Dos semanas antes del crimen que lo tiene como único sospechoso, Joran van der Sloot comentaba sus dificultades para conseguir compañía femenina durante su estancia por Lima.

“Me considero un tipo guapo, pero las mujeres no se quieren ir conmigo”, comentó en inglés durante un juego de póker en el Atlantic City, donde rápidamente se convirtió en un rostro conocido.

El holandés de 23 años llegó a Lima el 14 de mayo con la intención de jugar la fecha peruana del Latin American Poker Tour, que empezó el miércoles y terminará mañana, aunque no logró inscribirse en el torneo. Aunque su prioridad evidente era el juego, también se daba tiempo para visitar algunas discotecas miraflorinas.

“Me acerco, les converso, incluso bailo salsa y merengue, pero luego, cuando les digo para irnos juntos, me dicen que no”, se quejó aquella noche.

Según algunos jugadores frecuentes, Van der Sloot se volvió infaltable en el casino. Su plan, según comentó él mismo, era permanecer en el Perú aproximadamente un mes.

TROTAMUNDOS DEL PÓKER En las mesas intentaba proyectar la imagen de un jugador profesional. Vestía indumentaria alusiva a torneos de póker celebrados en otras ciudades y comentaba sus experiencias en casinos de Asia y Europa. Dicen que jugaba con desenfado, como si el dinero no le importara demasiado. Ganara o perdiera, estaba siempre sonriente. Además de las mesas de póker, solía frecuentar las de blackjack.

Van der Sloot también afirmaba ser un asiduo jugador de póker on line. Diversos foros especializados le atribuyen “nicknames”, como AANOTILTKK y Joran888. “Sus ganancias no parecen suficientes para sostener su estilo de vida”, se afirma en la web de póker gambling911.com.

Stephany Flores también era asidua concurrente al casino. Luego del crimen, algunos testigos comentaron que la primera vez que el holandés y la joven conversaron fue el viernes 28 de mayo, aunque es muy probable que se hayan encontrado antes en el salón de juego. El sábado, según testigos, ella se ofreció a llevarlo a su hotel en su camioneta Jeep. Para Stephany fue la peor apuesta de su vida, la última.