Una mujer cubierta de negro de la cabeza a los pies lleva a un bebé en brazos. Está por encontrarse con una amiga, que también cubre todo su cuerpo. En la zona se ve a personas con armas AK-47. La zona parece seguir golpeada por la guerra. Un hombre grita a los transeúntes que vayan a la mezquita. “Están reunidos para ver lo que les pasa a los que nos traicionan”, se escucha conforme se van acercando al lugar. Un grupo lleva amedrentado a un muchacho vendado de los ojos. Clama misericordia. “Este es el destino de un traidor”, responden. Están por amputarle la mano derecha. A los “asistentes” les ordenan que miren hacia una pared, pero Pervin El Kaddouri no puede. El cuerpo no le responde. Su amiga se lo implora: su vida peligraba si la descubrían. Pervin logra voltear la cabeza hacia otro lado. Ese fue el quiebre. Volver a su hogar, en Suecia, era crucial para su sobrevivencia y la de su hija.
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Así de crudo y sin rodeos arranca Califato (2020), la serie sueco-jordana de Netflix que ahonda en la mirada radical de la ley islámica que tienen los yihadistas (que comparten ciertos aspectos con los talibanes) y cómo fomentan el fanatismo con la desinformación para sumar más adeptos -incluyendo, en este caso, a europeos- al Estado Islámico (EI). La producción de Wilhelm Behrman y Nickolas Reckström, que consta de ocho capítulos de 45 minutos cada uno, tiene tres hilos conductores.
Pervin está casada con un militante del EI. Tiene una hija recién nacida, Latifa. Su vida en Al Raqa (Siria) está lejos del paraíso que le pintaron en Suecia, donde la timaron para que vaya a una ciudad donde realmente pueda estar “más cerca” de Alá. No fue así. Su única opción de volver a casa es a través de Fátima Zukic, una agente de la lucha contra el terrorismo islámico en Estocolmo. Logra contactarla con un celular prestado (artefacto prohibido para las mujeres). Su boleto de salida, sin embargo, pone en constante riesgo su vida.
Al noreste de la capital sueca, en el barrio de Jarva, viven las hermanas Sulle y Lisha Wasem, de 15 y 13 años, y su amiga Kerima, de 15 años. Empiezan a interesarse en el islam a nivel político y religioso por el conflicto entre Israel y Palestina. Eso sumado a la (mala) percepción hacia los musulmanes en los medios de comunicación y la sociedad occidental. Son guiadas por su asesor de escuela Ibbe Haddad, un islamista fundamentalista vinculado a ISIS que adoctrina con la falacia del paraíso islámico. Usa a las redes sociales como herramienta para (des)informar y así luchar contra la “falsa versión” de Estados Unidos y sus aliados. Todo eso, claro, es parte de un plan mayor: un atentado terrorista múltiple en Suecia. Ese ataque une estas tres historias.
En Al Raqa, las mujeres viven en constante opresión: son propiedad de sus parejas; no pueden salir a la calle solas, sin burka. Los varones que no quieren participar en la guerra no tienen opción. Todo lo que viven es “por voluntad” de su Dios. La mirada personal de los protagonistas permite entender los efectos -sobre todo sociales- del extremismo religioso. Ese retrato desesperanzador, violento, real, puede afectar. Quizás necesite hacer algunas pausas continuar viendo. La serie hace una fuerte crítica a las redes sociales (las mentiras que se propagan cual virus en Internet) y al sistema (racismo, violencia y desconocimiento). Es inevitable no reflexionar sobre su sociedad (incluso la nuestra) al finalizar cada episodio.
El thiller dramático puede parecer lento al inicio. Recuerde que son tres líneas argumentales y hay que contar bien por qué es importante cada una. A partir del cuarto capítulo, que las historias se entrelazan de forma más evidente, es difícil no verlo de corrido. El episodio más impactante, quizás, sea el último. Estruja fuerte al corazón.
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En semanas como esta, que volteamos la cabeza hacia lo que pasa en Oriente, Califato es una buena opción para entender lo que vive (y sufre) una sociedad privada de libertad. Además, claro, de los intentos por escapar. Pero también va más allá: el peligro de no conocer la historia (y sobre todo los estragos) de un país. //