Ser mujer en el Perú -como en muchas otras partes del mundo- no es seguro. De hecho, parece que nuestro género ha llegado al nefasto punto de convertirse en un riesgo para nuestras vidas. Día a día vivimos en carne propia la vulneración de derechos desde las máximas autoridades hasta los diferentes tipos de violencia que muchas de nosotras hemos experimentado al menos una vez en nuestra vida. Haciéndole frente a esa realidad, recordamos que el 25 de este mes se conmemorará el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y le damos un repaso a las estremecedoras cifras que nos deja el 2022 a poco más de un mes de terminar el año.
Las cifras de la violencia contra la mujer en el Perú
Uno de los primeros pasos para empezar a abordar esta problemática está en reconocer a la violencia hacia la mujer como cualquier práctica que atente contra su integridad y salud, tanto mental como física. Estos pueden ir desde agresiones psicológicas, físicas y sexuales; hasta acoso callejero, laboral u de cualquier otro tipo.
Sin importar donde ocurra, ya sea en la vida pública o privada, es imprescindible entender que la víctima debería ser la prioridad en todo momento. Si bien el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables funciona como el órgano estatal encargado de la prevención, protección y atención de la violencia contra las mujeres, y también tenemos organizaciones como el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) y la Comisión nacional para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres (Cona-vim); parece ser que no fueran suficientes para afrontar la increíble inseguridad que vivimos a diario.
De acuerdo a un informe presentado por la Defensoría del Pueblo, solo en el décimo mes de este año se produjeron 16 feminicidios en nuestro país, dos más que en septiembre, lo que eleva a 117 la cifra de asesinatos de mujeres a manos de un hombre reportados en lo que va de 2022. De dicho número de víctimas, 19 casos (16 %) ya habían sido reportados previamente como desapariciones.
Y es que las desapariciones y secuestros también representan una forma de violencia. De las 451 alertas por desaparición que se registraron en octubre, 277 eran niñas y adolescentes y 174 adultas. Esto nos deja claro que toda la población femenina, sin importar su edad o estado civil, se encuentra completamente expuesta a convertirse en una víctima más de este problema que parece nunca tener fin.
Según organizaciones que luchan por la defensa de los derechos de la mujer, 9 de cada 10 mujeres se reconocen como víctimas de acoso sexual en espacios públicos en Lima y Callao. La ONG “Ayuda en acción” revela un dato preocupante y que recae principalmente en las autoridades que toman las denuncias. 7 de cada 10 mujeres no denuncia estos hechos por vergüenza o desconfianza en el sistema de justicia.
Perú, un país peligroso para las mujeres
Junto a Colombia, nuestro país ocupa el segundo lugar entre las naciones latinoamericanas con mayor porcentaje (38,6 %) de mujeres que al menos una vez han sido víctimas de violencia física por parte de su pareja. Además, contamos con una de las más altas tasas de feminicidios en la región de las Américas.
A estos alarmantes hechos, se le suma la denuncia realizada en marzo pasado por parte del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer de Naciones Unidas. ¿El motivo? La situación de niveles muy altos de violencia contra las mujeres en Perú, así como la discriminación que sufren las víctimas para acceder a la justicia.
No cuesta mucho darnos cuenta que la violencia de género, y concretamente hacia las mujeres, se origina en el comportamiento social aprendido de generación en generación. Una sociedad machista y extremadamente conservadora como la peruana se convierte en el entorno más propicio para que los agresores de mujeres no le teman a las consecuencias de sus actos. La peor parte -como en toda agresión- se la lleva la víctima a nivel de salud, bienestar físico y psicológico. Desde una mirada integral, las situaciones de violencia contra la mujer no solo generan daño en la víctima en el momento de la agresión, sino que traen repercusiones traumáticas e incluso el desarrollo de trastornos.