“El baile de los 41” fue la tercera película más taquillera de noviembre de 2020 en México y ahora Netflix la suma a su lista de géneros drama y romance. La cinta de David Pablos plantea el difícil encuentro con la sexualidad de un grupo de hombres gay en una época bastante conservadora. ¿Sabías que, en la historia de Lima, ocurrió un suceso muy parecido denominado “El escándalo de La Laguna”?
MIRA: El baile de los 41″: la verdadera historia de la fiesta gay que escandalizó a México en 1901
“El baile de los 41” fue la noche festiva más extravagante de un grupo de la élite mexicana muy relacionada con el poder político del presidente de México, Porfirio Díaz, que tuvo lugar en 1901. Durante este régimen autoritario y conservador, los 42 asistentes a la celebración, la mitad de ellos vestidos con elegantes prendas femeninas, fueron reprimidos por la autoridad.
En vez de una casa de la calle La Paz en la Ciudad de México, el escándalo limeño tuvo lugar en el restaurante La Laguna del antiguo distrito de Barranco. El 2 de febrero de 1959, el espacio fue alquilado para la celebración de un grupo de hombres, en su mayoría disfrazados de tigresas, vampiresas o vestidos de can can y de gala con antifaces. Hoy, en lo que era el local, se encuentra el Museo de Arte Contemporáneo de Lima (MAC Lima).
Mientras los vecinos se quejaban del “desvergonzado espectáculo”, por los jardines exteriores, algunos hombres se escabullían a la fiesta de forma clandestina. También estaban quienes compraban sus boletos para ingresar y poder ver a los travestidos de siluetas exuberantes, y por último, no faltaban los violentos, que esperaban a la salida para arremeter contra los asistentes maquillados y peinados “con rouge y coloretes”.
Por desgracia para los fiesteros, la celebración debió terminar apenas la Policía empezó a acechar los alrededores. A diferencia de “El baile de los 41″, en La laguna, la celebración terminó de forma pacífica, pues la casería de brujas vendría después. Algunos de los hombres travestidos, según la fuentes hemerográficas, eran figuras públicas miembros de un núcleo social importante.
Según el texto “El escándalo de La Laguna” de Gustavo Buntinx, Daniel Contreras y Sophía Durand, los documentos periodísticos que encaminan la investigación del suceso no son claros, por lo que no podemos hablar de un número de asistentes de dos dígitos, como en el caso de los 41 hombres homosexuales que bailaban en una gala secreta, tal como indica el escritor Carlos Monsiváis sobre el caso mexicano.
“El escándalo de La Laguna actuó como una escena primaria del travestismo moderno en Perú. Ya en el pasado colonial y republicano, habían manifestaciones publicadas e incluso escenificadas de exhibición y escarnio de la homosexualidad”, comenta a Saltar Intro el historia de arte y fundador del Micromuseo virtual, Gustavo Buntinx.
“Perú es un país muy diverso y es difícil generalizar un contexto tan amplio. Pero, por ejemplo, en el Siglo XIX, hay poemas satíricos en relación a los travestidos asociados con algunas tapadas, que en realidad eran hombres”, comenta Buntinx.
¿Serán las “tapadas” una referencia de la escena de los años 50 en Barranco? En las acuarelas del pintor peruano Pancho Fierro, se ven muchas mujeres limeñas con un velo negro cubriendo sus hombros que tienen un rostro con evidentes facciones masculinas. Pero no solo en el arte plástico.
“Me parece que, en las tradiciones de Ricardo Palma, también hay citas sobre este engaño que se suscitaba en la ciudad cuando algunos caballeros galanteaban a las tapadas y de repente resultaba que eran hombres”, sostiene la curadora e investigadora del Micromuseo, Sophía Durand, a El Comercio.
LA PERSECUCIÓN
La tesis de Sophía Durand y Gustavo Buntinx dice que el escándalo de La Laguna fue el arma perfecta para desprestigiar a un adversario, en este caso, el alcalde de Barranco (sin nombre) de entonces, y sostienen el argumento por que, después del lanzamiento de la noticia en Lima, la licitación de la administración pública de la Municipalidad de Barranco fue una cuestión polémica.
Luego de esa noche, el dueño del restaurante La Laguna perdió la concesión de su lugar de trabajo y fue puesto tras las rejas. Sus bienes fueron embargados y al poco tiempo el local de comida volvió a abrir bajo el control de un concesionario que optó por darle un nombre “tan opuesto a las connotaciones anteriores”: El Caballo Negro, que sonaba más a una virilidad y masculinidad socialmente asignada.
“En esa época, en Lima, no había lineamientos específicos sobre los derechos de las personas gay. Es más, habían asociaciones conservadoras, de higiene social y de lo que está bien y lo que está mal. Estas son las que ejercieron presión ante el escándalo de ese barrio barranquino”, comenta Durand.
“No vestirá la mujer hábito de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace”, expresa el pasaje de la biblia con el que comienza la investigación de los autores. Un proverbio religioso que refleja el pensamiento de una sociedad limeña tradicional en sus costumbres y apegada a la moral católica.
EL FIN
Luego del escándalo, inició una persecución contra los asistentes de la fiesta que no formaban parte del grupo social de élite limeña presente en el local de Barranco aquella noche, según el texto del Micromuseo. Más bien, las autoridades reprendían a personas homosexuales humildes y destinadas a trabajos marginales debido a su condición económica, en tanto, un periódico advertía que eran víctimas de “su enfermedad”, y no eran corruptoras, sino “corrompidas”.
“El baile de los 41 impuso aquello evidente, pero negado en la sociedad mexicana. En el caso de La Laguna, el impacto inmediato fue quizá comparable al caso mexicano, pero no así su huella perdurable. En México, todavía hoy el 41 es como un número maldito. En Lima, La Laguna no adquirió esa connotación precisa… Tal vez, la sociedad limeña terminó siendo más tolerante que lo que la incitación de titulares de última hora pretendía imponer”, concluye Gustavo Buntinx.
“Hay que entender el travestismo no solamente como el paso de la vestimenta del sexo masculino al femenino o a la inversa, al sexo opuesto, sino también a lo que ocultas como persona, a la tapada, a lo que no quieres decir, pero está ahí presente en el inconsciente, a la búsqueda de la identidad, a maquillar lo que no puedes expresar. Esto trabajaba el artista Giuseppe Campuzano: cómo leer la historia del Perú desde el travestismo, desde la búsqueda de una identidad”, apunta Sophía Durand.
¿Quiénes somos? ¿somos más españoles o más indígenas? ¿somos conservadores? ¿no lo somos? Son algunas de las preguntas que haría el activista travesti y filósofo Giuseppe Campuzano, según Durand. Eso es. Perú, medianamente parecido en este contexto histórico a México, es la cultura de los sabores y la diversidad de ideas que se encuentra en el limbo, algo que sigue siendo muy complejo de explicar, pero ojalá logremos algún día descifrar.
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