateral –que nunca se realizó porque nunca estuvo en la agenda de Biden–, “no se llevó a cabo con el protocolo que caracteriza las reuniones bilaterales” porque “los tiempos quedaron cortos”.
En el Congreso hay quienes se han sentido estafados por el Ejecutivo. Pese a que la canciller Ana Gervasi ha solicitado presentarse a la Comisión de Relaciones Exteriores para informar sobre el viaje, el ánimo que prevaleció en el fujimorismo es que las explicaciones las dé ante el mismo pleno que le otorgó el permiso a Boluarte. Ayer la bancada presentó la moción respectiva. Y no se descarta que, si sus argumentos no son satisfactorios, este episodio termine en una censura.
No es la primera vez que las ansias de notoriedad internacional de Boluarte generan una crisis en el frente interno. Aún está fresco el recuerdo de su reciente periplo europeo, con la compañía de una numerosa comitiva oficial, para lograr una foto con el papa Francisco que terminó convertida en meme de Halloween.
La sola carta de invitación del presidente Biden para que Boluarte participe en la cumbre de la Alianza de las Américas para la Prosperidad Económica era de por sí un motivo más que suficiente para que el Congreso autorizara el viaje de la mandataria. No había necesidad de incluir en el pedido el argumento una reunión bilateral que no estaba confirmada. De no ser por eso, este lío absurdo en el que está metida la cancillería no existiría.
Hay un detalle en el vapuleado comunicado de Torre Tagle sobre el que Gervasi deberá dar explicaciones al Congreso. En este se afirma que la reunión bilateral había sido “confirmada el 30 de octubre por la Casa Blanca y reconfirmada hasta la noche del 2 de noviembre”. Si esto es así, ¿Por qué en el pedido de autorización del Ejecutivo al Congreso, presentado el 26 de octubre, ya se afirmaba que la bilateral había sido confirmada? Misterios que la canciller deberá aclarar al Parlamento antes que “los tiempos le queden cortos”.