Tenía que ganar. No solo por el hoyo en el que se hunde la selección -últimos en la Eliminatoria-, la posibilidad de una reconciliación con la tribuna -que otra vez exigió Fuera Reynoso- o la reivindicación de mundialistas lejos de su mejor estado atlético -Carrillo, literalmente, camina-: la selección peruana tenía que ganar la noche del martes a Venezuela para purificar el aire viciado que se respira en Videna y mirar con otro aliento, otro descanso, otro impulso, los largos diez meses que quedan hasta la siguiente fecha de Eliminatoria. Fue empate 1-1 y otra vez el fuego cruzado de rumores, mensajes entre líneas y WhatsApp hasta altas horas de la noche donde Juan Reynoso es el único culpable. Como si él entrenara, jugara y firmara solito su contrato.