“Hay diferencias entre los aymaras y quechuas”, advierte Carlos Enrique Freyre (1974). “Los quechuas creo que ya están casi fuera de las protestas”, explica el teniente coronel EP, quien fue destacado a Puno con su familia hace casi un mes como inspector de brigada y ahora es vocero. “Las protestas han perdido un poco de fuerza en las regiones quechua”, sugiere el novelista. En el sector aymara, en cambio, siguen siendo fuertes y cumplen religiosamente con los bloqueos. Hasta atacaron a la Virgen de la Candelaria. Antes del fallo de La Haya, explica, el Estado Peruano consideraba que la independencia de la nación aymara era la amenaza más grande a la autoridad peruana después de un posible conflicto con Chile. Y paulatinamente, esa amenaza ha ido creciendo. Según dice, una superstición aymara asegura que el 2024 se forjarán los cimientos de su nación.
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Una mañana cualquiera se encuentran tres puntos bloqueados en la carretera, pero estos cambian cada día. Cada vez que hay piquetes, cuenta, les avisan a los comerciantes para que cierren sus negocios. Ellos, a pesar de estar al borde de la quiebra, obedecen. Algunos lo hacen de buena gana, aunque no le consta que no haya coacciones detrás de ese consentimiento. “Si alguien opone resistencia, el piquete se acerca y lo obliga a cerrar”, cuenta el autor de “El miedo del lobo” (Alfaguara, 2021). Él ha estado en Juliaca, Puno, Santa Rosa, Ilave y Desaguadero. Y en todos lados piden cupos para transitar. Un contingente de ilaveños ha intentado subvertir a las tropas. En Desaguadero se habla mucho de la presencia boliviana. “Mira la fotazo de Evo Morales en la página web de la Universidad Nacional del Altiplano”, agrega. “Evo estuvo dando vueltas por acá para recibir su honoris causa, pero aunque la vinculación es evidentemente política no podría decir que es armada”.
El discurso anti-Estado se ha filtrado por todos lados, “hasta en los niños”, dice en alusión a ese video de un payaso infantil azuzando a los pequeños en Juliaca. “Mientras que en Puno está el poder político y la universidad, en Juliaca la lógica es más comercial y menos intelectual. Los comerciantes quieren vender, pero la presión social es muy fuerte. Pareciera que el camión de basura no ha pasado hace un año, porque hay cerros de basura en Juliaca. Eso no se ve en Puno”.
Como ha ido con su familia, ha comprendido cuánto ha subido el costo de la vida tras las protestas. “El balón de gas está a S/95, el azúcar está a S/6,50 y el arroz a S/6 el kilogramo”, puntualiza. “Hablando con unos policías, me decían que antes Puno era un buen lugar para hacer carrera, porque era relativamente tranquilo en comparación con Lima. Pero ahora Puno es un infierno para la policía. Los han golpeado. Especialmente luego de la muerte del agente (José Luis Soncco). Pero igual están cumpliendo su trabajo. Hoy le escuché decir a un oficial que en la protesta del 9 de febrero en el aeropuerto detonaron dinamita. Se puso a temblar el piso. Es una distancia regular desde la manifestación hasta la torre de control, pero igual lo sintieron.”.
Para Freyre, que también es periodista y está preparando un reportaje sobre Puno, el mayor problema es la desinformación. “Dicen que tal empresa no paga impuestos, cuando es mentira. Pero te lo dicen con una seguridad”. A eso se le suma el enorme rencor que hay hacia Lima, los ricos y una larga lista de fobias. “Les han vendido que la Asamblea Constituyente es la solución a todos sus problemas”.
A la desinformación se le suma la animadversión hacia las fuerzas del orden, algo que ha visto percolar incluso entre sus colegas escritores limeños e historiadores de la PUCP, tanto en conversaciones personales como en las redes sociales. “Algunos hablan como si el Estado fuera tu enemigo”, piensa. Y cree que ha habido una reacción más lenta del Estado por ser este un gobierno de transición. “Yo que he trabajado en Defensa solo veo una genuina vocación por ayudar a la gente. No percibo otro ánimo”, reflexiona. Al cierre de edición, el comando unificado Inca Manco Cápac —que incluye elementos de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional— se disponía a continuar su difícil tarea de pacificar Puno. //