Muy pocas deben ser las personas que no han visto al menos un cuadro de Juan Lepiani (Lima, 1864 - Roma, 1932). Si desde niños hemos podido imaginar el momento en que José de San Martín proclamó la independencia del Perú o el instante en que Francisco Bolognesi advierte que no se rendirá “hasta quemar el último cartucho”, fue gracias a las pinturas que Lepiani realizó sobre la época independentista y la posterior guerra con Chile. La trascendencia del pintor es tal que incluso el año pasado fue el tema de la tesis con la que Ana Karina Saldaña Niño se convirtió en Licenciada en Historia del Arte, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
“Juan Lepiani puede ser considerado el más importante pintor peruano especializado en cuadros de historia. El gran precedente para el género fue Luis Montero con su gran cuadro “Los funerales de Atahualpa” (1865). Lepiani se inició en el oficio como alumno de Ramón Muñiz, pintor español activo en el Perú durante la segunda mitad del siglo XIX. Muñiz pintó el famoso cuadro “El repase” (1888), un episodio trágico de la guerra con Chile. Como es de suponer, los duros años de la post-guerra del Pacífico constituyeron una época propicia para reflexionar sobre nuestra historia como país. En el campo de la pintura, fue Lepiani quien asumió ese reto de manera sostenida y con gran reconocimiento público”, comenta el historiador del arte Luis Eduardo Wuffarden.
Lepiani no fue propiamente un investigador de la historia, pero sí procuró documentarse de acuerdo con la información disponible en la época. Estando en Roma para perfeccionar su oficio, emprendió su conocida composición de La proclamación de la Independencia. “Aunque se basó en los relatos de algunos testigos, esta obra presenta muchos elementos que no se ajustan necesariamente a la verdad histórica. Representa el acto solemne del 28 de julio de 1821, en que San Martín pronuncia sus famosas palabras con las que proclama la independencia: “El Perú es, desde este momento...” El Libertador y su comitiva son vistos de espalda y parecen emplazarse en el balcón del cabildo, aunque sabemos que el acto se produjo en un tabladillo sobre la plaza mayor. Los edificios del entorno tampoco reflejan demasiado el aspecto que presentaban en 1821, sobre todo la catedral de Lima. Detalle interesante es el autorretrato del pintor, el hombre joven que mira directamente al espectador”, comenta Wuffarden.
Una tesis para LepianiAna Karina Saldaña, autora de la tesis “La historia nacional en la pintura de Juan Lepiani”, cuenta que eligió su tema de tesis porque creció con las reproducciones de Lepiani en sus en textos escolares, pero durante su formación profesional se dio cuenta que la investigación histórico-artística al respecto era escasa. “Generalmente se trataba de artículos o de breves referencias biográficas. Elegí su obra como tema de tesis porque me interesaba poner en valor el objeto artístico como tal, no sólo recurriendo a la carga simbólica de la escena plasmada, sino también documentando el proceso artístico, estudiando las cualidades formales de las obras, informándome sobre la recepción crítica de la época y de las repercusiones que con el tiempo han tenido los temas y las composiciones elaboradas por Lepiani”, dice.
Los principales descubrimientos de su investigación son, en primer lugar, que Juan Lepiani no sólo fue un pintor de historia, sino que también cultivó el retrato, los temas de género, la pintura religiosa, la alegoría, el desnudo, el bodegón y la copia. En cuanto a la historia nacional, el pintor elaboró diez lienzos, a los que se añaden un boceto sobre La fundación de Lima y un proyecto sobre La capitulación de Ayacucho.
“Estilísticamente, la pintura de historia de Lepiani se caracteriza por el respeto a las normas académicas del arte occidental (que incluyen el uso del gran formato, el realismo histórico, la narración, el dominio técnico del dibujo y el color, etc.). Hacia fines del siglo XIX e inicios del siglo XX y a medida que el arte moderno fue adquiriendo éxito, la obra académica fue denominada peyorativamente como arte pompier”, agrega.
Saldaña considera que la experiencia personal de Lepiani lo llevó a desarrollar el sentimiento patrio que expresó en las obras por las que hoy lo recordamos. “Si bien no he encontrado pruebas de su participación activa durante la guerra que enfrentó a Perú, Bolivia y Chile (1879-1883), Lepiani era un adolescente en aquel tiempo y debió ser testigo ocular -al menos-, de la intervención de las tropas chilenas en la capital. Asimismo, tuve la oportunidad de leer un manuscrito en el que explicaba que desde niño, cuando aconteció la guerra con Chile, albergó el deseo de perpetuar la imagen de los principales hombres de la batalla de Arica. Al respecto del lienzo Alfonso Ugarte escribió: “al inmortalizar aquel joven héroe -que como peruano que soy me llena de orgullo- lo he hecho con el espíritu predispuesto a popularizar su nombre hasta el lugar más remoto del Perú- a fin de que se le recuerde siempre con admiración y seamos todos dignos de imitarlo“, comenta.
Sus obras principales son: “Los trece del Gallo”, “La respuesta de Bolognesi”, “El último cartucho”, “La proclamación de la Independencia”, “La entrada de Piérola por Cocharcas”, “La conferencia de Punchauca”, entre otras.
“Todas estas obras exaltan las virtudes heroicas de los protagonistas de la historia peruana y, en esa medida, son un reflejo de la historia oficial. Por eso tuvieron mucho éxito público, fueron reproducidas en láminas y textos escolares, por lo que se puede concluir que las imágenes de Lepiani contribuyeron de manera decisiva a modelar el imaginario público peruano en el campo de la historia nacional”, finaliza Luis Eduardo Wuffarden.