PAMELA SANDOVAL DEL ÁGUILA

Hacia fines de los 70, sucedía en el Día del Padre. Luego, cada 1 de Mayo o al llegar Noviembre, en las romerías por el Día de Todos los Santos. Guardianes del cementerio El Ángel (Cercado) recuerdan que primero fueron los amigos, después pescadores, empresarios y ahora son limeños de todas las edades quienes visitan la tumba del empresario Luis Banchero Rossi. Todos con curiosidad y respeto. Dejan flores, evocan al hombre y se fían de su ejemplo. “Es impresionante. Son muchos los que lo recuerdan y quieren”, dicen los custodios.

“Era un hombre bueno y generoso”, asevera Pedro Masa, visitante de Banchero. No lo conoció, aclara, pero su afecto es sincero. Florentino Sosa, hombre de mar como el extinto fundador de Empresa Periodística Nacional (Epensa), afirma que sí lo trató en Chimbote, por lo que su duelo es mayor. “Él reflotó la pesca. Por eso, ayuda al que le reza por trabajo. Es milagroso”, sentencia.

Han pasado cuarenta años desde que la vida de Banchero pasó de ser una historia de éxito a casi la biografía de un mito. Y uno entrañable, si se cuentan las ofrendas, escritos y comentarios que su recuerdo despierta. “Cuando el Perú logró primar en la escena mundial de la pesca, él ya tenía ocho fábricas harineras, dos conserveras, 130 lanchas y dos astilleros. También había creado una cadena de diarios y tuvo participación en el Banco Comercial del Perú y el Banco de Crédito.

Su última aventura fue comprar Líneas Aéreas Nacionales en 1971”, reseñó la empresa Operaciones y Servicios S.A. (Oyssa), del propio Banchero, en una publicación de homenaje que se conserva en la biblioteca del Concejo de Lima. Sin duda, una carrera en ascenso que se frustró la tarde de un día como hoy en la soledad de una enorme mansión campestre.

EL HIJO DEL JARDINERO Vecinos del parque Central de Chaclacayo dicen ver a Juan Vilca Carranza (59), homicida confeso de Banchero, manejando bicicleta por las mañanas. “Trabajó como mozo hasta el 2009”, confirma un trabajador del chifa Express, último empleo conocido de Vilca, quien con solo 20 años y 1,50 cm de estatura acabó a golpes y cuchilladas con el empresario de 1,80 cm, a quien dijo haber matado por dinero. Pese a que blandió una pistola Luger alemana para reducir a su víctima y a su secretaria, Eugenia Sessarego, la diferencia de talla siempre sembró dudas sobre el rol del muchacho, hijo del jardinero de Banchero, en el crimen.

“Una vez le pregunté si no fue (el ex presidente) Velasco quien le dijo que se hiciera el culpable. No respondió”, dijo a este Diario un vecino del chifa, quien prefirió no identificarse. Además de esta hipótesis sobre el crimen, se especuló que Banchero fue ajusticiado por el sicario alemán Klaus Barbie. Según el historiador y sociólogo Nelson Manrique, Barbie había llegado a Chaclacayo en una escala de viaje hacia Bolivia. Fue identificado por Herbert John, colaborador alemán de Banchero, y ambos lo delataron. “El cazador de nazis Serge Klarsfeld declaró en una entrevista a Marcel Ophuls que, entre noviembre y diciembre del 71, recibió una carta firmada por Banchero y John confirmándole (la identidad) de Barbie. Banchero fue asesinado días después de que estos hechos se hicieran públicos”, escribió Manrique en marzo del 2010.

Quien también guarda silencio y opta por pasar desapercibida es Sessarego; ella, el 21 de noviembre pasado –en Miraflores–, cumplió 70 años. Tildada primero de amante y, durante el juicio del caso, como cómplice de Vilca, pasó cinco años en prisión hasta que fue indultada el 21 de diciembre de 1977.

El Comercio informó que, la última vez que Sessarego y Vilca se vieron, en un careo el 30 de setiembre de 1973, ella le gritó: “Eres feo y te sabes feo. No eres más que un pobre acomplejado. Le tienes miedo a tu padre, tienes complejo con tu madre, complejo de retrasado mental, complejo de impotente. ¡Cínico!”. Ese carácter la llevó a escribir un diario, publicado en 18 capítulos, de marzo de 1972 a setiembre de 1973, por la revista “Caretas”. Fueron las últimas líneas públicas que dedicó al jefe que solía decirle que “la vacilación no es una actitud: es resignarse a ir hacia abajo”.