Todo comenzó como un cuento. La profesora de Lengua Española, Miss Milagros, nos pidió una composición de una página para contar nuestras vacaciones. Sin pedir permiso, y porque pensé que era una mejor idea, le entregué cinco carillas de un inconcluso cuento sobre un niño ciego que curaba personas en la pileta de un parque de barrio. La Miss no solo felicitó la iniciativa sino que expandió el rumor por todos los pasillos. Recién estaba en los primeros días de clases y ya había recibido un llamado a la dirección. Don Víctor Santillán, que en paz descanse, me miró muy serio y me dijo: “¿Sabes quién es Yolanda Vaccaro?”. Le respondí que “No” y luego me contó que Yolanda era una ex alumna, que durante tres años publicó casi todos los domingos como corresponsal escolar del diario “El Comercio”. “¿Te gustaría ser como ella?”, me volvió a preguntar. Con la confusión adolescente, de que me estaban ofreciendo algo nuevo y retador acepté. Dos meses después, recibí mi primera credencial de corresponsal escolar de manos de Don Alejandro Miró Quesada Garland. Nunca más un día domingo fue igual.
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Estaba en segundo de secundaria cuando fui a la primera actividad de la sección en el Parque Reducto de Miraflores. En el bus que nos iba a llevar desde Miraflores a la sede del diario, en el centro de Lima, lo que se impuso fue la timidez debido a que la mayoría eran chicas y chicos de cuarto o quinto de secundaria. La experiencia como Corresponsal Escolar, ese exitoso programa que vuelve al Diario después de más de diez años, se dividía en dos caminos: asistir a los paseos y publicar tus textos cada fin de semana en la edición impresa del diario. “No fui un corresponsal muy activo, sufrí el bajón que no se publicara una nota que envíe y me desconecté un poco. A fines de año volví a intentar colaborar y sí pude leer mi texto en una sección de “breves”. Como me había reintegrado a las actividades, pude ir a una chocolatada de Navidad organizada por los Corresponsales. Sentí gran unión, un gran ambiente y me di cuenta lo que me estaba perdiendo”, nos responde José Carlos Requena, comunicador, analista política y ex editor de este Diario.
-Los años maravillosos-
Durante dos años, también pertenecí a ese grupo que mandaba algunas notas -que no se publicaban- y que no faltaba a los paseos a lugares como la Huaca Pucllana o las Lomas de Lachay. Ya aparecía en algunas fotos de los recorridos y para la señora María Rosa, subdirectora de mi colegio, era el primer paso hacia “el día que mi primera nota sea publicada”. Para motivarme, pegaban en los murales del colegio esas imágenes donde aparecía haciendo esporádicos cameos.
Hasta que en diciembre de 1995, Sporting Cristal obtenía el bicampeonato del torneo local al igualar 2-2 con Alianza Lima. Dentro de la tribuna popular y al salir del estadio Nacional, con 15 años, pude conocer desde muy cerca lo bueno, lo malo y lo feo de la pasión futbolera. Había tenido mi primera experiencia cerca a las barras bravas y empecé a escribirla con orden cronológico. Sí, en términos formales había redactado mi primera crónica y se la llevé a la editora, Mariza Zapata. Era un manuscrito. Ella aprobó muy rápido la publicación, se la entregó a Lucy Torres, coordinadora de la sección, quien con mucho cariño la transcribió en su máquina de escribir. El 14 de enero de 1996 abril, la nota abrió la página 13 de la edición dominical del diario.
Fueron tres años maravillosos (como la serie). El romance con el periodismo comenzó muy temprano, mirando los vitrales históricos de la sede del decano en el centro de Lima, subiendo las escáleras de mármol, al compás de cada sonido de teclado. Fueron tres años y más de 100 textos publicados en menos de dos años. Demoré un poco, pero cumplí con mi promesa a Miss Milagros, al director Víctor Santillán y a la señora María Rosa. Siempre en domingo. Hace unos días le escribí a Yolanda Vaccaro para contarle que estuvo presente, sin saberlo, en ese primer contacto que tuve con el periodismo. Los dos somos ex alumnos del centro educativo “Mi Hogar y Escuela” de Lince y los dos hemos extendido la relación con el diario hasta hoy. Ella es corresponsal del diario en España desde hace dos décadas.
