En una maceta de plástico gris en el alféizar de una ventana en algún lugar del sur de Inglaterra, el administrador de la Real Sociedad Astronómica de Reino Unido (RAS, por sus siglas en inglés), Richard O’Sullivan, está intentando cultivar un árbol sicómoro americano.
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Como sabe cualquiera que haya cultivado con éxito una planta a partir de semillas, esto es un logro en sí mismo.
Pero este no es un retoño de sicomoro ordinario.
Su origen se remonta a una misión a la Luna en 1971, cuando el astronauta Stuart Roosa llevó 500 semillas de árboles en su nave espacial, el Apolo 14.
Los árboles que crecieron a partir de estas semillas se conocieron como Moon Trees o “árboles lunares”.
Suponiendo que la planta continúe creciendo, el de O'Sullivan será un raro árbol lunar de tercera generación.
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“Esta simiente proviene de la recolección cuarenta semillas de un árbol maduro de segunda generación que crece en un jardín privado en el centro de Inglaterra”, explica O'Sullivan, quien se ofreció como voluntario para el proyecto como parte de las celebraciones del 200º aniversario de la RAS.
“Pero solo tres de esas semillas germinaron y yo tengo una de ellas, así que siento un poco la presión”.
La idea de llevar semillas de árboles a la Luna tiene su origen en los inicios de la carrera de Stuart Roosa en la década de 1950, cuando trabajaba para el Servicio Forestal de Estados Unidos.
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Como muchos de los primeros astronautas, Roosa fue un héroe de acción de la vida real.
Antes de formarse como piloto de aviones militares, asumió lo que podría decirse que es un trabajo aún más peligroso, como paracaidista en incendios forestales.
“Los saltadores de los incendios forestales se lanzaban en paracaídas entre el humo, construían una trinchera y hacían lo que podían para mitigar el fuego antes de retroceder hasta el campamento forestal más cercano. Era una tarea bastante dura”, dice la hija de Roosa, Rosemary.
“A mi padre le encantaba la naturaleza, pero también creo que le gustaban los aviones porque sabía, desde niño, que quería ser piloto”.
Después de demostrar que era un hábil piloto de combate y, más tarde, un hábil piloto de pruebas en la Fuerza Aérea de EE.UU., Roosa fue seleccionado como astronauta en 1966.
Su primer vuelo espacial fue como piloto del módulo de comando del Apolo 14.
Esto significaba que permanecería en órbita alrededor de la Luna en completa soledad, mientras sus dos colegas descendían hasta la superficie lunar.
Roosa fue elegido para la misión por su comandante, Alan Shepard, quien había sido el primer estadounidense en el espacio.
“Mi padre era un excelente hombre para la aviación. Simplemente era un muy buen piloto, tenía un gran instinto”, dice Roosa.
“Fue un poco polémico en ese momento porque mi padre era el único astronauta seleccionado para una tripulación principal que nunca había servido en otra misión en una tripulación de respaldo”.
“Pero Alan Shepard dijo más tarde que debido a que el piloto del módulo de comando es el encargado de llevar a los astronautas a la Luna y de hacerlos volver a casa, ¡quería asegurarse de volver a la Tierra!”.
Mientras Roosa comenzaba a entrenarse para su misión, el Servicio Forestal se acercó al astronauta para preguntarle si llevaría algunas semillas a la Luna entre sus objetos personales.
Dijo que íy un genetista del Servicio Forestal eligió una selección de cinco especies: abeto Douglas, pino loblolly, secoya, sicómoro y liquidámbar.
Sería fácil descartar el proyecto como un simple truco publicitario, pero tenía sus raíces en la ciencia.
¿Cómo afectaría un viaje alrededor de la Luna a la salud, viabilidad y genética a largo plazo de las semillas?
Esta sería la primera vez que se enviaban semillas al espacio profundo, una progresión de experimentos anteriores.
“Hemos estado enviando semillas al espacio desde antes de que se fundara la NASA”, dice Emma Doughty, presentadora del podcast Gardeners of the Galaxy.
“Cuando Estados Unidos capturó los cohetes V2 alemanes en la década de 1940, se vio que estaban enviando semillas al espacio junto con otros tipos de organismos, como insectos, para probar cómo el entorno espacial y la radiación afectaban a estas formas de vida”.
“No sabíamos nada sobre lo que le sucedería a la vida cuando saliera de la atmósfera o lo que sucedería en microgravedad”, dice.
“Necesitábamos saber si la vida podía sobrevivir allá arriba antes de que empezáramos a enviar cualquier cosa que le importara a alguien”.
El 31 de enero de 1971, la tripulación del Apolo 14 (Shepard, Roosa y el piloto del módulo de aterrizaje lunar Ed Mitchell) despegaron desde Cabo Cañaveral en su gigantesco cohete Saturno V hacia la Luna.
Después del casi desastre del Apolo 13, la NASA estaba bajo una enorme presión política para garantizar que esta misión se desarrollara sin problemas.
Pero solo después de tres horas de vuelo, algo comenzó a fallar.
Para el lanzamiento, el módulo de aterrizaje lunar se encapsuló en la parte superior del Saturno V, detrás del módulo que transportaba a la tripulación.
