HANS HUERTO Redacción online

Con un lleno de cabo a rabo en el Monumental, los apus de Puruchuco hicieron silencio anoche para escuchar a una leyenda viva que nos visitaba por vez primera. A las 9:35 p.m., luego de un reel de imágenes del recuerdo, no solo de los Beatles sino también de varias figuras del rock de los sesentas, Sir Paul McCartney saltó al escenario para demostrar con sencillez por qué es el héroe musical de tres generaciones.

Enfundado en un saco celeste, camisa rosa y tirantes negros, Macca arrancó su histórica presentación con Hello, goodbye, a manera de saludo con los peruanos que lo esperaban en suelo nacional hace medio siglo.

Esa ya era razón suficiente para que el concierto comience arrancándome lágrimas de emoción, la de escuchar a la voz original de los himnos de mi niñez, verlo moverse, sonreír y tocar el bajo frente a mis ojos. Pero no, mi colega y compañero de concierto interrumpió el desenlace del precoz trance lacrimógeno, mientras se alejaba el estribillo en fuga del “Hella, hey hello…!”.

Del saque, gigantesca la imagen de Macca, un tipo relajado en escena, contento con su banda; un impresionante juego de video y proyecciones en las torres gemelas de pantallas LED colocadas una a cada lado del escenario. Sonido impecable, al menos desde donde yo lo oí, que hace pensar en que el Nacional no debe ser nuestra única plaza conciertera.

Para mantener la energía al tope, le siguió “Jet” de los Wings, un tema que ciertamente impresionó a McCartney ya desde entonces por la entrega del público local.

“All my loving”, la canción que Lennon siempre le envidió a su compadre, continuó, y esta vez sí iba a ‘moquear’ de la peor forma. Cuando de pronto, con los ojos llorosos, tuve que alcanzarle el encendedor a un desconocido que con cigarro en boca me decía “o’flaco, o’flaco”. Nuevamente llanto pasmado.

Ya entonces Paul saludaba a los peruanos, decía que estaba supercontento de tocar para nosotros y lo hacía en castellano, pues, dijo, iba a tratar de hacerlo durante la mayor parte de la noche. Y así fue cuando la gente se volvió al escucharlo decir a continuación ¡Viva el Perú, carajo!. Un Beatle, sí, gritándonos la arenga nacional básica y por excelencia.

Siguió, tras los saludos, “Let me roll it”, himno Wing y eco sonoro del trabajo de su siamés eterno, Lennon.

Sentado ya al piano, se despachó con “The long and winding road”, “1985” y “Let me in”. Luego dejó el negro piano de cola y guitarra en mano se mandó con “I’ve just seen a face”, “And I love her” y “Blackbird”. McCartney toca y canta muy bien en vivo, más allá de la admiración como fan confeso que le tengo. Sumamente competente en todos los instrumentos que pasaron por él, parecía pasar una divertida revista de todos los que podía sacar del cajón de juguetes.

Fue en “I’ve just seen a face” cuando —durante la parte media, instrumental— me dije “ahora sí, a llorar” y cuando sentía que los ojos parecían desembalsarse, me preguntan: “Oe, ¿quieres chela?”.

Bueno, igual, fue sensacional escuchar “Dance tonight”, con Macca en la mandolina y contento con que una de sus canciones como solista más recientes haya tenido una respuesta masiva del público.

Bombazo. “Eleanor Rigby”; impecable McCartney en la voz, una que, sí, delata los años, sí, a veces llega a las notas altas sin la solvencia de años pasados, pero que es la voz eterna que ha puesto banda sonora a la vida de millones. Y anoche me cantó a mí, a ti y a los demás en el templo crema. Nota personal, los arreglos de cuerdas de esta pieza no respetaron del todo la versión original; obvio, una fue grabada con un conjunto de cámara y la otra, tocada con un sintetizador.

Dedicó a George Harrison “Something”, la misma que arrancó con un ukulele a solas, en un tempo medio reggaedo, para que al inicio del primer coro toda su banda se sume a la interpretación y construyan la memorable canción del desparecido Beatle.

“Band on the run” es de hecho la canción de los Wings que más ha sonado y, en definitiva, en vivo adquiere nueva dimensiones. Todos sus músicos, de largo recorrido al lado de Paul, se sumaron también a su versión de “Obladi-oblada”, algo más acelerada que la original.

Pero Paul, siendo un músico sexagenario, no era un solo de concesiones al pasado en su setlist. Ya nos había dedicado “Back in the USSR” en un video previo a su llegada y entonces llegó la hora de hacer efectiva la tocada (y pensaba más en la línea “You don’t know how lucky you are, boy”). En la misma línea, “Paperback writer”.

Uno de los momentos cumbres vino a continuación, con un nuevo homenaje a John Lennon. McCartney ahora sí convocó a los apus y espíritus de toda índole y el viaje alucinado de “A day in the life” se dejó oir en el estadio, empalmando con el canto congregacional de “Give peace a chance”, de Lennon. Fino, elegante.

Ya había sido instalado un coloreado piano vertical, al centro y adelantito de su escenario, pero McCartney se sentó nuevamente en el piano negro de cola y empezó con “Let it be”, otra de las más coreadas. “Live and let die”, telúrica, explosiva, brutal. El mismo McCartney acabó la canción medio anonadado, por la fuerza con que la habían tocado y los fuegos artificiales que acompañaron cada quiebre de la canción.

A estas siguió “Hey Jude”, interpretada con magistral ejecución, ahora sí, del pequeño piano colorido, la cual cerró este set. Nunca sentí tan reales las cosas que la canción cuenta, con aquello “don’t carry the world upon your shoulder”. Salió corriendo con una sonrisa y volvió agitando la bandera peruana y su guitarrista, la británica.

Más Beatles. “Day tripper”, “Lady Madonna” (sin sus característicos saxos, qué pena) y “Get back” siguieron; aquí, lo que más me conmovió de lo dicho y cantado por Macca, aunque haya sido una nimiedad para muchos. En “Get back”, a media canción pregunta “You wanna get back? Yeah, me too” (Quieren volver, ir al pasado? Sí, pues yo también). Que te lo diga este tío, sabiendo que la semana pasada dijo que extrañaba a Lennon, que lo escuche yo, a quien los Beatles le dieron música a las diferentes partes de su vida y que se lo diga a 50.000 personas que también buscaban eso, recuerdos en vivo… Auch y bravo.

Un nuevo “Viva el Perú, carajo” precedió a “Yesterday”, ensordecedoramente coreada por todo el coloso de Ate y con Macca en guitarra. “You wanna rock?”, toma “Helter skelter”, y nos ‘achoramos’ con lo más pesado y corrosivo del catálogo Beatle.

“Sgt. Peppers…” reducida y “The end” dieron el cierre a la noche, no sin antes Paul decirnos que “nos vemos la próxima” (solo a fines del año pasado estuvo en el continente y ya volvió así que no debería sorprender una segunda visita). Nunca lloré del todo. Pero siempre celebraré lo de anoche, siempre.