FERNANDO ALAYO ORBEGOZO
Seamos sinceros: no creo que ningún hombre esté dispuesto a intercambiar roles durante el embarazo de su pareja. Las náuseas y las malas noches parecen estar reservadas para ellas, quienes deben soportar valientemente esos malestares durante nueve meses. Sin embargo, hay algo que quizás sí envidiemos nosotros: sentir las pataditas del bebé.
Eso lo sabe bien Hassel Sánchez, quien me confiesa que no ha pasado ni una noche tranquila desde que su novia Melanie le dijo que estaba embarazada. “Parece mentira, pero a quien realmente le chocó la gestación fue a mí. Ahora puedo constatar que es cierto eso de que te choca la comida, el tema de los antojos y todo eso. Ella es la que me tiene que soportar a mí”, me comenta, mientras se pone cómodo en el consultorio.
Estamos en la Clínica Santa Isabel de San Borja. Hoy, él podrá experimentar lo que ningún padre puede de forma natural: los movimientos de su bebé en tiempo real. Gracias a una convocatoria realizada por Huggies, él es uno de los doce peruanos afortunados que podrá colocarse una faja especial que se conecta con la barriga de la madre para este propósito.
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(Fotos: Roberto Cáceres)
“Yo era la más entusiasmada con este asunto porque quería que él sienta lo mismo que yo siento todos los días”, confiesa Melanie, su pareja desde hace un año y medio. Ella estuvo detrás de esta sorpresa para él y fue quien me dio permiso a sentir lo mismo que su pareja. Sin mayor reparo, Hassel me cedió su sitió y el equipo encargado se dispuso a colocarme el dispositivo especial
Me sugirieron quitarme la casaca para que la experiencia sea completa. Y así lo hice. Entonces me sujetaron la faja alrededor de mi abdomen y me sentaron en un sillón del consultorio. “Debes estar en absoluto reposo para que sientas con mayor detalle. Si estás parado, puedes distorsionar la experiencia”, me explica Guillermo Werner, uno de los desarrolladores de este aparato electrónico y encargado de instalarlo en los padres.
El entusiasmo me embarga, teniendo en cuenta que no soy padre. Me siento un privilegiado entre tanto papá y por ello me concentro para sentir absolutamente todo. Pero pasan los minutos; dos, cinco, diez, y no sucede nada. Trato de ocultar mi decepción, aunque seguramente se nota, ya que Melanie decide pedir un poco de agua para tentar algún movimiento.
Como si supiera las intenciones de su madre, Hassel André –como han decidido llamar al bebé– decide moverse. ¡Y vaya que patea este niño! En un sinfín de movimientos por todo mi abdomen, siento que estoy en una montaña rusa. ¿Es posible que una mujer perciba esto durante nueve meses? Incluso aparecen algunas náuseas. Quizás sea mi mente. Pero de que patea, sí que patea. “Va a ser futbolista”, me dice su padre, orgulloso, desde el otro lado del consultorio. No dudo que así sea.
► Puedes leer la experiencia completa mañana domingo con Semana VIÚ!