Durante dos décadas, el escritor y filósofo Pedro Cornejo Guinassi (1961) le tomó el pulso a la escena rockera nacional en su reconocido papel de crítico de música y promotor. Su carrera la inició en los márgenes, como agitador intelectual en revistas auto gestionadas que solía lanzar, cual botellas al mar, en los ochenta. Años después, fue el crítico de Somos y su editor de cierre. Ejecutivo discográfico, dueño de un sello independiente, manager de bandas, conductor de programas televisivos sobre rock y gritante en el grupo subte Guerrilla Urbana, Cornejo pasó por todo el espectro de producción y difusión del rock peruano. En el 2002 publicó Alta Tensión, la primera historia que se escribió sobre el rock en el país. Sigue siendo la única que existe en su tipo. El libro acaba de ser reeditado por el sello Contracultura, en una versión corregida y aumentada, con nuevos capítulos.
Desarrollaste en la primera edición de Alta Tensión la tesis que en el rock peruano ha habido varios corto circuitos que han truncado el desarrollo de una escena en el país. Cosas que inician con fuerza y luego son abandonadas...Sí, esa era la idea que justificaba el subtítulo de la primera edición: “los cortocircuitos del rock peruano”. Si tú ves la historia del rock peruano, ves que está constantemente truncándose. Se trunca en los años sesenta, se trunca en los años ochenta.
¿Por qué piensas que ocurría esto? En los sesenta, el rock peruano se desvaneció porque no llegó a calar entre los jóvenes como forma de vida o ver el mundo. Lo veían como un hobby. Y en el momento en que el gobierno militar de Velasco se puso duro y les cerró las importaciones de instrumentos… se acabó todo porque nadie va a arriesgar su dinero, o su vida, por un hobby.
¿Nadie asumía al rock como expresión de una estética, de ideas o de valores, como ocurría en otros lados?Los músicos declaraban en entrevistas que el rock era algo transitorio para ellos, hasta que les tocara dedicarse a “algo serio” como buscar trabajo. No se consolidó, como sí pasó en Argentina. Allá, que soportaron una dictadura millones de veces más violenta que la de Velasco, el rock argentino salió fortalecido. Hoy día, ningún músico que haga rock en Argentina olvida que sus fundamentos estuvieron en Los Gatos, en Manal, en Almendra.
¿Es un mito eso que Velasco acabó con el rock peruano al prohibir las matinales rockeras de los sesenta, y luego expulsar a Santana?Eso es es un mito, pero hay que decir que mucha gente que vivió en esa época lo cree. Para ellos es su realidad. No olvides que existe lo que se llama la auto mitificación, cuando uno se elabora su propio pasado. Ahí estamos en un campo más complejo. La mayor parte de la gente con la que yo he conversado que vivió en esa época te dice que sí pues, que con mayor o menor énfasis, la dictadura militar mató al rock, o bien porque lo censuró…
¿Velasco lo censuró en verdad?Eso es una cosa bastante discutible, porque fue justo en el periodo de Velasco, del 1968 a 1973, que se produjeron muchos discos nacionales y muy buenos. Los Traffic Sound se desarrollan justo en esa época. Entonces no es muy coherente sostener eso. Ahora, Gerardo Manuel sí cuenta que una vez le censuraron un disco que era crítico contra la dictadura. Y es verdad que los grupos peruanos de esa época no eran muy contestatarios que digamos, entonces uno podría pensar que si no los censuraban era porque no había necesidad.
Volviendo al tema de los cortocircuitos, da la impresión que ahora hay una conciencia más fuerte del árbol y sus ramas, de dónde vienes musicalmente y a qué tradición reportas…Esa es la razón por la que saqué el subtítulo “los cortocircuitos del rock peruano” de esta reedición, porque desde los noventa no los ha habido. Los grupos que salieron ahí siguen tocando. Siguieron apareciendo más bandas. En los noventa ocurre que las fronteras de lo “subte” y lo “comercial” se vuelve borrosa, como lo vimos con R.E.M. y Nirvana. La movida que aparece a partir de esos años ya no sufre un cortocircuito, sino que se mantiene, con sus baches, hasta hoy, produciendo siempre grupos y muchos discos.
