En una escena, solo aparecen tres de los cuatro Beatles: Paul, George y Ringo. “Lennon llegará tarde de nuevo”, dice McCartney, algo incómodo, mientras empieza a improvisar con la guitarra. Y en ese instante ocurre algo parecido a la magia: unos acordes sueltos que van tomando forma de a poco, el balbuceo de unas letras aún indefinidas. Ringo lo mira fijo y comienza a seguirle el ritmo. Harrison coge su guitarra y también se suma. En eso llega por fin John ―con Yoko al lado, como durante toda la película― y se acopla al ensayo en silencio y con naturalidad. Así empezamos a escuchar el sonido reconocible de “Get Back”, el milagroso alumbramiento de uno de los clásicos de The Beatles.
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De momentos como ese, casi epifánicos, está repleto “The Beatles: Get Back”, monumental película de Peter Jackson (“El Señor de los Anillos”) que Disney+ estrena en tres partes entre hoy, mañana y el sábado. Un documental que se centra en los días de grabación ―en enero de 1969― del “Let It Be”, álbum que funge de banda sonora para el final y despedida de la banda de Liverpool, y que, oído con los años, merece mucho más que las duras críticas que recibió al inicio. Una obra escandalosamente infravalorada dentro de la discografía beatle.
Pero volvamos al documental en sí mismo, que retrata a la banda en el desafío autoimpuesto de grabar un disco y presentarlo en vivo en menos de un mes. Un seguimiento de 18 días del que quedó copioso registro, aunque hasta ahora escondido: 60 horas de video y 150 de audio que Peter Jackson se encargó de desempolvar, revisar a detalle, restaurar y montar.
La tarea no fue nueva para el cineasta neozelandés. Recordemos que en el 2018 estrenó “They Shall Not Grow Old”, un documental que rescataba tomas inéditas de la Primera Guerra Mundial, y las corregía y colorizaba para insuflarles vida 100 años después de grabadas. Si en esa película Jackson resucitaba las sonrisas y la sangre de soldados anónimos, en “The Beatles: Get Back” emprende un proceso similar pero con los cuatro músicos más famosos de su época. De alguna forma, ambas películas funcionan como dos caras de una moneda: la tragedia y la gloria, la destrucción y la creación.
Lo cierto es que la noble empresa de recuperar tanto archivo fílmico le sienta bastante bien a Jackson. En “The Beatles: Get Back” los colores vibran y el metraje luce limpio. Se impone la grabación cotidiana y casera, pero también se dejan ver algunas tomas bellamente filmadas de las sesiones de composición y la intimidad de la banda. Y, de paso, se desbaratan ciertos mitos sobre lo que ocurrió en dichas jornadas.
Porque si bien se observan varios momentos tensos ―como los cinco días en que Harrison decidió abandonar el proyecto y la disolución de la banda parecía acercarse con peligro―, en realidad lo que predomina en el conjunto es la camaradería, la naturalidad de unas celebridades en un espacio seguro, el goce creativo que nos regaló algunas de las mejores
piezas de la historia del rock. Cómo no emocionarse, por ejemplo, viendo a la dupla Lennon-McCartney poniendo en práctica su complicidad trabajada con la mirada, a pura intuición musical, como dos almas gemelas en trance. Ningún registro conocido hasta hoy estuvo nunca tan cerca de The Beatles.
Y aparte de los Fab Four, también destacan algunos secundarios: Yoko Ono y su presencia enigmática, de la que tanto se ha comentado como posible causa de la separación de la banda. El cineasta Michael Lindsay-Hogg, quien en esos días se encontraba dirigiendo la película “Let It Be”, que se estrenaría al año siguiente (Peter Jackson ha dicho que el suyo es “un documental sobre aquel documental”). O la efusiva colaboración de Billy Porter, el llamado beatle negro, quien con apenas 22 años de edad se encargó de los teclados electrónicos e imprimió un sonido clave en canciones como “Dig a Pony”, “I’ve Got a Feeling” o “The Long and Winding Road”.
El clímax de la película llega en su tercera parte, con los 42 minutos íntegros del emblemático concierto que The Beatles ofrecieron en la azotea de Apple Studios, en Londres. Aunque ese show ya es bastante conocido, aquí se muestra como nunca antes: mediante el registro de 10 cámaras diferentes, para el que Peter Jackson recurre a la pantalla dividida, ostentando su habilidad narrativa para plasmar el frenético despliegue de la banda, la sorpresa de los fanáticos y peatones que pasaban por el lugar (no todos contentos) y hasta la desesperación de un joven policía que no sabe cómo controlar la improvisada performance rockera. La confluencia de esas múltiples perspectivas posee un efecto inmersivo que lo vuelve uno de los puntos más altos del filme.
Las casi ocho horas de “The Beatles: Get Back” (468 minutos, para ser exactos) dejan al “Let It Be” de Lindsay-Hogg casi reducido a un mediometraje anecdótico y, valgan verdades, poco fiel a la atmósfera realmente vivida en ese enero del 69. También es cierto que a esta versión dirigida por Jackson, por ambiciosa y titánica, parece sobrarle metraje; pero es un exceso que vale la pena tragarse por la magnitud del rescate. Para un fanático de The Beatles nunca será demasiado; para un amante del cine, tampoco. En una u otra orilla, conviene verla como un hito histórico, musical y cinematográfico. Imposible no disfrutarlo.