El trabajo de Roosa era separar el módulo de comando y el de servicio, girar 180 grados y acoplarse con el módulo de aterrizaje.
La maniobra salió según lo planeado y Roosa alineó perfectamente la sonda en la punta del módulo de mando con la escotilla del módulo de aterrizaje.
Pero cuando las dos naves espaciales se juntaron, el mecanismo de cierre no se enganchó.
La tripulación empezó a pensar que tenían que abortar la misión.
No fue hasta el sexto intento, casi dos horas después, que los pestillos finalmente se cerraron para lograr un “acoplamiento total”.
El resto de la misión fue casi impecable.
Shepard, un piloto legendario, hizo el aterrizaje más preciso en la Luna hasta el momento, y él y Mitchell establecieron nuevos récords de duración y distancia en la superficie lunar.
Durante dos travesías, los astronautas recolectaron unos 43 kg de rocas y tierra.
Shepard incluso tuvo tiempo para una rápida partida de golf.
Mientras tanto, Roosa (y las semillas) pasaron dos días en órbita en el módulo de comando, manteniendo los sistemas de la nave espacial, realizando experimentos y tomando fotografías y observaciones de la superficie lunar.
Se convirtió en uno de los seis hombres en estar completamente solo en el espacio profundo.
El 9 de febrero de 1971, los tripulantes del Apolo 14 regresaron a la Tierra como héroes y el programa de alunizaje volvió a la normalidad.
Mientras tanto, la mayoría de las semillas fueron devueltas al Servicio Forestal, aunque Roosa y Mitchell se quedaron con algunas.
Pero aquí es donde la historia comienza a volverse un poco vaga.
A pesar de que supuestamente se trataba de un experimento científico dirigido por dos respetadas organizaciones del gobierno de EE.UU., nadie en ese momento mantuvo registros precisos de dónde terminaron exactamente las semillas o dónde se plantaron los árboles lunares que crecieron a partir de ellas.
“El Servicio Forestal comenzó a dispersarlas, principalmente durante el bicentenario de Estados Unidos en 1976, y por eso se regalaron”, dice Rosemary Roosa.
“Cuando me encuentro con los árboles lunares originales, muchos de ellos están plantados en capitales estatales, jardines botánicos y parques, pero no hay documentación formal, que yo sepa”, añade
Algunas semillas también fueron enviadas al extranjero, aunque no está claro exactamente a dónde.
Se sabe que hay tres árboles en Brasil, posiblemente uno en Francia y se dice que se plantaron entre 12 y 15 árboles lunares de primera generación en Reino Unido.
La RAS ha pasado el último año intentando localizarlos, sin éxito.
“El último árbol lunar que conozco, lo plantamos mi padre y yo en Austin, Texas, a fines de los años 70”, dice Roosa.
El árbol fue plantado en la casa en la que creció.
“Estaba en el patio trasero y mi padre me dijo: 'Oye, esta es la última semilla de Moon Treeque tengo, plantémosla y veamos qué pasa'. Era un sicómoro americano. Hace poco hablé con el dueño de la casa y sigue creciendo”.
Stuart Roosa falleció en 1994 y Rosemary creó la Fundación Moon Tree para mantener vivo su legado.
La NASA, a través de los esfuerzos del científico planetario Dave Williams, también ha estado tratando de realizar un seguimiento de los árboles y ha publicado una lista de más de 60 plantas de primera generación que aún están vivas.
La mayoría parece estar en Estados Unidos, aunque parece que las semillas enviadas a Brasil todavía están prosperando.
Desde el Apolo 14 ha habido docenas de experimentos similares, aunque científicamente más rigurosos, que involucran el envío de semillas y plantas al espacio.
Hoy en día, los astronautas de la Estación Espacial Internacional (ISS) comen regularmente una ensalada cultivada a bordo.
En 2016, 2kg de semillas de rúcula se enviaron a la ISS con el astronauta británico Tim Peake.
La investigación de la RAS sobre las semillas señaló que “los resultados mostraron que, aunque las semillas de rúcula crecían más lentamente y eran más sensibles al envejecimiento, aún eran viables”.
La futura exploración de larga duración de la Luna y Marte depende de poder cultivar alimentos frescos en el espacio profundo.
El hecho de que tantos árboles lunares prosperen y produzcan descendencia viable sugiere que las semillas que Roosa llevó en el Apolo 14 sufrieron pocos efectos nocivos.
Este año marca el 50º aniversario de la última misión Apolo, la del Apolo 17, y menos de la mitad de los astronautas del Apolo siguen vivos.
Pero su legado sigue vivo también en los árboles.
“Fue increíble estar a cargo de esa tarea”, dice Doughty.
“Creo que ese es el legado de los árboles lunares: hacer que la gente se interese en el espacio. Si pueden ver algo que ha estado en el espacio creciendo en su parque local, hará que el proyecto sea algo real para la gente”.
Y, mientras la NASA se prepara para regresar a la Luna y eventualmente establecer una base lunar, Rosemary Roosa tiene un plan ambicioso.
“Quiero enviar semillas de los árboles lunares a la Luna y plantarlos allí; entonces definitivamente serían Moon Trees”.
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