Esta semana, el Ministerio de Salud actualizó sus protocolos de prevención contra el COVID-19. Con ello, diversas prácticas quedan atrás y el Perú se pone a la par de otros países en cuanto a las medidas sanitarias.
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Con la norma, se han dejado de lado la toma de temperatura antes de ingresar a comercios, la desinfección de calles, el rociado de alcohol en los zapatos.
Pero algunos protocolos nos seguirán acompañando por un tiempo, como el distanciamiento físico, el uso de mascarillas, la higiene de manos y la vacunación. A la aplicación de estas medidas combinadas se le conoce como enfoque estratificado para reducir la exposición al virus.
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“El gobierno ha planteado retirar algunas medidas que todos [los científicos] sabíamos que no funcionaban, y de hecho se ha demorado en hacerlo, pero es bueno que ya lo haya hecho […] Esto va a ayudar a quitar estos rituales que daban esta percepción de seguridad cuando en realidad no eran efectivos”, nos dice el médico Percy Mayta-Tristán, investigador de la Universidad Científica del Sur.
A continuación, resumimos la evidencia detrás de algunas de estas medidas.
La vacunación: el gran arma
La principal medida con la que contamos para prevenir el COVID-19 es la vacunación. En el país, se han aplicado hasta el momento más de 35,5 millones de dosis y más de 15,7 millones de peruanos tienen el esquema completo, lo que representa el 56% de la población objetivo, de acuerdo con el Repositorio Único Nacional de Información en Salud.
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Diversos estudios internacionales y nacionales han demostrado la eficacia de las vacunas -ya sean de ARNm, virus inactivado o vectores virales- para proteger a las personas de las formas graves de COVID-19, hospitalización y muerte. Más allá de los ensayos clínicos, los datos de la vida real también muestran que las vacunas tienen niveles superiores al 80% de efectividad, con ello se ha podido desaturar los hospitales y los gobiernos -en distinta medida- han decidido retomar actividades que habían quedado suspendidas.
Si bien el surgimiento de nuevas variantes como la Delta han cambiado el panorama en cuanto al contagio, las vacunas siguen siendo efectivas para prevenir las formas graves del COVID-19.
“Las vacunas aprobadas, ya sea por la Organización Mundial de la Salud (OMS) o por una agencia regulatoria nacional estricta, proporcionan una excelente protección contra la enfermedad grave y la hospitalización contra la variante Delta, así como contra otras variantes de preocupación”, afirma la agencia de las Naciones Unidas..
Ahora bien, hay data reciente que muestra que la protección decae después de algunos meses, por lo cual las terceras dosis ya están siendo aplicadas en la población. En el Perú, el personal de salud ya recibe una dosis adicional, al igual que los adultos mayores, considerados en mayor riesgo.
Estudios realizados por el Instituto Nacional de Salud han mostrado que la vacuna de Sinopharm, objeto de ataques desde hace meses, ofrece una alta protección contra las formas graves de la enfermedad, al igual que las vacunas de ARNm.
Es importante recordar que la previsión de EsSalud, por ejemplo, era que la tercera ola de COVID-19 en el país inicie en setiembre. Pero esta aún no comienza, y, según los especialistas consultados por este Diario, sería distinta a las dos primeras, ya que hay una mayor experiencia en el manejo de pacientes, un mayor aprovisionamiento de oxígeno y la vacunación supera el 50% de la población objetivo, con cerca del 95% de la población más vulnerable totalmente vacunada (mayores de 60 años).
Uso de mascarillas
Si bien al inicio de la pandemia el uso de la mascarilla fue objeto de debate entre entidades y expertos, el consenso actual es que esta es una de las principales herramientas para prevenir contagios.
Los estudios realizados en EE.UU., por ejemplo, muestran que las mascarillas brindan distinto grado de protección. La KN95 o la N95 ofrecen un mejor ajuste a la cara, además de tener componentes que la vuelven una barrera importante, por lo que pueden llegar a brinda una protección de 95%.
En cuanto a las desinformaciones que circulan en internet respecto a que las mascarillas hacen que las personas respiren su propio CO2, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC) indican lo siguiente:
“El CO2 se libera en el aire a través de la mascarilla cuando exhala o habla. Las moléculas de CO2 son lo suficientemente pequeñas como para pasar fácilmente a través de las mascarillas de cualquier material. Por otra parte, las gotitas respiratorias portadoras del virus que causa el COVID-19 son mucho más grandes que las de CO2, por lo que no pueden pasar tan fácilmente a través de las mascarillas que están bien diseñadas y son utilizadas de forma correcta”.
