Fue el primero de abril que te conocí, dieciséis días después de que se decretara el Estado de Emergencia en el país a causa del coronavirus. Fueron sentimientos de incertidumbre, miedo y ansiedad para todos los peruanos, y en especial para mí, que con 25 años nunca había experimentado algo parecido. A pesar de ello, el día en que naciste supe que serías mi pequeña guerrera y mi luz de esperanza para enfrentar la adversidad contra viento y marea. Al igual que tú, nacieron más de 53 mil bebés que dieron su primer aliento en estas difíciles circunstancias.
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Antes de que se propagara la actual crisis global, mi embarazo transcurría con tranquilidad. Ya había asimilado la noticia de que me convertiría en mamá. En un inicio, al ver las dos rayas en el test de embarazo, no supe cómo procesar el resultado, y mis sentimientos se cruzaron generando un cóctel de emociones: sonreí, lloré, me dije a mí misma y a tú papá que no estaba preparada. Creí que las puertas se me cerraban, pero con el pasar de los días, además de empezar un nuevo trabajo, supe que era un evento que también me llenaría de alegrías.
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Mientras los días pasaban, me daba cuenta que estaba embarazadísima, ya que las hormonas hacían su función en mi organismo: quería estar en cama, tenía mucho sueño y era difícil concentrarme en algo por bastante tiempo. Todo ello no fue impedimento para bajar la cabeza, así que decidí esmerarme, sacar fuerzas de donde no tenía y esconder los quejidos para otro momento. En la semana 38 de embarazo creí que todo estaba listo para tu llegada, pero todo dio un giro de 360 grados.
Recuerdo que todo seguía con normalidad después del 6 de marzo, el primer caso de coronavirus en el país. Sin embargo, conforme fueron pasando los días los casos iban aumentando y no solo en la capital, sino también en distintas regiones. En mi trabajo comenzaron a aplicar varias medidas de prevención como ir a la oficina dos veces por semana. También, no llegué a realizar mi último control en el hospital, porque se cancelaron las consultas externas y solo se atendían las emergencias. Así que me quedaba esperar en casa los dolores o algún signo de alarma.
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Con 39 semanas encima y cuatro días, presentí que el día había llegado, y un pequeño sangrado fue el inicio del parto. Aunque no quería que nacieras todavía por el miedo al contagio, ya me estaba preparando para cuando estés a mi lado, pues había visto varios videos en internet de partos, guías de “qué hacer ante la llegada de tu primer bebe”, pero no existía una que explique cómo afrontar un embarazo frente a una pandemia global.
El 31 de marzo alisté mis cosas y salí en auto acompañada de tus abuelos hacia una clínica particular, la decisión de atenderme ahí la tomé dos días antes, porque los hospitales eran foco de infección y tenía miedo de contagiarnos. En el camino vimos a varios policías y militares como nunca antes, ellos nos interceptaron en cada esquina, para eso ya sabíamos las medidas de seguridad que teníamos que tomar, como presentar las mascarillas, llevar documento de identidad, prender las luces intermitentes e ir con una velocidad prudente. Al llegar, me regresaron a casa porque recién iniciaba el proceso de parto.
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Esa misma madrugada volví a la clínica, pero esta vez para quedarme. Nunca olvidaré que fueron once horas difíciles de labor con dolores inexplicables donde sentía que me rompía en mil pedazos, y aunque pedía a gritos la epidural me dijeron que eso retrasaría el proceso. Tú abuela estuvo conmigo antes de entrar sola a sala de parto. Nunca olvidaré su calma y que en todo momento estuvo a mi lado sujetando mi mano. Lloré y lo hice como nunca lo había hecho, pero más porque tu papá no nos pudo acompañar, ya que era madrugada y la orden de inmovilización social obligatoria era de 6 p.m. a 8 a.m.
Estaba lista para tener una cita a ciegas, donde sabía que conocería al amor de mi vida. A las 7:50 a.m. te vi por primera vez y me olvidé de todo lo que sucedía alrededor. En ese momento, me enamoré de la forma de tus ojos, tus labios, tus manos y hasta del sonido de tu llanto. No tenía idea de lo que sucedería más adelante, pero lo que sí sabía era que te tenía que proteger. Tu llegada me dio fe y esperanza en este mundo caótico donde el día a día es una sorpresa. Aunque no era como lo esperaba, aunque no pase un Día de la Madre cerca a toda la familia, tenerte y abrazarte me basta. Gracias por elegirme a mí como tu mamá, te prometo que aunque el mundo se me venga encima, por ti yo resistiré.
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