Hace casi 70 años, la música pop en inglés empezó a expandirse mundialmente debido a su sonido juvenil y simpleza creativa. El rock n roll fue la punta de lanza. Aunque el pop no es un género en realidad, cualquier canción que alcance masividad se convierte en “popular”. De ahí el término pop. My Sharona, de The Knack, es un tema de hard rock que entró en las listas pop, al igual que la agresiva Ballroom Blitz, de Sweet. Pero ordinariamente se asume que la música ligera e intencionadamente comercial es música pop. Usaremos entonces la definición ordinaria.
Una vez llegado el pop a Latinoamérica se fusionó con sonidos típicos latinos, como el bolero y la balada, con lo cual se volvió más amigable y se convirtió finalmente en lo que hoy se conoce como latin pop. Este género es el que menos fronteras tiene actualmente en la región, luego de décadas en las que el rock argentino o mexicano; la hermética salsa dura; las baladas venezolanas, españolas o mexicanas; el merengue y diversas corrientes folclóricas –como el género vernacular– fueron efectivos, pero sin conseguir “pegar” en el 100% de latinoamericanos. Sin embargo, esto sí lo ha logrado el latin pop o tropipop. Es la música más transmitida en la radio, la que más pega, la que ponen en la mayoría de fiestas y eventos en países hispanohablantes. Por estas razones, muchos artistas de géneros como el rock, la balada o el mismo pop cambiaron su estilo temporalmente para lanzar una canción con estos arreglos romántico-bailables.
El ejemplo clímax es Fonsi con su super hit Despacito. Con esta canción, el latin pop alcanzó la universalidad. Es fácil de bailar, tiene un ritmo pegajoso y simple. No requiere de complejos ensambles instrumentales ni mucha filosofía. La fórmula es rigurosamente la misma y por ello el oyente común no puede diferenciar si una canción de tropipop es de Fonsi, Fonseca, Sebastián Yatra, Chino y Nacho, Lil Silvio, Dragon y Caballero, Los 4, etc. Pero funciona muy bien como género internacional en medio de la gran variedad rítmica hispanoamericana.
Debido a la homogeneidad que existe entre todas las canciones de este estilo, hay muchos mixes de latin pop que resultan muy buenos –por su falta de estridencia– como música de fondo en la mayoría de eventos. Muchas de las letras tratan de pasarla bien y de disfrutar la vida. Es casi un estándar. Si se trata algún tema sobre corazones rotos o tristeza, se le enfoca desde un punto de vista positivo, como si eso no importara y la vida siguiera, a diferencia de las letras retadoras y machistas del reggaetón.
La gran primera explosión de esta fusión fue con el genial Juan Luis Guerra, quien presentó la música dominicana al mundo con un acabado de cinco estrellas y una autenticidad admirable, a diferencia de la repetitiva realidad actual. Hasta Chayanne, Ricky Martin y Shakira hacen estas baladitas estilo latin pop. Lanzar una canción de estas es hoy apostar con todas las de ganar para luego seguir en el mismo camino pero mejor parado.
Para mí esta música es muy confusa por su similitud entre todas sus canciones. Incluso una vez, para relatar una pequeña anécdota, estaba siendo entrevistado en una premiación Billboard en Puerto Rico en la cual también habían participado los artistas Wisin & Yandel. Yo, por distraído o desinteresado, equivocadamente me referí a ellos como “Winsconsin y Yam Yamy” en televisión.
El reggaetón también está estereotipado como un género de fórmula rígida. Se dice que es el que menor talento requiere, ya que la mayoría de sus exponentes no escriben las letras ni componen las melodías y hasta les afinan la voz con el programa Auto-tune.
Hoy el reggaetón se parece más al hip hop que antes con un nuevo género llamado trap. Este último estilo de música, al parecer, es lo que se viene. Todos los reggaetoneros reconocidos ya sacaron temas de trap, al igual que ocurre con la fiebre del latin pop. Si se quiere clasificar al tropipop, puede ser un intermedio entre el reggaetón, el vallenato, el merengue, la bachata y la balada romántica, que todos los artistas hispanos están prácticando obsesivamente.
Esta columna fue publicada el 02 de setiembre del 2017 en la revista Somos.