La forma en que los argentinos aman a Roger Waters es un continuo desborde que conmueve y contagia. Lo que ocurrió esta semana, tras el paso de la gira Us + Them por las tierras de Maradona, fue un episodio más de ese romance hermoso que existe entre el músico británico de 75 años y el denominado “público más caliente del mundo”, ese que en el 2014 le agotó nueve fechas seguidas al artista en el estadio de River Plate. Esta vez, los locales quisieron mostrarle a la leyenda de Pink Floyd que su cariño tampoco conoce de distancias y acudieron a él en peregrinación: más de una hora en carro desde la céntrica Buenos Aires al Estadio Único, en la provincia de La Plata. Viajaron en caravanas y buses para ver al veterano hacer lo suyo, que es tocar un poco el bajo, cantar un poco más, levantar el brazo a cada rato como señal de aguante y desgranar durante más de dos horas el antiguo catálogo de una de las bandas de rock más admiradas de la historia.
En primera fila, justo al medio y pegado a la baranda, está Darío Mansilla, un fan que se ha llevado a su familia a que lo acompañen al show. Él es un rosarino de 48 años –al final del concierto cumplirá 49, imposible imaginar mayor emoción– que cree que es importante compartir estos momentos definitorios en la vida de un fan de Pink Floyd con los que más quiere: su esposa Jorgelina (47) y sus hijos Christian (13) y Lucía (10). “Es importante poder enseñarles a los chicos qué cosa es la música, porque tú lo ves ahora: esto que oímos en la radio es cualquier cosa”, sentencia. Uno pensaría que la pequeña Lucía está aquí de obligada, pero ella misma se encarga de desbaratar nuestro prejuicio. Su canción favorita es Déjà Vu, dice, uno de los temas menos conocidos que sonarán esta noche, del último álbum solista de Waters. Su familia comenta que ella ha escuchado más ese disco que cualquier otro en la casa.
ROGER WATERS Y EL PERÚ
Cuando en el 2007 se anunció el primer concierto de Roger Waters en Lima, este vino acompañado de un par de eslóganes. “El genio creativo de Pink Floyd”, rezaba uno de ellos, una frase parcialmente exacta porque no le hacía justicia al aporte de sus ex compañeros de grupo, más notoriamente a lo hecho por sus ex colegas David Gilmour y, desde luego, al fallecido Syd Barrett, quien le dio nombre al grupo, cuyo genio combustionó tan rápido como su salud mental y fue apartado en 1967.
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