No es secreto que el autor de superventas de libros juveniles conocido como Blue Jeans se llama Francisco De Paula. Tampoco es secreto que escribió todas sus novelas en una mesa del Starbucks más cercano de su casa, lugar al que sus fans podían llegar a pedirle una foto, la firma de un libro —o un vaso de café— o simplemente a conversar con él, pidiéndole consejos, contándole historias o dándole material para sus próximos libros.
Esta era su vida antes de la pandemia. Blue, como lo llaman sus fans, no sale de casa por decisión propia desde el 7 de marzo. “Yo no tengo vicios, mi único vicio era desayunar fuera de casa todos los días”, cuenta. Como le ha pasado a todos los escritores y escritoras, tuvo que cancelar la gira programada para presentar su último libro La promesa de Julia (Planeta, 2020), el cual completa además la trilogía iniciada con La chica invisible. Hoy, en casa, busca la inspiración para cambiar su forma de trabajo. “Es complicado. Yo prefiero no escribir en casa porque encuentro aquí muchas distracciones. Ser escritor es pasión, pero también es disciplina, crearse un horario y una rutina de trabajo; y parte de mi rutina era escribir en medio del bullicio. Todos mis libros los he escrito en una cafetería, escuchando a los jóvenes, relacionándome con ellos. Es la primera vez que voy a escribir aquí, en casa”, dice.
Francisco de Paula recibe tanto a la prensa como a sus fans con amabilidad y jovialidad. No ha querido nunca revelar su edad ni dar muchos detalles sobre su pasado, así que lo único que se sabe es que nació en Sevilla y vivió hasta los 18 años en Carmona; que sus padres tenían una biblioteca gracias a la que se acercó a su adorada Agatha Christie y que se licenció en periodismo, esperando ser periodista deportivo. Encontró en internet el espacio para volcar sus inquietudes literarias y conoció primero en la red la magia que supone para un escritor el tocar a los lectores con las palabras. Y aunque sus primeros libros fueron rechazados por todas las editoriales a las que postuló, fue la constancia su mejor aliada para llegar a la cima en la que hoy se ubica. Invitado a la Feria del Libro de este año, se quedó con el pasaje en la mano —como muchos otros autores y autoras— pero no pierde la ilusión de volver a Sudamérica cuando el coronavirus nos permita recuperar aquello que más necesitamos los seres humanos: el contacto con la gente.
La promesa de Julia se publicó en mayo, en un mundo en pandemia. Tú valoras mucho el contacto con tu público, ¿qué significó la cancelación de la gira para ti?
Se suspendió la gira y tuve que anular todas las actividades de promoción con muchísima pena, pero no quedaba de otra. La situación en España está dura. Mira ahora que los contactos están subiendo otra vez. Aquí vivimos una mezcla de nerviosismo, impaciencia, irresponsabilidad…hay gente que se ha declarado anti mascarilla, gente que no se cree lo de la pandemia, los negocios nocturnos se están quejando porque los cierran. Es todo muy confuso.
La pandemia nos está mostrando un mundo que no imaginábamos realmente. Para un escritor contemporáneo presentar un libro escrito antes de la pandemia es como hablar de un mundo que ya no sabemos si va a existir dentro de poco, tal vez va a cambiar mucho.
Sí, y esto lo hablé con mis editoras hace unos meses. Les pregunté si ellas creían que todos los libros de ahora en adelante van a estar centrados en la pandemia y ellas me contaron que les están llegando un montón de manuscritos que son diarios de pandemia. Si tú ambientas una historia en el año 2020, lógicamente no te puedes olvidar de lo que está pasando, porque es algo a nivel mundial, no es que en una zona haya un virus en un pueblo. En cualquier parte del mundo pones la televisión y no hay un solo minuto en el que las noticias que no hablen de la pandemia. Creo que es complicado saber qué será mejor darle al lector que está harto de la sobre información, pero, como creador, ¿cómo te alejas de eso? Es bastante complicado. Me da mucha curiosidad ver cómo lo van a afrontar el resto de escritores. Ya hay canciones dedicadas al coronavirus y seguro habrá series y películas dedicadas a él. Vamos a ver qué pasa en los próximos años porque esto da para largo.
El club de los incomprendidos fue llevado al cine y contaste que no participaste en la concepción creativa de la película. Ahora que ya se adquirieron los derechos para llevar al cine tu última trilogía, ¿cómo vas a participar del proceso creativo?
Los derechos de El club de los incomprendidos se vendieron el 2013 y la película salió el 2014. Entonces yo tenía unos tres años escribiendo libros y me dejé llevar bastante. Iba haciendo lo que me decían, y no participé en nada en el guion ni en la elección de actores. No me lo propusieron y tampoco era mi cometido, pues al final la película la hizo gente que tiene mucha experiencia en el rubro. Yo me ocupé sobre todo de la promoción a través de internet y contaban conmigo para la promo en medios. Ahora me pongo a disposición de la productora para lo que necesite. Me dijeron que iban a tenerme informado de todo, querían que yo estuviera presente en varias cosas, pero mi labor será la que ellos elijan, pues yo respeto mucho el trabajo de los otros. Los guionistas trabajan de forma distinta a cómo trabaja el escritor, no es lo mismo hacer una serie que hacer un libro. Es el sueño de cualquier escritor que la serie o la película se parezca lo más posible a lo que él ha escrito, pero yo soy consciente de que el poder aquí lo tienen otros. Yo aportaré mi granito de arena, pero si veo alguna cosa que creo que podría fastidiar mucho a los lectores, pues les avisaré. que me hagan caso ya es otra historia.
Ahora que mencionas el respeto al trabajo de los otros, ¿qué significó para ti pasar de escribir en la red, sin ninguna edición, a trabajar con editores?
