Gonzalo Salinas es peruano, escritor y vive en Miami. Ha escrito Venciendo la adicción al porno, 7 pasos para tener una vida sexual sana. Esta es su historia.
Como ex estudiante de Literatura, Gonzalo Salinas nunca pensó que su debut en la escritura iba a ser un libro así.
Se lo había imaginado distinto: una novela, quizá unos cuentos o ensayos. “Este fue el libro que la vida me forzó a escribir”, le admite a Somos desde Miami, la ciudad en la que vive desde hace años. Su debut en las letras apareció en abril y su nombre no deja duda del contenido: Venciendo la adicción al porno, 7 pasos para tener una vida sexual sana. Se trata de un ensayo/testimonio/manual sobre lo que él denomina una “epidemia silenciosa de nuestro tiempo”, o el consumo descontrolado de pornografía y las consecuencias que causaría en el organismo, la salud y la felicidad.
Salinas, de 39 años, que en Lima trabajó como botones en un hotel de San Isidro y que allá llegó a ser gerente de ventas, admiraba a los escritores del boom como Cortazar o García Márquez. Soñaba con emularlos aunque no sabía qué fuerza extraña le impedía progresar con la página en blanco, cuando se sentaba a escribir.
Su motivación se había evaporado y el refugio culposo eran los sitios porno. Esa no fue el primer síntoma del problema que estaba por descubrir, ni el más doloroso. En cierta etapa, dice, llegó incluso a planear su suicidio.
La historia de Salinas, que trabaja como “coach” en EE.UU. es como la de muchos: descubrió el misterio del sexo en la pubertad, a través de una revista Playboy y, en la adolescencia, el onanismo. El hábito se fue haciendo cada vez más frenético en la medida en que la pornografía hardcore se hacía más osada.
El punto de crisis ocurrió varios años después, cuando notó que no había hora del día en que imágenes sexuales no invadieran sus pensamientos. Peor aún: se dio cuenta que ya no podía mantener una erección ante una mujer.
“La pornografía puede dañar los receptores de dopamina del cerebro, que es el neurotrasmisor responsable de la sensación de bienestar. Si eres un adicto al porno, vas a necesitar un hiperestímulo para poder performar en el acto sexual, porque has creado tolerancia como en cualquier adicción. Empiezas a consumir con una mayor frecuencia y un contenido cada vez más extremo. Llegas al punto de estar entre dos y tres horas frente a la computadora, con varias ventanas abiertas con este tipo de contenidos”, dice.
Tal sería la excitación a la que se acostumbra el organismo enfrentado a ese training solitario, explica Gonzalo, que luego, frente a una pareja sexual, el estímulo natural resulta insuficiente. Mucho de la culpa la tendría la internet de banda ancha y la proliferación de sites porno de videos, que aparecieron a mediados de la década pasada. Estas webs pusieron contenidos porno a un clic de distancia y en HD, lo que generó una carrera en la industria por generar contenido cada vez más extremo, para diferenciarse.
Salinas califica como “la peor etapa de su vida” los 93 días que estuvo sin poder conseguir una erección. La mujer con la que salía se alejó de él y los pensamientos suicidas dejaron de ser una simple expresión de frustración para convertirse un plan. Estaba en el hoyo y un conocido suyo tenía una pistola. En su mente, todo estaba calculado. Fue con mucha asesoría, meditación y hasta sesiones de ayahuasca, indica, que pudo sobreponerse en un proceso que le tardó años.
“Un efecto nocivo de las adicciones es que te quitan el enfoque, la motivación. La energía creativa es la energía de tu sexualidad. Puedes crear una vida humana o tantísimas cosas”, dice el autor, que se guía por ciertos principios de la filosofía tántrica. “Yo todos los días estaba malgastando esa energía. Entonces no entiendes nada, te sientes ansioso, deprimido, tienes dificultad para conectar emocionalmente con otro ser humano, pierdes el enfoque. Con la pornografía lo que hacemos es malgastar esa energía vital que bien podríamos usarla para crear”.
Hacia el final, el autor quiere hacer una salvedad. Asegura que no lo anima ninguna bandera ideológica, política o religiosa en su cruzada contra la pornografía, que el método de siete pasos que ha creado solo busca ayudar a las personas. Afirma que no considera que el sexo sea pecado ni que deba estar envuelto en un velo de culpa, como postulan algunas confesiones.
Tampoco cree que la masturbación per se sea mala. El problema sería mucho más profundo: hallar qué dolor emocional queremos callar, ensordeciéndonos de placer. En su visión, el tema es urgente y objeto a ser abordado por todos los países como un asunto de salud pública. //