EULIMAR NÚÑEZ
Un grupo de cuatro amigos hambrientos esperaba su comida en un restaurante de Miami. Pero cuando los platos llegaron a la mesa, nadie pudo probarlos. Tuvieron que esperar que uno de ellos el fanático de la red social Instagram los fotografiara cuidadosamente.
Se trata de una rutina que se repite cada vez con mayor frecuencia en los restaurantes del mundo.
La tendencia consiste en capturar todo aquello que se va a comer, para luego compartirlo en blogs personales o redes sociales como Twitter, Facebook, Pinterest, Flickr y sobre todo Instagram, la red donde los usuarios se sienten fotógrafos profesionales aunque no lo sean y donde los hashtags (etiquetas) como #comida, #food y #foodporn son muy populares.
¿Las razones para hacerlo? Muchísimas. Lo hacen porque se sienten orgullosos y afortunados, porque quieren recomendar el lugar o simplemente porque les provoca. El problema es que no todos los fotógrafos son discretos, algunos van cargando con sus inmensas cámaras y trípodes, ni tampoco todas las imágenes resultantes corren con la misma suerte.
Un reciente artículo publicado en The New York Times explica cómo algunos restaurantes de la ciudad de Nueva York han expresado su disgusto con el hecho de que los comensales tomen fotografías y han decidido prohibir la práctica para evitar que los platos luzcan poco apetitosos o que el resto de los clientes se sienta incómodo, a pesar de la promoción y la publicidad gratis que eso significa.
¿POR QUÉ? En la nota explican que en el restaurante Momofuku Ko, con una estrella Michelin, se le pidió a una clienta que dejara de tomar fotografías. Ella no tenía idea de la prohibición.
El mismo episodio podría ocurrirle con facilidad a Enriqueta Lemoine, creadora del blog de cocina clic Savoir Faire, quien no pierde oportunidad de retratar cuanto plato prepara en casa y todo aquello que se coma fuera de ella.
En conversación con BBC Mundo, Lemoine compartió sus motivos para inmortalizar lo que está a punto de llevarse a la boca.
Soy una provocadora de oficio. Me gusta tentar, ver qué piensan los demás, si les apetece lo que estoy preparando o comiendo. Soy una foodie (aficionada a la comida y la bebida) y gracias a mis fotografías he entrado en contacto con otros foodies. Somos como una hermandad.
Para ella, apretar clic a enviar foto es como completar un círculo.
Cuando te tomas la cocina tan en serio como me la tomo yo, cocinas para una audiencia. Cuando muestras en Instagram, Twitter, Facebook o Pinterest las fotos de una ensalada, un plato de sopa, un helado o un mojito, ocurre el milagro y la audiencia se multiplica, explicó.
SENTIDO COMÚN Ni ella, ni muchos otros blogueros y cocineros de renombre están de acuerdo con prohibir este tipo de prácticas.
Todos necesitamos nuestros cinco minutos de gloria. Pero, eso sí, no soy partidaria de ir con trípodes y usar flashes en un restaurante. Nada que pueda importunar a terceros: meseros, cocineros, comensales, cuando se trata del acto sagrado de compartir la mesa, dijo Lemoine.
El británico Marc Willinson, chef del restaurante Fraiche en Birkenhead (en la frontera entre Inglaterra y Gales), aseguró en una entrevista concedida a la BBC que aprecia el hecho de que quienes acuden a su restaurante también con estrella Michelin tomen fotos de sus platos.
No le veo el problema. Creo que si la gente es discreta, no hay razón para que el resto de los comensales se sienta incomodado. Y eso es lo más importante, afirmó.
Por un lado, dijo, los establecimientos están en todo su derecho de prohibir lo que quieran, pero es importante que se lo comuniquen a sus clientes.
Sin embargo, continuó Sanchez, es importante que los empresarios entiendan que hoy en día, inmortalizar lo que pedimos en un restaurante forma parte de la experiencia gastronómica.
Pero eso sí, añadió, aunque sea nuestro derecho como consumidores, necesitamos ser éticos y discretos mientras lo hacemos.
¿A usted qué le parece? El debate está abierto. Envíenos sus comentarios