La actual norma establece que el uso de una mascarilla N95 o KN95 es suficiente y se mantiene el uso de doble mascarilla si se usan quirúrgicas o de tela. Al respecto, Mayo Clinic afirma que “la eficacia de las mascarillas de tela y médicas [quirúrgicas] puede mejorarse garantizando que las mascarillas estén bien ajustadas al contorno de la cara para evitar la fuga de aire por los bordes”.
El investigador Mayta-Tristan tiene algunos reparos sobre la nueva norma. Coincide en que el uso de las mascarillas debe seguir, pero afirma que “no está claro si en espacios abiertos con distanciamiento no es necesario el uso de mascarillas. Yo interpreto que no es necesario. Habría que esperar una aclaración”.
La ventilación
Una de las primeras recomendaciones para evitar el contagio fue la desinfección de superficies, ya que la experiencia previa con enfermedades respiratorias mostraba que era una medida eficaz para evitar la transmisión.
Con el paso de los meses, los investigadores coincidieron en la importancia del contagio a través del aire, pues solo esta vía de transmisión podía explicar algunos. Así, ya desde inicios del 2021, los científicos pidieron darle la importancia requerida. Un artículo en The Lancet detalla 10 razones que lo sustentan. Al final, la OMS reconoció que el coronavirus también se transmite por el aire.
Entonces, más allá de las gotículas respiratorias expulsadas por las personas contagiadas cuando tosen o estornudan, aquellas partículas mucho más pequeñas que quedan suspendidas en el aire cuando respiran o hablan, que constituyen lo que se conoce como aerosoles, tienen un rol incluso más importante. Estos se concentran en los espacios cerrados y pueden mantenerse en el ambiente por algún tiempo.
Como explican los CDC, la concentración de partículas virales en interiores en mucho más alta que espacios abiertos, donde el aire cambia constantemente. Por ello, “las prácticas e intervenciones de ventilación con fines de protección pueden reducir las concentraciones de partículas transportadas por el aire y disminuir la dosis viral total para los ocupantes”.
En ese sentido, el Consejo General Enfermería de España recomienda reducir la recirculación del aire, es decir, no se debe hacer que el mismo aire fluya por los mismos espacios más de una vez. También se debe controlar la calidad del aire a través de los niveles de CO2, que deben mantenerse por debajo de las 500 ppm (partículas por millón), además de que la temperatura se encuentre entre 20 y 26 grados.
Distanciamiento físico e higiene
El distanciamiento físico y la higiene de manos son dos de las medidas implantadas desde que el virus llegó al país, y son aplicadas aún en el mundo entero.
El distanciamiento de más de 1,5 metros responde a que las gotículas respiratorias que portan el virus difícilmente pueden viajar más allá de esa distancia cuando una persona estornuda o tose. De este modo, al mantener este espacio entre individuos, evitamos que, en caso la otra persona expulse el patógeno, estaremos lo suficientemente alejados. Esta medida siempre va acompañada con el uso de mascarillas. Sumadas todas estas prácticas, se reducirá el riesgo.
Por otro lado, el lavado de manos es clave porque elimina el virus de nuestra piel si hemos tocado una superficie contaminada. En promedio, como mostramos en un informe previo, la persona se toca la cara unas 20 veces por hora, y durante la pandemia se ha registrado que el mínimo ha sido 10 veces. En consecuencia, al tener las manos limpias, ya no llevamos el virus a los ojos, la nariz o la boca, que son las rutas de ingreso al cuerpo.
“Se ha demostrado que la transmisión es de persona a persona, principalmente, y las otras formas de transmisión son de mucho menor riesgo, de tal manera que tocar las superficies y llevarse las manos a la cara, a la boca o a la nariz es una vía para la transmisión”, nos decía Ciro Ugarte, director de Emergencias en Salud de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Entidades y científicos aceptan ahora que, si bien es posible el contagio a través del contacto con superficies, el riesgo es bajo.
Pero hay otras ventajas cuando lavamos nuestras manos constantemente: no solo se evita el SARS-CoV-2, sino otros virus y bacterias que pueden producir diversas infecciones estomacales y respiratorias.
¿Protector facial?
Al igual que el distanciamiento y la higiene de manos, el uso de protector facial tiene el objetivo de actuar como una barrera, y puede ser beneficioso porque evita que nos toquemos el rostro, pero también puede brindar una falsa sensación de seguridad. En ese sentido, la opinión de los expertos está dividida.
“Tal vez el único punto controversial es el uso de protector ocular, [el documento] menciona que se puede utilizar gafas o caretas faciales. Este es un tema importante porque no queda claro si son gafas de protección o el uso de anteojos aplica para ello. Vale la pena que todo ello sea aclarado. El uso del protector facial es aún controversial”, dice el investigador.
Los especialistas consultados por El Comercio coinciden que la protección que brindan estas medidas se potencia cuando son utilizadas en conjunto, y van a ser dejadas de lado gradualmente mientras más personas estén vacunadas.
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