“Fui corresponsal entre el año 1984 y 1987. Yo era muy activa en esos años, con Nora Pesantes, con Roberto Adrianzén y con Maria Rita. Lo que más me marcó fue la entrega de credenciales a cargo de Don Alejandro Miró Quesada Garland y Don Aurelio Miró Quesada. Los propios directores se acercaban con nosotros y nos acompañaban a recorrer las diferentes secciones, por ejemplo el Archivo con Silvia Miró Quesada. Nos trataban como profesionales siendo muy pequeños, empecé a los 13 y terminé antes de irme a España, a los 17. Parece un poco frívolo, pero mi mejor experiencia fue poder entrevistar a Soda Stéreo, era mi grupo favorito y estaban en el Grand Hotel de Miraflores. Incluso pude entrar con fotógrafos del diario. Esa debe ser mi nota más significativa. Yo publiqué cada domingo. Me acuerdo mucho que yo vivía en Lince y que tomaba la Cocharcas José Leal para irme al Centro de Lima. La experiencia de corresponsal escolar fue determinante en mi vida”, me dice Vaccaro, quien no solo obtuvo la licenciatura en Periodismo de la Universidad Complutense, sino que también tiene un doctorado en Derecho.
Así como Yolanda y Soda Stéreo, a mí también me tocó adelantar la mayoría de edad en el periodismo durante las Eliminatorias para el Mundial Francia 1998. Los corresponsales escolares rápidamente se daban cuenta que esa credencial juvenil no tenía distinción en la fecha de nacimiento. Era un carné para ejercer el reporteo en cualquier cancha. Elegí el césped del estadio Nacional, el día que entrenaba la selección argentina de Caniggia, Simeone, Ortega y Zanetti. Un mes antes, había ganado una grabadora y una cámara fotográfica de mano en un concurso de ensayos sobre pueblos amazónicos. Todo eso me acompañaba al momento de bajar al campo.
Nos avisaron que los futbolistas iban a dar notas breves. Intenté con todos los mencionados, cracks tops del momento, y ninguno se detuvo. Pensaron que era un admirador adolescente que se había infiltrado. Solo se detuvo el más joven de ese equipo. Habló conmigo diez minutos y se fue caminando despacio sin que nadie lo detuviera. Era Hernán Crespo y cinco años después iba a convertirse en el mejor delantero del mundo. Fui corriendo a la redacción para contar la historia. Mientras regresaba a casa, sentado en el último asiento de la línea 9, por la avenida Abancay, llegué la rápida conclusión que me acompaña hasta hoy. Ser corresponsal escolar siempre será una buena noticia.
-Una orientación vocacional-
En medio de este relanzamiento del programa de corresponsales escolares, ha sido posible reconocer ex integrantes del proyecto no solo liderando medios de comunicación, sino también destacando en otras facetas como la política o el derecho. Una de las ventajas de ser corresponsal escolar es que existe la posibilidad de hallar la vocación de comunicador muy temprano. Así ocurrió por ejemplo con la actual editora de Política de El Comercio, Cecilia Rosales, la ex editora de Lima, Norka Peralta.
“Estar de cerca a los fotógrafos del diario era posible sentir esa orientación hasta cómo pararnos en la foto. La entrada de Mariza Zapata fue fundamental, le dio un toque más periodístico a la sección. Ella hasta nos llevó al Ministerio de Educación a hacer entrevistas y, por ella, pude entrevistar a Luis Castañeda Lossio, quien era director del Instituto Peruano de Seguridad Social. Nunca olvidaré lo que me dijo: ‘seguro Mariza ya no me quiere ver y por eso manda a sus corresponsales’”, nos responde Rony López, director de ERRE Comunicaciones, una empresa de relaciones públicadas vinculada al sector cultural y del espectáculo. “Una vez fui al diario y no había redactores para una comisión con Almendra Golmesky. Me preguntaron si quería ir y me enviaron en la móvil de El Comercio. Fui con el fotógrafo Dante Piaggio”, relata Rony.
Carla Tello, periodista de Canal N, interrumpió por unos minutos sus labores como conocida presentadora de noticias para recordar su incursión como corresponsal en 1996. “Fui corresponsal en 1996. Lo que más recuerdo es que la credencial te abre algunas puertas, sobre todo si eres niña para entrevistar a personas. Desde allí comenzó una fascinación por el periodismo y también ese reconocimiento de ser periodista de El Comercio. La sección te abría el panorama para buscar temas para escribir, me ayudó mucho a poner el ojo en la noticia, a pesar de tu corta edad. Influyó mucho en mi decisión de ser comunicadora”, nos responde. Ellos también aprendieron en (esta) casa.
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