Veintitrés años después de ganar el Oscar con “Erin Brockovich” y 33 años después de dejar huella en millones de hombres y mujeres de todo el planeta con ese clásico de la comedia romántica titulado “Mujer bonita”, Julia Roberts se presenta ante los más de 220 millones de sunoscriptores de Netflix con una propuesta diametralmente distinta, pero que seguramente tendrá un interesante impacto.
La actriz de 56 años protagoniza “Dejar el mundo atrás”, un avezado drama apocalíptico dirigido por Sam Esmail. Se trata de una adaptación cinematográfica de la novela que Rumaan Alam publicara allá por 2021. En la cinta de 138 minutos de duración, Roberts da vida a Amanda Sandford, una desconfiada publicista que, de un momento a otro, premia a su esposo e hijos con unas vacaciones en una hermosa casa de playa, sin imaginar que lo que debía ser algo mágico, se torna en “vacaciones del infierno”.
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En la película de Sam Esmail todo parece dispuesto para establecer comparaciones rápidamente. Ni siquiera han pasado cinco minutos de la historia y Amanda ya se atrevió a afirmar que “odia a todos”, mientras que su esposo, el profesor universitario Clay Sandford (Ethan Hawke), es más bien un hombre apacible, amistoso y conciliador. En segunda línea, el hijo adolescente, Archie (Charlie Evans), destila el pragmatismo y egoísmo que caracteriza a muchos adolescentes. Algo completamente distinto ocurre con la mejor de casa, la pequeña Rose (Farrah Mackenzie), quien vive pegada a las emisiones de la sitcom “Friends”, “lo único que la puede hacer feliz”.
Cada uno de estos cuatro pequeños mundos que conforman la familia Sandford se relaja en la playa hasta que ocurre el primero de los muchos incidentes extraordinarios de los que seremos testigos en adelante. Abre esta cadena de sucesos la aparición de un inmenso buque que encalla a solo centímetros de nuestros protagonistas. Refugiados en casa, un ‘apagón’ deja a los vacacionistas sin Internet. Nada aún parece preocuparlos mucho, hasta que toca la puerta G. H. Scott (el dos veces ganador del Oscar Mahershala Ali) y su hija Ruth (Myha’la). Ambos salían de una ópera y el incidente ya mencionado abortó sus planes de volver a la ciudad, por lo que deciden solicitar ayuda a sus ‘inquilinos’.
Fácilmente identificable como una propuesta apocalíptica, “Dejar el mundo atrás” no imagina una epidemia de algún virus novedoso capaz de alterar la fisionomía de los habitantes del planeta o, peor aún, de desaparecerlos. La historia aquí está más vinculada a las consecuencias que un ‘caos tecnológico’ podría desatar alrededor del planeta. Al comienzo, claro, en la magnitud de cada protagonista. Rose sufre porque el TV no responde y no puede ver “Friends”. Clay ha perdido la posibilidad de guiarse por GPS para manejar hasta el ‘pueblo’ más cercano. Amanda, por su parte, ha perdido por completo la señal de su celular.
Paralelamente a estos inconvenientes ‘leves’, por llamarlos de alguna forma, la cinta de Sam Esmail presenta una serie de pequeños elementos extra naturales: una manada de ciervos rodea la casa de playa de los Sandford. Una bandada de flamencos invade la piscina en una noche donde la lluvia parece a punto de romper el cielo. Vistas en conjunto, estas manifestaciones otorgan un mayor de nivel de tensión para personajes que, despojados de todos sus implementos tecnológicos, parecen desorientados y temerosos.
Antes de analizar el siguiente nivel de complejidad que afrontan los personajes de esta película, toca mencionar que, tal como Amanda (Roberts) cumple un rol clave en gran parte de la cinta, lo propio hace el galardonado Mahershala Ali como G.H. Scott. Conocedor no solo de la zona donde está su vivienda, este personaje ejerce un control innegable sobre las situaciones más complejas de la trama. “Necesito saber si estás de mi lado para lo que se viene”, le dice en algún momento a Clay, que en el lado opuesto cumple un rol casi completamente pasivo, a ratos casi de espectador.
