Parece broma, pero no lo es. El próximo año se cumplirá un cuarto de siglo del estreno de “Miss Simpatía”, aquel éxito de taquilla en el que Sandra Bullock daba vida a Gracie Hart, una agente del FBI que luego de ser degradada de sus labores habituales, recibe la tarea de investigar (y evitar) un posible atentado que tendría lugar en el próximo concurso de belleza Miss Estados Unidos.
En aquella cinta de Donald Petrie, Bullock –o mejor dicho Hart—tenía como compañero a un oficial de gesto usualmente adusto, interpretado por Benjamin Bratt, un talentoso actor estadounidense de madre peruana. El vínculo entre la inesperada ‘aspirante’ a reina de belleza y el detective Eric Matthews, como se llamaba Bratt en el filme, fue creciendo escena a escena, hasta un desenlace satisfactorio.
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El tiempo hizo lo suyo y ese oficial del FBI hoy vuelve a la palestra en una nueva comedia, esta vez amparada por el millonario paraguas de Netflix. En “La madre de la novia”, Bratt (ya con 60 años a cuestas) es Will, el padre de RJ (Sean Teale), novio y futuro esposo de la joven influencer Emma (Miranda Cosgrove, la recordada estrella de iCarly). A esta última la acompaña su madre, la doctora Lana, interpretada por la también famosa actriz y exmodelo Brooke Shields (58 años).
En hora y media de extensión, la película de Mark Waters (el mismo director de “Chicas pesadas” y “Un viernes de locos”) se centra en el viaje de relax que servirá como antesala a la boda entre RJ y Emma. Como resulta común en la actualidad, esta joven pareja conoce mucho entre sí, pero poco en profundidad acerca de su familia. Por eso, el día en que todos se encuentran en el hotel de Phuket, Tailandia, descubren algo absolutamente inesperado: los papás de los novios son ex enamorados de la época universitaria.
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Este hecho, digamos, fortuito, trastoca por completo la trama. La pareja de jóvenes novios cede su trascendencia en la trama con inusitada velocidad y, entonces, Will –un Bratt bastante conservado, canoso y ágil de reflejos—y Lana, una Shields excesivamente inocente, aunque lo suficientemente encantadora como es habitual, se convierten en el centro de atención para propiciar que los espectadores respondan una de las preguntas/recursos más explotados del cine, televisión, literatura y demás: ¿Donde hubo fuego cenizas quedan?
En medio de un guion que desnuda sus flaquezas desde el inicio, lo primero que llama la atención de “La madre de la novia” son la serie de elementos colocados artificiosamente alrededor de la mencionada pareja. Lana ha viajado a Tailandia con una amiga, la pícara tía Janice (Rachael Harris). Por su parte, Will hizo lo propio con Scott (Wilson Cruz) y Clay (Michael McDonald), una pareja que, junto a la mencionada Janice, intentan añadirle algo de picardía a dos ‘historias de amor’ que se exponen en simultáneo.
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Janice parece ser la más preocupada en que su amiga Lana deje su lado ‘académico’ y le brinde una oportunidad al amor. Por eso cada vez que puede la incita ya sea a acercarse y conversar con su ex, Will, o a aceptar una salida con cualquiera que se atreva a coquetearle en pleno ‘viaje de placer’. Desde el lado opuesto, Scott y Clay intentan representar a una pareja liberal que, paradójicamente, creen fervorosamente en el ‘sólido amor’ que alguna vez lograron Will y Lana en sus épocas universitarias. Ninguno de estos tres ‘cupidos’, sin embargo, llega a enganchar porque en el fondo sus parlamentos son casi siempre predecibles.
Todas las carencias que presenta este trío de ‘acompañantes’ se compensan con la serie de detalles de escenografía y locaciones que exhibe “La madre de la novia”. Como si se tratase de un interminable spot de promoción turística, la nueva comedia romántica de Netflix no escatima en las más bellas tomas de sol, playa y arena a disposición de cualquiera que se anime a visitar Phuket.
Un ligero elemento dramático intenta abrirse paso en medio de la historia de ‘amor añejo’ que protagonizan Will y Lana. Emma parece urgida por cumplir compromisos contractuales con las marcas que auspician sus redes sociales y ha casi cedido por completo el criterio bajo el que se realizará su matrimonio con RJ. El joven cuestiona, pero finalmente acepta.
Es, no obstante, la mamá de Emma quien se sentirá desplazada en los preparativos de la boda. Lo que debería ser el día más hermoso en la vida de su joven hija, termina siendo una asignación de marcas y ‘¿canjes?’ que –y aquí tal vez lo único sustancial de la película de Mark Waters—evidencian una especie de frenético ‘capitalismo del amor’ del cual o no queremos o no podemos desligarnos.
Al priorizar la historia de los padres, “La madre de la novia” opta por abandonar casi por completo el rol de Emma y RJ. Tanto es así que realizar el ejercicio de imaginar este largometraje como solo una ‘rom-com’ entre Brooke Shields y Benjamin Bratt no suena tan jalado de los pelos.
En esta línea, aunque Miranda Cosgrove busca dejar su impronta (como una intensa joven que ‘colapsa’ ante la presión de quedar bien con las marcas que apoyarán su boda, mientras simultáneamente busca no repetir los errores ‘sentimentales’ de su mamá), todo lo contrario, pasa con Sean Tale, de quien podríamos calificar su interpretación como fantasmal. No solo porque carece de acciones relevantes en los 90 minutos que dura el filme, sino porque ni siquiera evidencia esfuerzos mínimos por enganchar con su ‘papá’ en la ficción.
Acostumbrados a que cada cierto tiempo el algoritmo de Netflix arroje tantas películas buenas como malas, “La madre de la novia” se ubica claramente en el segundo bloque. La poca ambición y el mínimo instinto novedoso de su guion golpean el balance de una propuesta que incluye un puñado de actores que, tal vez insertos en otro contexto, y bajo una trama ligeramente más solvente, bien podrían haber funcionado juntos.
LA MADRE DE LA NOVIA/NETFLIX
Sinopsis: Una mamá amorosa viaja a una isla tropical para la boda de su hija, pero descubre que el padre del novio es un ex al que no veía hace muchísimo tiempo.
Elenco: Brooke Shields, Miranda Cosgrove, Benjamin Bratt
Calificación: 1 estrella de 5
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