Lo tenía casi todo: el cuerpo con exceso, los rulos en la cabeza, algunos gestos de la zurda. Le faltaba una cámara, nada más. Claro, había nacido en Huacho y no en Fiorito y jugaba en La Palma, un equipo con presencia regional que estuvo apenas unos años en Primera. Le faltaba algo para hacerse notar, para ser famoso. Es posible que, viéndose al espejo, se le haya ocurrido. Nadie podría culparlo: a mediados de los años 80 si uno quería ser futbolista tenía que aspirar a ser como el mejor del mundo. Como Diego Armando Maradona.
Así apareció Ángel Barrios en el fútbol profesional. Por sus gambetas, por sus tics, rápido se ganó el apelativo de ‘Maradona’. Si entonces la cámara hacía una toma panorámica hubiese sido muy difícil reconocer si en verdad el que estaba parado con la mano en la cintura del viejo Nacional era Ángel o Diego. Si, en cambio, la toma era con zoom, la diferencia saltaba al toque. Era un falso Maradona, su clon peruano, su imitador.
Jugó en La Palma, ya se dijo, también en ADT (Asociación Deportiva de Tarma), donde se lo recuerda por algunos goles nacidos desde la potencia de su pie izquierdo y también por la súbita reaparición en la cancha, una tarde de mediados de los años 80, con los crespos mejor trabajados, tipo african look, y una barba negra que lo emparentaba aún más con el argentino.
Verlo en la cancha era asistir a un 'reality': 'Maradona' Barrios ya no solo se parecía a Diego, sino que corría como él, daba saltitos como él y cuando lo obligaba el cambio, salía con el puño en alto, gesto clásico del astro argentino. “Yo soy el Diego del Perú”, diría en un diario local, 20 años más tarde. Una curiosa prueba de su fanatismo.
El mejor contrato de 'Maradona' Barrios lo hizo tras ese paso por ADT. Era 1983 y lo fichó Sporting Cristal, que esa temporada saldría campeón. 'Maradona' se quedó en La Florida hasta 1986 y compartió vestuario, entre otros, con Juan José Oré, Julio César Antón, Koki Hirano, Genaro Neyra, Roberto Arrelucea y Pedrito Ruiz; constelación de figuras rimenses. “Yo me lo encontré en Ecuador, estuvo un tiempo, pero luego le perdí el rastro”, recuerda cada vez que se lo preguntan Germán Leguía, ex jugador del Aucas de ese país y seleccionado peruano.
Lamentablemente, su carrera se diluyó pronto, sin pegar el gran salto internacional: terminó en provincia, en Alianza Atlético, donde compartió vestuario con un joven 'Checho' Ibarra, que venía de su natal Córdoba a probar suerte a la Lima de los apagones y los carros-bomba. Juntó unos dólares y puso la academia de fútbol que lleva su nombre. Según propia confesión, allí se entrenaba su hijo. Hasta que el muchacho Uchuari lo reconoció, su hijo era Max Barrios, un central gigante de la primer Sub 20 que dirigió Ahmed en el Perú y que, luego de ese encuentro, sabríamos se llama en realidad Juan Carlos Espinoza Mercado, es de Machala y tiene un hermano que tampoco lo es.
Ese era Ángel ‘Maradona’ Barrios, el papá de Max. O de Juan Carlos Espinoza Mercado, como denuncian en Ecuador. Un hombre acostumbrado a disfrazarse de otro.