La CasLit en la agenda del nuevo gobierno

En los últimos años, la Casa de la Literatura Peruana replanteó sus fines institucionales y sus modos de relacionarse con la ciudadanía. Los nuevos programas y proyectos definieron los vínculos con un público cada vez más diverso y activo. El efecto más importante de esta renovación es que la ciudadanía ha reconocido el rol de un centro cultural público que atiende necesidades de lectura, aproximación, conocimiento y uso del patrimonio cultural. La legitimidad de esta institución procede entonces no solo de la visita y el interés de la audiencia, sino de la participación de esta en la definición de sus deseos y demandas como lectores y lectoras. 
    Habiendo pasado ya dos gobiernos, considero que no debemos preguntarnos por la permanencia de la Casa. En circunstancias de cambio, sí debemos esperar que continúe trabajando en su ubicación, porque es céntrica y le permite vincularse con la zona norte de la ciudad, tan poblada como carente de infraestructura de la cultura; también porque es una muestra del mejor uso de un edificio patrimonial: estar a disposición y disfrute del público. Asimismo, debe continuar adscrita al Ministerio de Educación y conservar su rol de centro cultural especializado que apoya a la escuela en la formación de nuevos lectores, proponiendo prácticas colectivas en torno a la lectura y la literatura. 
    El reto, en circunstancias de cambio de gobierno, es lograr el crecimiento de la propuesta metodológica, que se descentralice, activándose experiencias similares en las diversas regiones. Esto es casi imposible en ausencia de un sistema de bibliotecas públicas, sean regionales o municipales. En ese sentido, un nuevo escenario político que plantee el desarrollo de la ciudadanía debería proyectar, a partir de la experiencia de los últimos tres años de la Casa, el diseño de una política cultural de activación de bibliotecas públicas que se conviertan en centros de lectura, información e intercambio cultural.