Mira que el ser humano tiende a echarle la culpa a los demás: no te publican el libro, ay, qué malos son los editores, qué malas son las editoriales que no me aprecian con lo bien que escribo —porque siempre tienes a tu familia diciéndote que eres el mejor—, pero trabajar con editores con experiencia te cambia la perspectiva. Cuando conoces a los editores y entiendes el trabajo que hacen, te das cuenta de que es un mundo complejo, con mucha competencia, pues a ellos les llega muchísimos manuscritos. Las editoriales tienen que vender libros, pues finalmente son una empresa y tienen que hacer lo posible para vender libros. Mi relación con mis editoras es muy buena, yo considero que el libro es un trabajo en equipo con las editoras, las correctoras, las personas que hacen las cubiertas. Tengo mi opinión, evidentemente, y la expreso, pero siempre contando con las personas de la editorial. Lo que les he transmitido desde el primero minuto es que para mí el lector es lo más importante y mi prioridad es trabajar pensando en él.
Te has declarado fan de Agatha Christie y en esta última trilogía incursionas de lleno en la novela negra.
Desde niño he vivido fascinado por ese tema. Tenía un librito de cómo ser detective, con un tutorial para saber manejar una lupa, había casos y cómo investigarlos, Claro, para niños. Recuerdo también que había unos libritos amarillos y eran casos en el que tú tenías que averiguar qué es lo que había pasado a través de dibujos y la solución la tenías al final del libro escrita al revés, la tenías que mirar en un espejo. Siempre me han gustado mucho los temas de los detectives, entonces, cuando descubrí a Agatha Christie me leía dos libros enteros de ella en una noche. La verdad es que poder escribir ahora una novela de misterio para jóvenes, que es lo que puede ser lo que yo haga, me hace mucha ilusión. Todo lo que he leído antes he tenido que aplicarlo al siglo XXI. Ahora un celular te dice dónde está una persona, las huellas dactilares, el ADN, te dicen inmediatamente dónde está el culpable; entonces, es más complicado tejer la trama de una historia de misterio. Esto no le pasaba a Agatha Christie.
¿Las primeras novelas te ayudaron a soltar la mano para llegar a las novelas de misterio?
Sí, el cuerpo ya me iba pidiendo escribir misterio. De hecho, en los libros de Algo tan sencillo ya hay alguna muerte por ahí, ya meto una ouija. Soy lector de novela negra, me gusta mucho, pero hay una parte de la que no me puedo olvidar, que es la de los jóvenes, la de sus problemas, la relación con sus padres, la de meter un tema como la relación de los jóvenes con el alcohol —En La promesa de Julia aparece— o la sexualidad. No me puedo olvidar de ellos, pues son los que me ha traído hasta aquí.
Es cierto que hay temas que siempre van a cruzar la vida de un adolescente, como la rebeldía, la confusión, la atracción, pero hay temas que no tocan a todos por igual, como la relación con el alcohol. ¿Cómo te acercas a las vivencias de los jóvenes contemporáneos?
Escribir novelas juveniles tiene mucho de recuerdos, de sensaciones. A quién no le han rechazado, quién no ha vivido un desamor, o quién no se ha enamorado de alguien que no le ha correspondido. Esas sensaciones las he vivido también, ya están un poco lejanas, pero las recuerdo; sin embargo también leo mucho. Además, ten en cuenta que hoy en día con las redes sociales los chicos son libros abiertos, te lo cuentan todo en las redes: lo que piensan, los personajes que ellos crean, el tema del sexo, de cómo se sienten, cómo los chicos hoy tienen cada vez menos problemas en decir que son gay. Hay cuestiones que ellos tratan en redes, incluso si te sientas al lado de ellos. Yo que solía escribir en cafeterías he visto sentarse a mi lado a no sé cuántos jóvenes que han hablado de no sé cuántos temas. Vas pillando cosas de todos lados y también hay cosas que intuyes. Es la mezcla de sensaciones vividas, de cosas que van pasando, de sensaciones que te cuentan, o movimientos que ves en redes lo que hace que crees un personaje que se parezca mucho a este joven del siglo XXI donde, después de todo, la manera de comunicarnos a lo mejor es distinta, pero esos temas están ahí siempre, de toda la vida.
¿Cómo te afecta no escribir en cafeterías?
Me afecta sobre todo a nivel de que era mi oficina. Yo escribí todos los días, entre cuatro y ocho horas, en la misma cafetería desde hace diez años. Y esa cafetería ahora la han cerrado, ya no va a abrir más. Ahora hay un proyecto en mente hablado con la editorial. y yo tendría que estar trabajando ya en él. Voy a tener que escribir por primera vez un libro en mi casa, y eso me afecta porque, después de 11 años, tengo que reinventar mi rutina de trabajo.
Desde tu experiencia como lector sabes que la literatura a la que uno se acerca de niño o adolescente es fundacional. Sin embargo, se suele hablar de la literatura juvenil con cierto aire despectivo. ¿Qué opinas de ello?
Creo que muchas veces se habla desde la ignorancia y la falta de sentido común. La literatura infantil y juvenil es necesaria porque crea a los lectores del futuro, y ahora es más necesaria que nunca con todas las opciones de ocio que hoy hay: tenemos los móviles, la tv, las plataformas de streaming que distraen mucho a la gente de la literatura. El año pasado hice una encuesta sobre cuánto habían leído en verano los jóvenes y gente que antes leía muchísimo había leído mucho menos porque se habían enganchado a no sé cuántas series. A veces se habla de la literatura juvenil como algo menor, como algo secundario, como algo poco importante cuando realmente es algo fundamental. Y eso significa una gran responsabilidad para los autores juveniles.
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