El 2018 debíamos haberlo recordado como uno de los más hermosos del fútbol peruano. Pero Edwin Oviedo no lo quiso.
El señor Oviedo es inocente. No se ha probado aún que haya cometido algún delito ni por el Caso ‘Los Cuellos Blancos del Puerto’ ni por ‘Los Wachiturros de Tumán’. Pero el Ministerio Público considera que existen indicios suficientes para asegurar su participación en ambas organizaciones criminales. Por eso ha sido detenido hoy por el primer caso y mañana podría ordenarse lo mismo en Chiclayo por el segundo.A fin de no dañar la reputación de la Federación Peruana de Fútbol, el señor Oviedo debió renunciar o, en el peor de los casos, solicitar una licencia mientras resolvía su situación legal. Debió hacer lo que dijo persiguió desde que se convirtió en el hombre fuerte de la Videna: preservar la institucionalidad por encima de la persona.
¿Qué hizo a cambio? Se aferró al cargo y nos vendió la idea de que si se iba, todas las reformas emprendidas se vendrían abajo. En los últimos días hizo un inesperado ‘rush’ por diversas redacciones para hablar sobre su situación legal, mientras aparecían imágenes suyas al lado de Ricardo Gareca, el gerente Antonio García Pye y Juan Carlos Oblitas, una de las cuales motivó el airado reclamo de este último.
¿Qué vemos ahora? Dos miembros de la junta directiva de la federación detenidos (Oviedo y su abogado José Carlos Isla); la Videna rodeada de policías y fiscales revisando sus oficinas en busca de documentos relacionados con un hecho delictivo.Después de mucho tiempo, el fútbol se había convertido en sinónimo de alegría, orgullo y unidad. El señor Oviedo ha manchado todo eso. Otra vez somos foco de la vergüenza. Hace un año, Gareca y sus muchachos nos devolvieron la Navidad. Hoy el señor Oviedo nos la volvió a quitar.