La sucesión de estos hechos extra naturales y la develación de algunos pormenores del ‘apagón tecnológico’ –que más que darles calma a nuestros personajes, a ratos parece llevarlos al límite—sigue un camino paralelo a lo que podría ubicarse en el espacio del ‘drama personal’. Amanda reacciona con recelo y dureza cuando, en un inicio, desconoce quién le ha tocado la puerta y ahora le pide ‘volver a su casa’ (G.H. Scott). No solo mira mal, sino que además trata casi despectivamente a Ruth, una joven lo suficientemente perspicaz y madura como para saber alejarse en el momento que corresponde. Dos puntos de tensión más abajo, Archie sentencia a su hermana con un “mejor anda buscando otra cosa que te haga feliz”, cuando esta le expresa su tristeza porque no ha podido ver el desenlace de un episodio de “Friends”.
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La exposición a hechos inesperados puede generar reacciones de todo tipo en el ser humano. Amanda y Ruth se alían sorpresivamente para gritarle con furia a la manada de ciervos que creen amenaza sus vidas. Por otro lado, Clay no duda en acelerar su automóvil cuando una desconocida le implora a los gritos ayuda en medio de la carretera. Este mismo personaje, pero ya acompañado por G.H. protagonizan un instante empapado de realidad. Desesperados buscando medicina, llegan a cada de Danny (Kevin Bacon), un vecino del pueblo que ‘previó’ la emergencia y, escopeta en mano, defiende lo poco que pudo comprar únicamente “para los suyos”.
Aunque podríamos perdernos entre esa combinación de hechos sobre naturales y consecuencias de un ‘apagón tecnológico’, será imposible no percibir el tono político de la película de Sam Esmail. Danny –interpretado notablemente por Bacon—pide que los visitantes se alejen de la puerta de su casa y le hablen ‘al lado del automóvil’. Pero el mensaje no queda ahí: fuera de su casa está la bandera estadounidense, un elemento que podría verse como común, pero que, si lo acompañados con el aluvión de presunciones que este personaje expulsa de su boca, aparentemente producto de la desinformación a la que está expuesto, fácilmente podría ser confundido con un ‘asaltante del Capitolio’ (“Nada tiene mucho sentido ahora. Cuando el mundo no tiene sentido puedo hacer lo que es racional, que es proteger a mi gente”).
Finalmente, tal vez un poco lejos de lo político, pero no de lo personal/social, Amanda (Roberts) y Clay (Hawke) aportan también al cuestionamiento de una sociedad que, en primer lugar, parece tener al ‘yo’ como la primera, segunda y tercera de sus prioridades (“Nos jodemos entre todos todo el tiempo, y creemos que no hay problema porque usamos pajilla de papel y ordenamos pollo de corral”) y, por último, sufre una dependencia quizás excesiva por la tecnología (“No puedo hacer nada sin mi celular y mi GPS. ¡Soy un inútil!”).
Aunque parece extenderse algo más de lo necesario, y presenta situaciones no siempre bien ordenadas, “Dejar el mundo atrás” es una válida puesta en escena en torno a cómo la sociedad contemporánea puede reaccionar ante situaciones que tal vez hoy aparecen solo en las novelas.
Felizmente.
DEJAR EL MUNDO ATRÁS/NETFLIX
Director: Sam Esmail
Elenco: Julia Roberts, Mahershala Ali, Ethan Hawke, Myhala'la, Farrah Mackenzie, Kevin Bacon
Sinopsis: Las vacaciones de una familia dan un giro escalofriante cuando dos desconocidos se presentan en plena noche buscando refugio frente a un ciberataque que se va volviendo más y más aterrador. En esta situación, todos deberán asumir cuál es su papel en un mundo que se desmorona.
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