La casa de los Petrozzi estaba en el terreno que ocupa actualmente la Universidad de Lima. Entre acequias, chivitos y pavo reales, creció Morella Petrozzi (Lima, 1964), hija de la reconocida bailarina y docente de ballet clásico Ducelia Woll. “Si bien me formé toda mi niñez y adolescencia en el ballet clásico, tenía claro que cuando terminara el colegio quería conocer y formarme en la danza contemporánea. Eran los ochenta, y eso no había en el país”, nos cuenta ella, sentada junto al piano del que fuera el Tutú Café Cultural, la cafetería de la escuela Danza Viva fundada hace 45 años por su madre.
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Morella quería aprender de los mejores, tenía 18 años y la necesidad de viajar y llegar hasta el punto de ebullición de la danza en ese momento. Con la música de Tracy Chapman, Annie Lennox y Sinéad O’Connor como compañía, estudió en Michigan y Nueva York, siempre con la clara intención de regresar al país que tanto ama y enseñar en Danza Viva todo lo aprendido.
Al revisar tus retratos pasados, en recortes periodísticos, se te veía toda rebelde, ruda incluso. Sin embargo, ahora estás como en otro estado.
Estoy en otra vibración, por decirlo así. Cuando recién llegué de EE.UU. y escribía mis primeros libros, tuve ese primer encuentro con el mundo, y el mundo es violento e injusto. Imagino que le pasa a muchos jóvenes, se cuestionan muchas cosas y mis primeras escrituras o danzas no significaban que haya sido así. Era el puente para llevar al público o al lector lo que sentía que era el mundo.
¿Ahora ves el mundo de distinta manera?
Cuando vas avanzando en la vida, vas entendiendo lo que dice “Siddhartha”, una novela donde un joven hindú deja a su padre para encontrar la verdad de las cosas. Esa Morella (de la que hablamos) salió para encontrar la verdad, así como cualquier joven que se va de casa a vivir solo. Como artistas, vamos por la vida autoconociéndonos, en mi caso, a través de la literatura, la observación, la danza, la creación, mas no de la destrucción.
¿En qué momento de tu vida te diste cuenta de esto?
Fue paulatino, cuando das la vuelta a la esquina de los 50 años y empiezas a profundizar sobre temas holísticos, salud integral, todo lo que ayuda a entender la vida. En paralelo, pasó en la pandemia, el calentamiento global, lo que hacemos con la naturaleza. No puedo vivir feliz dentro de mi casa y ver que el mundo se está incendiando. Soy animalista, cada día separo mi plástico como espero que lo esté haciendo la gente. También, soy pescetariana.
¿Qué es eso exactamente?
Que come pescado, pero no come pollo, ni res, ni chanchito. Quiero llegar al punto en el que no sea necesario comer pescados, porque me da lástima hacerlo, pero por el momento consumo animales de sangre fría. La cocina y la alimentación son disciplinas en sí mismas.
¿Te gusta cocinar?
Me encanta. Creo que cocinar es algo muy creativo, es dar y compartir amor. Disfruto cuando me meto en la cocina, preparo mi quinua con cúrcuma, quinua de los tres colores, el brócoli. La col asada al horno queda crocantita, el camotito al horno. No soy de pescado crudo, lo prefiero al horno.
Tu creatividad también es literaria, y tienes varios libros publicados.
Siempre estoy bailando y revolcándome con las palabras, siempre estoy escribiendo, hay cosas escritas que no he publicado, pero tampoco tengo afán de publicarlas. Escribo porque me nace naturalmente como una catarata. Si tengo talento o no, no me interesa, ya lo dirán los expertos. No me digo escritora, soy una bailarina que ama las palabras.
Justamente, ese lado tuyo introspectivo resalta al verte en la televisión. ¿Cómo conviviste con la locura de “El gran show”? Entre el espectáculo, el chisme...
Creo que tengo una calma, algo dentro de mí, llámese esencia, corazón, alma, espíritu, vacío. Siempre estoy en reposo, por fuera me puedes ver en una algarabía, pero por dentro estoy reposando, predispuesta a lo que se me presente en el día, y eso, me he dado cuenta, también lo he llevado a la televisión.
Finalmente, es un trabajo.
Lo es. Hago lo que tengo que hacer en ese momento, que es dar mis observaciones del baile. No he estado envuelta en el chisme ni me afectaba. Si el chisme era sobre los que estaban bailando, yo solamente acataba lo que me tocaba, que era ver su técnica y su baile.
Hemos pasado una pandemia terrible y vivimos en un país de una eterna crisis. Hacer arte en el Perú no es tarea fácil.
Nuestro país es hermoso, empezando por su geografía. Cuando lo divino creó el Perú, algo estaba iluminado. ¿Qué es lo que ha pasado? Pues hemos tenido gobierno tras gobierno de corrupción, de gente que ha mentido y ha robado. Es una mezcla de robo y de gente que no está preparada para gestionar. Nos encontramos en una encrucijada.
¿Cómo ves el futuro para ti?
Siento que siempre voy a estar en la danza, me llena de mucha alegría, me gusta ser puente, comunicar, formar.
¿Hay sueños por cumplir?
Irme un tiempo, no sé si en mi propio Perú o en otro país. Quiero estar en la naturaleza, en una cabaña fuera de la ciudad cultivando mis propias verduras en un huerto y cuidando a mis animalitos, como lo hizo también Siddhartha, ahondarse en el bosque y meditar bajo el árbol de mango. //
"Vacío", de Morella Petrozzi y Claudia Odeh, crea una atmósfera escénica compuesta por la fusión de danza, ‘performance’, mantras, meditación y música. Está inspirado en el libro “Siddhartha” de Hermann Hesse. El espectador transitará solitario por un camino hacia su mundo interior, que lo llevará hasta la totalidad del cosmos: el vacío. “Es una danza muy espiritual, algo jamás hecho en el país”, sostiene Petrozzi. Las funciones serán hoy, el 22 y 23 de agosto en el Teatro del Centro Cultural de la Universidad de Lima, a las 8:30 p.m. Las entradas están a la venta en www.joinnus.com.
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