No le falló a su fanaticada. La segunda visita de Megadeth al Perú sirvió para celebrar por todo lo alto los 20 años de uno de los discos más memorables de la historia del heavy metal: “Rust in Peace”. Y la banda liderada por Dave Mustaine estuvo a la altura de tal acontecimiento ofreciendo su potente descarga ante más de cinco mil fanáticos que acudieron a la Explanada Sur del Estadio Monumental.
Empezaron a las nueve en punto de la noche con Dialectic Chaos y This Day We Fight!, piezas de su último disco en estudio. Pese a la fría noche limeña, Mustaine tuvo desde el arranque el calor del público que apreció que el músico colgara una bandera peruana en su micrófono (a esto le sumamos que el baterista Shawn Drover se colocó la camiseta de la selección de fútbol).
El show tomaba fuerza con la exposición de clásicos como In my darkest hour, Holy wars y “Hangar 18”. Para entonces la gente apreciaba la vuelta del que fuera primer bajista de la formación Megadeth, David Ellefson . En la guitarra estuvo Chris Broderick.
Take No Prisoners, Five Magics, Poison Was the Cure, Lucretia, Tornado of Souls, Dawn Patrol, y Rust in Peace” marcaron la primera parte del espectáculo que pareció no tener problemas con el sonido, como sí ocurrió con Chile y Argentina.
EUFORIA TOTAL Al grito de “¡Olé, olé, olé, Mustaine, Mustaine!”, los músicos estadounidenses salieron nuevamente a escena para entregar todo de sí. Con una camisa blanca y un pantalón negro, Mustaine lució en buena forma física a sus 48 años, como un veterano guerrero que no deja de pelear en el campo de batalla.
The Right to Go Insane y la potente Headcrusher fueron otros cortes del nuevo disco que fueron recibidos con beneplácito por un público entregado totalmente a la causa Megadeth. En medio de un clima de celebración, Mustaine ofreció en su repertorio los clásicos A Tout Le Monde y Symphony of Destruction. Está última canción tuvo su clásico coro futbolero. Esta vez fue el ¡Megadeth, Megadeth, Perú es Megadeth!. Después vinieron Trust y Peace Sells.
En suma, fue una hora y cuarenta y cinco minutos de pura potencia para una noche especial y de aclamación tras la lección de rock. Mustaine prometió volver. El público le agradeció el gesto. Todos habían participado del festejo.
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