¿Qué cosas han cambiado en estos tiempos que no ocurrieron con el rock de los años sesenta o setenta? Creo que el rock ya se ha enraizado en la juventud urbana como lo que decíamos hace un rato: como una expresión de identidad. Los grupos peruanos de rock se han comprado ciertos pleitos políticos, como pasó en los noventa para adelante, con las luchas contra Fujimori, o todos esos conciertos y festivales con un costado político o social. El rock también ha empezado a ser asumido en su variedad de aspectos: se asume como entretenimiento, como negocio, pero también como contestación, crítica, expresión. Todas esas cabezas tiene el rock.
Pero sigue sin dar para vivir...Lo que falta, no sé si se de alguna vez, es que haya una industria que les permita a los artistas peruanos vivir de su música. De momento, se lo permite a muy pocos y eso tiene que ver, me parece, más con el desarrollo de la economía en el país que otra cosa.
¿Te parece que se han forjado muchos mitos entorno a la escena rockera peruana? Es que el Perú, si en algo es bueno, es en inventar mitos. Todavía estamos viviendo del mito de la grandeza del futbol peruano y de la trampa que se supone nos hizo Hitler en las Olimpiadas del 36. Luego está ese mito que los Saicos inventaron el punk, y eso sí que es un disparate absoluto.
Un disparate que mucha gente ha comprado. Hay libros, reediciones internacionales de los Saicos y hasta se han hecho documentales. En eso estoy de acuerdo con Daniel F [el líder de Leusemia] en su libro Las olvidadas raíces del punk rock. Sostener que los Saicos inventaron el punk es un anacronismo. Un nombre más apropiado sería llamarlo rock de garaje, pero este ya existía en los Estados Unidos, así que tampoco fue una invención de Los Saicos. Para empezar, si pones un disco de Los Saicos al lado de uno de los Ramones o de los Sex Pistols verás que no tienen nada que ver.
¿La crudeza interpretativa de Los Saicos no tiene un punto de comparación con el punk? Lo único que puedes encontrar en común con los punks es una cierta actitud frente a la música. Eso de tocar de manera salvaje o visceral... pero eso también ha habido siempre en el rock. Para ese caso, los primeros punks serían los blueseros, porque quién más visceral que un Robert Johnson, que un Howlin´ Wolf. Los Saicos no inventaron la pólvora. Fueron un grupo de la puta madre. Manuel Sanguinetti (Traffic Sound, dueño de la radio Doble 9), que es el tipo menos patriotero que hay, te dice que ellos eran EL grupo, que él único grupo que le gustaba en esos años eran Los Saicos y el resto le parecía una mierda. Gerardo Manuel, ni hablar, dice lo mismo.
¿Qué podríamos rescatar de los Saicos?Es rescatable que Los Saicos hayan hecho un rock fuerte, en español, y que hayan compuesto sus canciones. Es muy importante. De ahí a decir que inventaron el punk, a caer en la ridiculez de poner una placa, como hizo un alcalde, es una cosa que solo ocurre en el Perú.
¿Por qué escribiste Alta Tensión?Porque había un vacío bibliográfico y aún lo hay. Hasta Juegos sin Fronteras [el primer libro de Cornejo, publicado en 1994] no había ningún libro dedicado al rock en el país. Cuando salió Alta Tensión, en el 2002, los únicos libros de rock que habían eran los míos. No había ninguno que hiciera un recorrido histórico desde fines de los cincuenta hasta la fecha que lo escribí. La idea era hacer una primera aproximación panorámica al tema.
¿Cómo tomaste las críticas que se hicieron en torno a las omisiones o inexactitudes que podría haber en el libro? Estoy convencido, desde una perspectiva filosófica, que no existe la historia, así en mayúsculas. Existen múltiples historias y versiones que van cambiando según quien la cuenta. En ese sentido, me molesta muchísimo que la gente vinculada al rock en el país pareciera que no leyeran bien las cosas. Le reclamaban a mi libro una pretensión de totalidad que nunca tuve: en el prefacio decía muy claro que el libro era una primera aproximación, inicial, subjetiva, a la historia del rock en el Perú.
