El “comerciante de vinos” la cortejó en línea durante meses con su sonrisa coqueta y sus mensajes de texto llenos de emojis. Luego tiró a matar, defraudando a la profesional tecnológica radicada en Filadelfia por 450.000 dólares, en una estafa romántica realizada en operaciones con criptomonedas.
Esa estafa, que golpeó a Shreya Datta, de 37 años, quitándole sus ahorros y fondos de jubilación mientras se cargaba de deudas, implicó el uso de videos falsos alterados digitalmente y un guión tan sofisticado que ella sintió que “le habían hackeado el cerebro”.
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La estafa se conoce comúnmente como “carnicería de cerdos”, y hace referencia a las víctimas comparándolas con cerdos engordados por los estafadores con amor y afecto antes de cometer la matanza financiera, engañándolos para que realicen una falsa inversión en criptomonedas.
El rápido crecimiento de este tipo de fraude, que se cree es dirigido por grupos criminales del sudeste asiático, ha resultado en pérdidas por valor de miles de millones de dólares en Estados Unidos, y las víctimas dicen que hay pocas formas para recuperar el dinero.
Como ha sucedido con muchas víctimas, la experiencia de Datta comenzó en una aplicación de citas, en su caso Hinge, donde en enero pasado conoció a “Ancel”, quien se presentó como un comerciante de vinos francés residente en Filadelfia.
Datta confesó que se sentía “bombardeada por su carisma” cuando la conversación pasó a fluir rápidamente al WhatsApp. El aficionado al gimnasio con sonrisa soñadora eliminó su perfil de Hinge para brindarle “atención enfocada”, algo que suponía una experiencia refrescante en la era de los vínculos fugaces sostenidos en línea.
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A partir de entonces comenzaron a intercambiar fotos selfies, emoticones y se hicieron breves videollamadas en las que el hombre se mostraba afable pero “tímido” y posando con un perro.
Pero más tarde, todo esto se descubrió que eran deepfakes con tecnología de Inteligencia Artificial (IA).
Ambos se enviaban mensajes de texto a diario y “Ancel” le preguntaba sobre cosas cotidianas como si había comido, aprovechando el deseo de Datta de tener un compañero cariñoso tras su divorcio.
Los planes de reunirse físicamente seguían siendo postergados, pero Datta no sospechó de inmediato. El día de San Valentín del año pasado, recibió un ramo de “Ancel” enviado desde una florería de Filadelfia, con la tarjeta dirigida a ella como “Honey Cream”.
Cuando ella le envió un selfie posando con las flores, él la llenó de emojis rojos de marcas de beso, según intercambios de WhatsApp vistos por la AFP.
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“Traumatizante”
Fue así que “Ancel” le vendió un sueño.
“El sueño era: ‘Me jubilaré temprano, estoy bien. ¿Cuál es tu plan?’”, dijo a la AFP Datta, una inmigrante de la India.
“Entonces me dijo: ‘He ganado todo este dinero invirtiendo. ¿Realmente quieres trabajar hasta los 65 años?’”
Así le envió un enlace para descargar una aplicación de comercio de criptomonedas, que venía con un doble factor de autenticación para que pareciera legítima, y le mostró lo que llamó operaciones rentables a través de capturas de pantalla comentadas, a las cuales accedió la AFP.
Datta convirtió algunos de sus ahorros en criptomonedas en el intercambio Coinbase, con sede en Estados Unidos, y la aplicación falsa le permitió inicialmente retirar sus primeras ganancias, lo que aumentó su confianza para invertir más.
“Cuando se ganan cantidades astronómicas de dinero operando, se altera la percepción normal del riesgo”, señaló Datta en retrospectiva.
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Así, “Ancel” la animó a invertir más ahorros, pedir préstamos y, a pesar de ser reacia inicialmente, a liquidar su fondo de jubilación.
Y fue entonces que vino su debacle financiera.
Este es solo uno de los casos particulares de la particular estafa.
Este tipo de estafa parece estar en aumento. En 2023, más de 40.000 personas denunciaron al FBI este tipo de fraude con criptomonedas, con pérdidas totales de más de 3.500 millones de dólares, según cifras enviadas a la AFP por la policía federal.
Sin duda, cantidades subestimadas, ya que las víctimas, abrumadas por la vergüenza, rara vez cuentan sus historias.
Y en ese sentido, Datta dijo que además estaba lidiando con juicios públicos de gente diciendo cosas del tipo: “¿Cómo puedes ser tan estúpida?”.
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