Algunos médicos se preguntan si pueden aparecer riesgos cardíacos meses después de haber contraído el COVID-19, pero aún es demasiado pronto para establecer una relación causal.
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“Un seguimiento clínico cardiovascular es esencial para todas las personas con una infección por COVID-19, incluso benigna”, declaró a principios de esta semana la Academia Francesa de Medicina, el organismo de consenso en este campo en Francia.
El COVID-19 y las enfermedades cardiovasculares mantienen una “relación peligrosa”, afirmó, basándose en varios estudios recientes.
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Ya se sabía que los pacientes aquejados de enfermedades cardiovasculares tienen un mayor riesgo de desarrollar una forma más grave de covid. Esto se debe en parte a que el virus, SARS-CoV-2, se une a un “receptor” -la enzima ACE2- que está especialmente presente en las células de los vasos sanguíneos.
Pero ¿qué pasa con los efectos cardiovasculares en la población general? Y, si se demuestra, ¿pueden producirse mucho después de la infección?
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La cuestión se une así a otras incertidumbres más amplias que rodean al covid persistente, un conjunto de síntomas de larga duración que aún no se comprenden ni se definen bien.
“Hasta ahora, las consecuencias cardiovasculares (duraderas) se detectaban solo en pacientes hospitalizados, en series pequeñas y con un tiempo de seguimiento corto”, señala la Academia.
Pero una amplia investigación, desarrollada en Estados Unidos y publicada en febrero por la revista Nature abre las puertas a nuevos planteamientos.
Sus resultados “apuntan a un aumento significativo de las enfermedades cardiovasculares en todo el mundo” tras la pandemia de covid.
150.000 veteranos
El estudio midió la frecuencia de los problemas cardiovasculares el año siguiente a la infección por COVID-19 de más de 150.000 veteranos del ejército estadounidense y la comparó con la de otros veteranos que no fueron infectados.
“Después de los 30 días posteriores a la infección, los individuos con COVID-19 tienen un mayor riesgo de sufrir trastornos cardiovasculares”, concluye el estudio, citando infartos, la inflamación del corazón o los accidentes cerebrovasculares.
Este riesgo “existe incluso en los individuos que no fueron hospitalizados” por el COVID-19, indica el documento. Pero en estos casos, el riesgo es menor.
La investigación fue alabada por muchos científicos, sobre todo porque se llevó a cabo con un gran número de pacientes y durante un largo periodo de tiempo. Sin embargo, algunos expertos son más escépticos.
Es “muy difícil llegar a conclusiones pertinentes” con este estudio, opinó el estadista británico James Doidge Según él, existen demasiados sesgos metodológicos.
Uno de ellos es evidente: los veteranos estadounidenses, por muy numerosos que sean, son una población muy homogénea, ya que están compuestos en su mayoría por hombres de edad avanzada.
Por lo tanto, la muestra no es necesariamente representativa, aunque los autores del estudio hayan tratado de corregir estos sesgos estadísticos.
Esta corrección sigue siendo insuficiente para Doidge, que apuntó otro problema: el estudio no distingue claramente cuánto tiempo después de la infección se producen los problemas cardíacos.
¿Como la gripe?
Porque dependiendo de si los problemas aparecen poco más de un mes después de la enfermedad o casi un año después, el contexto será diferente.
Según James Doidge, el estudio no hace lo suficiente para diferenciar “las complicaciones a largo plazo de las asociadas a la fase aguda de la enfermedad”.
De todos modos, el trabajo “tiene el mérito de existir”, dijo a la AFP el cardiólogo francés Florian Zores.
Él también señaló varias imperfecciones, pero cree que el estudio apoya las hipótesis ya consideradas probables por muchos cardiólogos en vista del perfil del SARS-CoV-2 que, como otros virus, puede provocar una inflamación duradera.
“Hace tiempo que se sabe que la inflamación es un factor de riesgo cardiovascular”, afirmó Zores. “De hecho, lo mismo ocurre con la gripe”, agrega.
El especialista recordó que en los años 1920, las patologías cardiovasculares aumentaron a raíz de la pandemia de gripe de 1918.
¿Existe una especificidad que haga que el coronavirus sea aún más peligroso en este sentido? Los estudios actuales no permiten afirmarlo y Florian Zores duda que “haya una gran diferencia” respecto a la gripe.
Pero la cuestión no cambia necesariamente mucho en términos de salud pública. Mientras exista este riesgo, el cardiólogo considera peligroso permitir que el coronavirus circule libremente, dada su alta capacidad de contagio.
La vacuna y el corazón
La vacuna anticovid de ARN mensaje puede provocar problemas cardiacos, aunque el riesgo es muy pequeño y las complicaciones no son graves, según un amplio estudio sobre la población danesa publicado en diciembre de 2020.
El informe, publicado por el British Medical Journal (BMJ), apunta también a riesgos cardiacos relacionados con la vacuna Pfizer, aunque en este caso solamente afecta a las mujeres.
“La vacunación con (Moderna) está asociada a un riesgo más elevado de miocarditis o de pericarditis entre los daneses, ante todo entre los que tienen entre 12 y 39 años”, resumen los autores.
La miocarditis y la pericarditis son inflamaciones del corazón. La primera afecta al miocardio, el principal músculo cardiaco, y el segundo al pericardio, la membrana que envuelve al corazón.
Estas conclusiones confirman estudios precedentes, lo que llevó a varias autoridades sanitarias, entre ellas las de Francia y Dinamarca, a suspender el uso de la vacuna Moderna entre los más jóvenes. Islandia decidió incluso suspender la aplicación de Moderna para todos los adultos.
Se trata del primer estudio sobre las vacunas anticovid llevado a cabo a escala de todo un país.
Con información de AFP
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