Rodrigo Cruz

Mucho se ha hablado en estos últimos días sobre el asesinato ocurrido la madrugada del 1 de octubre en la cuadra 9 de la avenida Trinidad Morán en Lince, en los minutos finales de una fiesta que tuvo entre sus asistentes a la tercera vicepresidenta del Congreso, . Especialmente, se ha enfatizado sobre los antecedentes penales del autor del crimen, Abel Valdivia Montoya, y los de su familia, así como los detalles de cómo este le quitó la vida de un balazo a Christiam Enrique Tirado. De igual modo, la conexión de Amuruz con los protagonistas y su nivel de participación en la fiesta que tuvo como motivo el cumpleaños de su pareja, el excongresista Paul García.

Poco se ha mencionado, en cambio, sobre cómo es que terminó saliendo del país sin problema alguno el autor del crimen y sobre el negligente trabajo de la policía para evitar que esto sucediera. Tenga en cuenta, estimado lector, lo siguiente: el homicidio ocurrió en la vía pública, múltiples personas vieron lo que sucedió y, sobre todo, una unidad policial llegó pocos minutos después de que ocurrieran los hechos. Ellos, de boca de los testigos, supieron –ni bien llegaron al local en Lince– quién dio el disparo que acabó con la vida de Christiam Enrique. No fue Pedro Valdivia, como se hizo creer al día siguiente, sino su hermano Abel. Siempre fue Abel. ¿Por qué, entonces, se montó toda una escenografía policial como si realmente se hubiera dado en tiempo récord con el autor del crimen, mientras el verdadero culpable ganaba tiempo y tomaba un vuelo hacia Colombia?

De nuevo: minutos después de ocurrido el asesinato en la avenida Trinidad Morán, la policía ya sabía quién era el autor del crimen. ¿Por qué, por ejemplo, Interpol no emitió una alerta para evitar que Abel Valdivia fugara? ¿Por qué Pedro, que se presentó en una comisaría en Miraflores, fue presentado horas después como principal sospechoso cuando desde un comienzo (de boca de los testigos) se sabía que él no había disparado?

Un detalle no menor es el vínculo de los hermanos Valdivia con la policía. En primer lugar, por su hermana Graciela, mayor de la PNP que a inicios de año pasó a situación de retiro. Ella estuvo casada con el excomandante general Raúl Alfaro, quien fue removido del cargo en marzo de este año, luego de que se conocieran sus estrechos vínculos con Jorge Hernández Fernández, alias ‘El Español’, quien durante el gobierno de Pedro Castillo gozó de gran influencia en los ascensos y los cambios de colocación en la policía. La Comandancia General de la PNP y el Ministerio del Interior nos deben una explicación.

Rodrigo Cruz Periodista