Pedro Jarque Krebs (Lima, 1963) ha hecho un alto luego de varios años. Mejor dicho, la pandemia lo obligó a detener una actividad con la que se gana la vida: viajar a lugares remotos como reservas naturales, santuarios y zoológicos para retratar el alma de la fauna silvestre, que luego interviene digitalmente, aislándolas de su contexto gracias a un fondo negro con una sutil luminosidad para mayor efecto. El cambio de rutina ha sido drástico pero, admite, le ha servido para revisar archivos, trabajar en proyectos que había descartado, ver la postproducción de sus retratos y la (re)interpretación de estos. “Por ese lado no ha sido del todo negativo”, dice con una sonrisa tímida al otro lado de la pantalla. Actualmente se encuentra en España, donde realizó una sesión a 16 chimpancés en el Centro RAINFER (donde rescatan primates) y bautizó el trabajo como ‘Los otros refugiados’. Recientemente el Siena International Photo Awards, el concurso de fotografía más prestigioso de Italia, decidió organizar una exposición individual de esa muestra. Pero de eso hablaremos más adelante.
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Su acercamiento con la fotografía fue orgánico: solía jugar con la cámara antigua de su padre porque le parecía un objeto curioso. Como vivía cerca del que fue el jardín zoológico de Barranco, en la esquina de la cuadra 16 de la Av. Grau y del Malecón Paul Harris, estaba fascinado con las ranas y los renacuajos del lugar. “De niño me encantaba ir ahí y hacer fotos. Tomaba [registro de] la metamorfosis de renacuajo a rana. Un día fui y ya no había ranas. Me quedé como ‘qué pasó’. Vi que habían echado querosene encima del agua los mismos guardianes del parque: las habían aniquilado. Me causó una gran impresión ver lo frágil que era todo esto”.
Siguió con la fotografía y empezó a tomarlo más en serio a los 15 años, cuando aprendió a revelar a blanco y negro. Quería retratar animales como si estuvieran en un estudio, pero aún no hallaba la forma de hacerlo con especies grandes o que -independientemente del tamaño- no se estresen de estar en un espacio pequeño. Pasaba el tiempo y ya tocaba decidir una carrera: optó por Filosofía en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Sin embargo, nunca se alejó de la fotografía. Continuó con los retratos pero a personas. También optó por registrar postales de la ciudad y con eso llegaría su primer galardón en 1984 en un concurso de la Municipalidad de Lima a Mejor Fotografía a B&N. Esa época ya era difícil para el país: terrorismo y descalabro económico. Postuló a la Universidad de la Sorbona, en París, y terminó la carrera allá. Vivió 12 años en la capital francesa y luego se convirtió en ciudadano de mundo (Perú, México, España, Francia fueron algunos de sus hogares).
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El proyecto de aislar al animal en un fondo negro inició hace cinco años gracias a la tecnología digital. “Al oscurecer el fondo, no hay ninguna distracción. [El espectador] se centra exclusivamente en el animal. Intento elegir fotografías con posturas que sean interesante y originales, que sean como para transmitir el alma del animal”. Primero, cómo no, debe familiarizarse con el ambiente del animal. “Si vas a la hora de la siesta, debes esperar 6 horas hasta que despierte el animal. Hay que tener mucha paciencia porque, a veces, las cosas no salen como uno quiere: el animal no hace nada interesante y no sale la foto. Puedes estar horas esperando a que el animal haga algo; a veces es solo unos segundos. Uno debe de estar atento”.
A muestra un botón: la foto del combate entre flamencos en el zoológico de Madrid, que lo hizo acreedor al Bird Photographer of the Year en 2018. Pedro recuerda que los tenía cerca (casi a dos metros), estaban peleando y él parado en medio. Pese al tremendo bullicio, no soltó el dedo del disparador de su cámara hasta el final del encuentro.
