Jaime de Althaus

Es asombroso cómo un gobierno desastroso en lo relativo a la gestión pública logra, sin embargo, tomar la iniciativa política y pasar a la ofensiva con una propuesta incoherente, inconstitucional, que, de tener éxito, acabaría con la democracia liberal y representativa, y con la posibilidad de avanzar hacia el desarrollo nacional.

Por supuesto, será archivada en la Comisión de Constitución, pero le dará impulso y bandera a las candidaturas municipales y regionales de Perú Libre y afines, y les dará discurso para adjudicar el alza de los precios de los productos de primera necesidad a molinos de viento inexistentes. La causa de la asamblea constituyente vuelve a unificar a las distintas izquierdas en defensa del Gobierno y de proyectos maximalistas.

Ante ello, el bloque democrático en el Congreso permanece desunido y sin reacción. Solo coordinó de manera efectiva hace unos meses para aprobar dos leyes claves en la defensa de la democracia y la institucionalidad: la de la cuestión de confianza, que impide que ahora el Ejecutivo pretenda hacer cuestión de confianza del proyecto de modificación constitucional en cuestión, y la del referéndum sobre reformas constitucionales, que cortó el camino a la recolección de firmas para tal fin. Leyes que simplemente reafirmaban lo que la Constitución establecía.

Pero luego de eso, la coordinación entre las bancadas se ha diluido. Ahora, sin embargo, el contraataque del gobierno y la creciente degradación institucional exigen pasar de la posición defensiva a una ofensiva, tanto en lo político como en lo programático. Y eso requiere de la unidad de las fuerzas democráticas, más allá de las bancadas. Ya no solo los voceros de las bancadas deben volver a reunirse, sino que tienen que empezar a hacerlo los líderes de los partidos para acordar una estrategia política y una agenda programática, para recuperar la iniciativa y demostrar que se unen no para defender el statu quo, sino para mostrar al país una salida y un norte para todos.

Para comenzar, tiene que haber un discurso común sobre el alza de los precios, sus causas y la falta de previsión e incompetencia clamorosa del Gobierno para contenerlos y subsidiar de manera focalizada a los más necesitados y a los agricultores y no a las clases medias y altas como está ocurriendo. Y cómo entonces se requiere inversión privada fuerte para generar los ingresos que el fisco necesita para financiar esos fuertes subsidios y bonos durante dos años por lo menos, que es lo que como mínimo durará esta grave carestía, y para generar más empleo y aumento de los ingresos de las personas, que es la mejor manera de defenderse.

Pero ello obliga a liberar la economía y las fuerzas productivas, y eso no va a ocurrir con este Gobierno, que, por el contrario, amenaza con una asamblea constituyente bolivariana y plurinacional que termina de espantar cualquier inversión. Hay que hacer ver cómo se está destruyendo la mayor estabilidad monetaria de nuestra historia conquistada en los últimos 30 años gracias a los pilares de la Constitución del 93.

Se requiere definir qué curso de acción se deberá seguir para contener la destrucción del Estado en marcha y rescatar al país de las manos de este Gobierno. Si es posible o no todavía un acuerdo político sea con Castillo –está demostrado que no–, sea con Boluarte, para establecer un gobierno de Gabinete, o qué procedimientos usar para encontrar una salida democrática que incluya elecciones presidenciales o generales adelantadas, y en qué tiempos.

Pero se requiere paralelamente delinear un plan de recuperación nacional y reformas políticas y de Estado que posibiliten una democracia funcional. Como ha señalado Carlos Meléndez, este debe ser un momento “reinstituyente”. Pero para ello, los líderes políticos deben ser capaces de superar enfrentamientos y pequeñeces, y pensar en el Perú.

Jaime de Althaus es analista político