Lizzy Cantú
La palabra que más repite Rosalía Gazzo estos días es ‘responsabilidad’. Lo dice con entusiasmo y sin pesadumbre. Desde este año tiene a su cargo la presidencia de la asociación. Cuando su mamá la presenta a ella y a sus colaboradoras dice que son todas unas tromes: «La idea mía era dar la oportunidad a chicas jóvenes porque lo que deseo con toda mi alma es que esto siga adelante». Rochi tiene 57 años, cuatro hijos de entre 36 y 26 años y un horario que no conoce imposibles. Junto con su equipo –una planilla de 33 personas más voluntarios y socias– se han trazado nuevas metas. Antes, los chicos de secundaria recibían formación en oficios. «Hoy quieren instituto, técnica y deben estar mejor preparados». Por eso ofrecen cursos de inglés. «Sé de la importancia que tiene al conseguir un trabajo». Uno de los casos de mayor orgullo es el de Alejandra, la primera presidenta de la flamante Asociación de Exalumnos. Ella ingresó a la PUCP en primera la oportunidad y ahora estudia Administración. Gazzo quiere que los egresados -hay otro par en San Marcos- sigan en contacto con su alma máter e inspiren a los más chicos. Por ellos, Rochi Gazzo afirma que quieren renovarse: «Hemos recibido un mounstro maravilloso. Lo digo por lo que ha crecido. Es toda una logística y se ha vuelto preocupante». Este año, por ejemplo, es el primero en 17 años que no celebraron la tradicional actividad familiar en Mamacona para recaudar fondos.
En medio del ajetreo del fin de curso, la feria científica y el almuerzo para socias, Rochi Gazzo se toma el tiempo de dar un recorrido por el colegio. Las profesoras la llaman desde lejos para que escuche los villancicos que los más pequeños han estado practicando. Los niños corren a abrazarla. El profesor de computación le muestra las tarjetas de Navidad de sus estudiantes. Virginia Jiménez, la directora de primaria, se le acerca para contarle cómo se desenvuelve la jornada: «Es el Día del Logro y los niños demuestran lo que aprendieron». En la panadería alienta a los encargados de preparar los panetones: «Este año no hemos vendido tantos como antes», dice nerviosa y ofrece al visitante un número para pedidos (254-8351 anexo 21). La Asociación puede emitir certificados de donación y a Rochi Gazzo le gusta recordarle a sus amigos cuando se acerca la época de pago de impuestos: «Esa plata que le vas a dar al Gobierno, puedes ponerla acá y ver adónde se fue». Y añade su madre: «Cada centavo que se ha entregado lo puedes ver puesto en cada ladrillo». Pero para ellas los muros de Esperanza y Caridad no son el objetivo sino el medio. Su prioridad es alimentar a los chicos. Y la alimentación no solo significa un almuerzo o un desayuno, ni una cantidad diaria de proteínas y calorías. Sentarse a la mesa es el primer paso de una vida mejor, están convencidas: los niños bien nutridos se concentran mejor en la escuela, rinden exámenes con buenos resultados y de paso, aprenden cortesía: «Se piden las cosas por favor, se dan las gracias. Si se cae un papel, alguien da el ejemplo al recogerlo». Un ejemplo que inspira.