Anécdotas como esas tiene y por montón:
Otra cosa impactante fue cuando fui a Sevilla a fotografiar lobos ibéricos. Son una especie protegida porque han estado al borde de extinguirse. Tienen conflictos con las poblaciones humanas y, como los ganaderos consideran una plaga, los cazan y los matan. Comenzaron a surgir asociaciones para protegerlo y reintroducirlo en ciertos territorios. En el sur de España hay una reserva donde están en libertad. Tienen costumbre a la presencia de seres humanos. Estaba con mi cámara cuando de pronto veo a lo lejos, por las colinas, que sale un lobo a mirarnos. Del otro lado salía el otro lobo, iban rodeándonos. Era como si se comunicaran entre ellos. Así bajaron como 6 o 7 lobos al cabo de una hora, hasta que agarraron confianza y se acercaron. Uno vino a olfatearme y yo estaba quieto con la cámara. Siempre es muy impresionante tener un animal salvaje cerca.
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La fotografía de Pedro tiene una relación filosófica que lleva a la reflexión: “Por qué consideramos que el simple hecho de ‘ser un poco más inteligentes’ en algunos aspectos nos va a dar el derecho a usurpar a los demás animales su territorio”. Esa mirada que plasma en su trabajo lo ha hecho acreedor de más de 160 premios y reconocimientos. El más reciente ha sido una exposición individual organizada por Siena International Photo Awards por ‘Los otros refugiados’: una serie de 16 fotografías de chimpancés -abusados en los circos, explotados en campañas publicitarias y encarcelados en condiciones infrahumanas- rescatados por el Centro RAINFER, donde se les da una segunda oportunidad. “Es impresionante la cercanía que hay con los seres humanos. Son casi como personas. Algunos llaman tu atención para que les des de otros, otros hacían gestos como para que me fuera. (…) Cada uno tiene su personalidad e historia”.
Una forma de poder tener esta cercanía con animales silvestres, reflexiona, es mediante zoológicos. “Al vivir en una ciudad, la posibilidad de ver y convivir con animales salvajes -salvo los pájaros- se ha suprimido completamente. Casi como si fueran seres imaginarios. Te muestran fotografías, películas pero ya no los tienes delante. Un buen zoológico, que tenga a los animales en las condiciones óptimas, no solo ayuda a nivel educativo, sino a tener una de las pocas posibilidades de acercarte a un animal al que jamás en tu vida lo harías”.
Hace no mucho, Pedro estuvo en el zoológico de Huachipa donde tienen un proyecto de reproducción del cóndor y tuvo la oportunidad de fotografiar al ave que -parecía- posaba para el lente. “Perú es uno de los países con la fauna más rica. Me gustaría hacer un trabajo más profundo y específico. Sobre todo ahora que hay tanto comercio ilegal con especies protegidas. Quizás podría ir a un recinto especial que rehabilite a estos animales hasta poder dejarlos en libertad”, señala.
Por estos días, el fotógrafo peruano tiene emociones encontradas: alegre por tremendo privilegio de tener una exposición individual en Siena, pero con pena de no poder estar in situ por la pandemia. Aunque, cuenta, ya contactó con una conocida peruana que reside allá para que le envíe videos y fotos de la muestra que está al aire libre. La situación no mella los ánimos con la que lleva a cabo esa misión que -sin darse cuenta- se trazó desde niño: evidenciar la fragilidad de la vida silvestre. “Creo que la mejor manera de hacer que a gente tome conciencia [de la fauna y las amenazas que enfrenta] es conociendo y amando a los animales. Si no los conoces, no los defiendes. Tienes que desarrollar una empatía con ellos para atreverte a defenderlos. Espero que mediante mis fotografías, se establezca ese vínculo”. //
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SEPA MÁS
- Pedro Jarque ha obtenido 41 medallas de oro, 29 medallas de plata,10 medallas de bronce y 68 menciones honoríficas. En los Premios Siena se llevó el Premio Pangea en la categoría Creativo / Animales. En 2019 publicó su libro Fragile. Conozca más en http://pedrojarque.com/. También puede ver su trabajo en https://www.instagram.com/pjarquek/.
- El Centro de Rescate de Primates Rainfer es un lugar de rehabilitación y descanso para todos aquellos primates que han sido forzados a vivir una vida que no merecían. Ofrecen un lugar adecuado para desarrollar sus conductas naturales y un grupo social para relacionarse. Para colaborar, visite http://rainfer.org/que-puedes-hacer-tu/