Se puede contar muchas historias sobre el rock peruano, que convivan unas con otras...Hay muchas historias posibles, y todas se pueden contar. Por ejemplo, tienes el libro que sacaron los de Sótano Beat, que cubría el periodo de los años sesenta. Esa es una historia. Si cotejas ese libro con la parte del mío dedicada a eso años, no coinciden pues. De eso se trata: son historias, versiones contadas de distintas perspectivas. Lo que a mi me encantaría es que se escriban otras historias completas, con todo el arco desde los años sesenta hasta la actualidad, como lo hice yo. Lamentablemente nadie se anima a escribirla. Entonces, esta que hice hace dieciséis años queda como la única que existe y, claro, sujeta a la crítica de una supuesta pretensión que nunca tuve.
Hablando de múltiples historias, se han escrito varios libros y hasta una película sobre el rock subterráneo, un movimiento contestatario de los ochenta del que fuiste parte como músico y exégeta. Ese es el otro asunto del que se ha escrito, a mi modo de ver, mucho más de lo que el tema justifica.
¿Por qué lo dices?Porque me parece que el tema del rock subterráneo está agotado desde hace muchísimo. Pero ahí sigue dando que hablar. El subte tiene también una parte de mito, como lo de los años sesenta, y una parte bien grande. No nos olvidemos que cuando se junta Leusemia en 1995, para su segundo disco, este se titula A la mierda lo demás: asesinando el mito. El mito era, en ese momento, Leusemia y el rock subterráneo. Porque hay muchísima gente que ahora habla del rock subte y escribe sobre él, cuando no había nacido en esa época
Es gente que se ha criado con la leyenda del rock subterráneo y lo que pudo haber significado. Y es lo que es: una leyenda, un boca a boca que de pronto se extendió. Si tú le preguntas, no sé, a los hijos de Miki González, qué idea tienen del subte, te van a decir algo muy distinto a la que te contarían los chiquillos que paran con Daniel F o con Miguel Angel, de Voz Propia. Lo que veo es que hay una mitificación del rock subterráneo que ha llevado a algunos a delirar un poco, a alucinar que fue algo mucho más importante que lo que en verdad fue.
¿No fue importante el rock subterráneo?Creo que fue muy importante, pero no delirantemente importante.
Tus amigos comentan mucho que no tengas un celular en pleno 2018...Soy un ser analógico, qué puedo hacer. No me gusta la tecnología. No me llevo bien con ella. No tengo celular, ni Facebook. Tengo un e-mail porque si no sería imposible que alguien me ubique. Y no me gusta aprender de tecnología. Para mi es como Babel, como hablar sánscrito. No me interesa. La computadora la tengo como un procesador de texto.
¡¿Tampoco tienes internet?!Tengo. Pero navegar así, sin sentido por la web, no hago. La uso para buscar la discografía de algún grupo muy puntual. Por lo tanto, ya sabrás que no leo textos en la pantalla, ni en iBook ni en otra cosa que no sea papel. No puedo.
¿Escuchas música actual?Mi reproductor de MP3 está lleno de bandas peruanas que, para mí, son nuevas, que las empecé a escuchar por la reedición del libro. También es cierto que hay estudios que confirman que la música que uno escuchó en su adolescencia es la que más lo marca. Y eso es un poco lo que me pasa desde hace años. Escucho mucha música de esa época, la de mediados de los setenta: Yes, Genesis... Empecé a dejar de escuchar música nueva hace tiempo, salvo que un amigo me la recomiende, y más bien empecé a irme hacia atrás, a buscar lo que me había perdido. Y es un océano igual de grande. Ahora, por ejemplo, mi memoria está muy mal. Si hace dos días vi una película, hoy no puedo decir de que trata. No la retengo. Pero si quieres te puedo recitar cualquier letra de un disco de Genesis, de Yes, de Emerson, Lake and Palmer....
¿De Frank Zappa o Lou Reed?Eso ni que decir.